Novela negra con surrealistas

A los surrealistas se les puede culpar de muchas cosas, quizás de todo, fue la conclusión a la que llegó el poeta Antonio Trujillo cuando le pregunté desde cuándo existe la percepción generalizada entre los escritores de que la poesía es el género mayor de la literatura.

La razón de la interrogante viene a propósito de que en la novela finalista del Rómulo Gallegos Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, del mexicano Martín Solares, los surrealistas forman parte del entramado policial para resolver un crimen y una desaparición.

Solares plantea algunas de las posturas de los surrealistas que asistieron a una reunión en un lugar al norte de Francia —que en 1927 no aparecía en mapas—. Se alojaron en un hotel en donde aparecen fantasmas —solo en un sector— y por los alrededores merodea un perro con nombre de un cuento de Guy de Maupassant. 

Esto último tiene mucho sentido, cuando se habla de delirios, terror y fantasía, y es que Maupassant nació cerca del sitio de reunión convocado por André Bretón en la novela de Solares. 

También hay que destacar que el detective Pierre Le Noir, quien es el relator y protagonista de la novela, lee un texto del pintor Giorgio de Chirico, quien en una oportunidad le mandó un telegrama a Breton, de acuerdo con la novela de Solares y que se explica por sí sola:

“Adiós, Breton, ¡hasta nunca! Que el fantasma de Apollinaire, a quien dices apreciar, venga a reclamarte tu actitud hipócrita; que la poesía, que nos ha dado tanto, corte todo lazo que tiene contigo; y que los versos, que eran para ti como el aire que respirabas, se resistan a salir de ti y no puedas escribirlos de nuevo; que la prosa de la novela, que tanto detestas, se convierta en tu forma de vida. Adiós, Breton, fue un placer conocerte mientras fuiste un poeta”.

Era la época en que la novela estaba en su momento de crisis debido al auge del cine, según Ricardo Piglia. Pero hay que tomar en cuenta que cada cierto tiempo los narradores revisan las formas de contar. De allí que los poetas surrealistas consideraran a la poesía como el género literario por excelencia.

Al final, Bretón tiene repercusiones por los manifiestos y paradójicamente por la novela Nadja, que tiene los elementos germinales de sus manifiestos y de su relación con el personaje. Guiño de Solares.

Apartemos ahora la poesía, porque cuando de surrealistas se trata, la historia de Solares tiene una originalidad dentro del canon de novelas de detectives que, apegado a la literatura latinoamericana, en específico, mexicana, resulta humorística. El solo hecho de suponer que unos poetas y artistas plásticos podrían formar parte de un plan criminal, nos dice que todo es posible en literatura.

Los surrealistas sospechosos son —y se mencionan en estricto orden alfabético—: Aragon, Breton, Buñuel, Crevel, Dalí, Drieu, Duhamel, Éluard, Ernst, James, Masson, Magritte, Naville, Péret, Tanguy y Tzara.

También en la novela de Solares está presente el género fantástico, incluso el surrealista, que mediante espiritismo e hipnosis, uno de los personajes de las obras de René Magritte, “La Mujer Desnuda”, pasa a ser la principal sospechosa.

Los investigadores no sólo están dentro de la obra de Martín Solares. También están los lectores. Uno de ellos, Cósimo Mandrillo, dio con la obra de Magritte gracias a la “Inteligencia Artificial”. Pero la obra está de más si se muestra, ya que Solares hace una viva descripción. 

“Magritte había escrito dos frases en el cuadro: ‘Yo no veo a la’, luego venía el cuerpo desnudo de la mujer, y al final añadía: ‘escondida en el bosque’. Es decir: ‘Yo no veo a la mujer escondida en el bosque’”.

Solares no solo sabe “mirar”, también “ver”, de acuerdo con las teorías de John Berger, sino que además sabe escribir con maestría al no necesitar mostrar gráficamente lo que ve o mira. Ganancia para la escritura y para el lector.

También da otras pistas el detective Le Noir, entre ellas que un tal Martin Solares ha escrito otros dos libros sobre sus memorias—Catorce colmillos y Muerte en el Jardín de la Luna— y que el lector debe consultar.

