“El hombre torturado, mutilado hasta la agonía y luego hundido en el mar y ahogado, se llamaba Alberto Lovera”. Así describe Orlando Araujo el hallazgo que el 27 de octubre de 1965 aportó una evidencia incontestable de los crímenes de Estado que ya venían denunciando cientos de familias y algunos dirigentes políticos, como el entonces diputado José Vicente Rangel, autor de este libro. Publicado por primera vez en 1967, sus páginas reúnen artículos, intervenciones en sesiones del Congreso e informes de la investigación del caso que permiten reconstruirlo en detalle y arrojan claras pistas sobre la responsabilidad del Gobierno de Raúl Leoni en los hechos. Secuestrado por la policía política el 18 de octubre de 1965 en Caracas, el dirigente comunista Alberto Lovera vivió un auténtico viaje al infierno al ser llevado de un sitio a otro por carreteras mientras era martirizado hasta que le arrancaron la vida. Su asesinato “fue el resultado del ejercicio de un poder sin moral. Enfrentarlo, cada quien en la medida de sus posibilidades y en proporción a la responsabilidad individual y política, es deber ineludible. Cualquier omisión, desmayo o temor, provocaría consecuencias funestas”, señala Rangel en el prólogo de la primera edición, cuya lectura permite entender que aquel no fue un exceso ni un hecho aislado, sino un episodio más de una práctica sistemática de aniquilación. Quien lea este libro será testigo —a través de declaraciones, pruebas forenses, testimonios de víctimas y confesiones— de la represión política criminal que caracterizó al régimen que gobernó la naciente democracia representativa. Destacan en ese contexto los campos de concentración y tormento y las desapariciones forzadas, que se estrenaron en Venezuela antes que en el Cono Sur.