A veces las obras tienen coincidencias que revelan destinos. Estábamos en medio de la pandemia cuando se difundió la noticia que la escritora venezolana Sol Linares ganó el Premio Tristana de Novela Fantástica con la obra inédita No todos los cíclopes nacen ciegos.
Entre las coincidencias que podemos mencionar está que el premio tiene por nombre una novela de Benito Pérez Galdós, que luego Luis Buñuel convirtió en película, y a la que la novela de Linares hace guiños.
El primero es el tema de género, pero sin que sea una defensa o alegato, sino una historia que son muchas desde tiempos inmemorables.
“Toda vida humana, como la tierra sobre sus polos, gira sobre el pivote del acto de la reproducción de la especie; pero así como la cultura disimula este hecho, la literatura debe ofrecer una veladura semejante”, escribió Pérez Galdós a Leopoldo Alas, Clarín, que muy bien podría resumir a Tristana (1892).
También hay un guiño a Buñuel por su documental Las Hurdes, tierra sin pan (1933) en donde la extrema pobreza y la ignorancia sirvieron de estudio antropológico y muestra que el aislamiento de un pueblo termina por hacer del incesto moneda corriente.
“Una película siempre debe defender y comunicar indirectamente la idea de que vivimos en un mundo brutal, hipócrita e injusto”, opinó Luis Buñuel sobre el papel del cine en la sociedad.

La primera impresión que sobresale de la escritora Sol Linares es que la “frescura” y “madurez” que resaltó el jurado en su veredicto del premio Alba (2010) cuando ganó con la novela Percusión y tomates, en No todos los cíclopes nacen ciegos (Menoscuarto Ediciones, 2022) queda la madurez como narradora con una profunda voz poética que le da fuerza a los diferentes significados que pueda tener una acción o suceso.
Linares no tiene apuros y plantea un solo tema con sus diferentes aristas o enfoques que a saber son lo afectivo y la violencia, específicamente la violencia familiar y de género —omite las guerras, invasiones—; y hace énfasis en la historia fundada con mitos, en donde la literatura y sus dioses occidentales son vistos con una mirada comprensiva y sin tanto horror.
En No todos los cíclopes nacen ciegos se logra conjugar ciencia con fantasía para mostrarnos que aún cuando la vida es circunstancial, tiene una historia que aunque se quiera ocultar, desaparecer, porque no se quiere hablar de ello por las diferentes razones que impone la ignorancia, nuestros ascendientes están allí, en nuestro ADN que siempre tiene algo que decir. Es otra escritura de nuestro pasado y, ¿por qué no?, sueños.
Pudo haber sido un policial, pero la fantasía trasciende el sortilegio necesario para entregarse a otras miradas, otras percepciones de la vida. Hay muertes, pero no asesinatos. Torturas físicas y psicológicas que transitan el tiempo.
Es la búsqueda para la resolución de dudas y miedos que va a contramano de Howard Phillips Lovecraft: “Estoy tan harto de la humanidad y del mundo que nada logra interesarme a no ser que incluya, por lo menos, dos crímenes por página, o que trate de horrores innominados procedentes de espacios exteriores”.
Sol Linares está abierta a lo desconocido, pero sobre todo, a lo que es diferente, a lo que alumbra. ¿Cuántas veces nos hemos hecho la pregunta de qué es lo normal? Quien no se hace esta interrogante está más cerca de los supremacistas que exterminan pueblos bajo la creencia que son un pueblo elegido y que terminan siendo peor que una pandemia.
La diversidad está en la riqueza del lenguaje que va más allá de las lenguas, de las historias que se cruzan, del ADN y la sangre, de los días y las noches que tienen luz propia y que hacen que las personas —en este caso, los personajes— se transformen y defiendan una causa, por más pequeña que esta sea, pero causa al fin.
Sol Linares muestra en No todos los cíclopes nacen ciegos una cara amable de la herencia de los mitos para explicar literariamente la realidad y los miedos a través de la fantasía y la ciencia. No todo está perdido, viene a ofrecer un corazón, como reza la canción de Fito Páez.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.