Latinoamérica renueva la novela negra constantemente, más cuando tiene entre sus personajes a Duhamel, autor intelectual de la colección en Gallimard, y Martín Solares le sigue las pistas.

Las fuerzas más profundas

Novela híbrida, pastiche, fusión de géneros o divertimento; cualquiera de esos conceptos, y con seguridad muchos otros, vienen bien para caracterizar a Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, del escritor mexicano Martín Solares.

Que la novela contemporánea recurre regularmente al intertexto es un hecho comprobado; autores, obras y personajes de esas obras terminan engrosando el inventario de presencias en escritos de otros narradores.

Solares ha llevado el recurso a un extremo notable por sus excesos, lo que tal vez sea la clave para una lectura acertada —si tal cosa existe— de su novela.

Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque es excesiva por el cúmulo de referencias literarias que contiene y por la cantidad de lenguajes que incorpora. A un tiempo relato policial, historia de ultratumba y revisión histórica novelada del surrealismo, de la vida de André Breton y demás miembros de su movimiento; con el añadido de que a lo largo de toda la novela campea un tono irónico, que atenúa y pone en entredicho la esencia y la funcionalidad de cualquiera de esos paradigmas literarios.

Solares ha venido perfeccionando este animo de desacralizar sacralizando desde sus dos novelas anteriores, Catorce colmillos y Muerte en el jardín de la luna,que conforman, junto a Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, su trilogía fantástico-policíaca. Novelas todas en las que la presencia del surrealismo define y orienta el estilo narrativo de Solares, la organización de su mundo ficcional y la descomposición de cualquier asomo de lógica, razón o normalidad a la que algún personaje, o el propio lector, quiera aferrarse. Solares responde así a lo que Bretón dejó bien establecido, que solo lo maravilloso da vida “a géneros inferiores, tal como el novelístico”.

Los surrealistas se representan en las novelas de Solares como geniales delincuentes. Delinquere, el verbo latino que da origen al término delincuente, señala la acción de apartarse, faltar o abandonar lo que se considera correcto o legal. Por esa vía basta un paso para concluir que los surrealistas eran unos delincuentes negados a acatar nada que apuntara a convertir el arte en un conjunto de reglas inapelables. Y no solo del arte, sino de la propia forma de vivir. El manifiesto surrealista promueve “la voluntad de saltar por encima del control que ejerce en nosotros la razón” y aclara que su movimiento es “ajeno a toda preocupación estética o moral”.

–¿Qué tipo de poetas son estos? —Pregunta el detective Pierre Noir.

–De los peligrosos —le responden.

La última novela de Solares, y también las dos anteriores, son un amoroso homenaje al surrealismo, que se despliega a través de la detallada reconstrucción histórica de personajes, temperamentos y eventos ligados al grupo. Lo policial, el misterio y lo irreconocible, son nociones que aportan a la creación de esa realidad otra que solo tiene sentido a la luz de los principios surrealistas, y dejan abiertos todos los accesos que comunican lo concreto con lo imaginario, lo desconocido y lo sobrenatural.

Solares juega a descolocar al lector desde la primera página de su obra. El título de la novela, por ejemplo, asoma las mayúsculas de Mujer Desnuda solo para aclarar, muchas páginas después, que tal mujer desnuda no hace referencia a un ser de carne y hueso sino a una pintura de Magritte, que a su vez representa el supuesto fantasma que acosa a Bretón.

También, y como si se tratase de una obra de teatro, Solares inicia la novela con un dramatis personae que elimina los signos de puntuación exactamente donde termina lo correspondiente a uno de los personajes y se da inicio al siguiente: “Rachel Kahn; editor de la revista Revolución Surrealista; fundador y líder del grupo Buñuel, cineasta español, amigo cercano de Dalí Crevel, poeta y ensayista…”

Se rompe con la lógica en pro de la fusión de inteligencia y creatividad promovidas por técnicas como la escritura automática y el cadáver exquisito. Se trata, en definitiva, de poner a trabajar el inconsciente porque, como lo dijo el propio Bretón: “Si las profundidades de nuestro espíritu ocultan extrañas fuerzas capaces de aumentar aquellas que se advierten en la superficie (…) es del mayor interés captar estas fuerzas.”