Historia y ficción con petróleo de fondo

El sentido común y los diccionarios nos hacen afirmar que la ficción es invención. Por tanto, a una novela no tenemos por qué creerle al pie de la letra aunque esta tenga asidero en la realidad. Sin embargo, cuando topamos con una novela histórica, las cosas cambian.

Creíamos tener ciertas nociones sobre el proceso político que vivió Venezuela entre 1936 y 1950, pero María Elvira González visita ese tiempo histórico a la luz de la vida de tres mujeres que desde su cotidianidad dan cuenta de su protagonismo donde la historia oficial solo registra nombres de hombres.

Se trata de la novela Voces de fondo, que ganó la VII Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu, en 2022, y recientemente fue finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Sin duda, es una revelación que merece atención porque la narración de González es más que una crónica de los sucesos nacionales.

En diez capítulos logra contrastar con voces de sus protagonistas los estertores del gomecismo (Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita), el surgimiento del partido Acción Democrática —y sus dirigentes—, el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos y la participación política de los militares hasta el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud.

Cada nombre de los personajes guarda sentido con su manera de ser. Candelaria va tras las pistas del fuego político y siempre anda de un lado para otro, pero nunca le falta tiempo para tomar café. Cleotilde es una mujer clave para Delgado Chalbaud aunque no logra cambiar su destino. Vera, quien le da contexto de actualidad, cuenta la verdad del transfondo político.

El petróleo es el tema que se aborda desde el epígrafe inicial, pero no está en palabras de ningún interlocutor nacional, sino de funcionarios estadounidenses. Uno de ellos es Mr. Pigott, funcionario de la División de Petróleo del Departamento de Estado de EE. UU, que en 1947dijo: “A menos que las reservas de los Estados Unidos sean aumentadas significativamente en un futuro cercano, una posibilidad poco probable, cualquier emergencia habrá de encontrarnos cortos en dos millones de barriles diarios, con solo Venezuela como fuente alternativa cercana, con producción de suficiente magnitud para cubrir el déficit”.

Los derrocamientos de presidentes y ascensos de ciertos dirigentes políticos en Venezuela estuvieron marcados por la intervención de las empresas petroleras estadounidenses y sus gobiernos.

Recientemente se han hecho evidentes ciertas narrativas, que más que ficción, más que invención, son mentiras. Como se les dificulta derrocar al gobierno bolivariano de Venezuela, declaran al país una “amenaza inusual”. Y al ser insuficiente el bloqueo financiero y comercial, acusan a todo un pueblo de ser el culpable de un sistema criminal que sostiene su economía capitalista.

Los pretextos van a ser díscolos, pero el fondo es que no tienen el control de las reservas petróleo más grande del mundo.

María Elvira González maneja el tono y la música de unas historias con golpes de Estado y contragolpes, petróleo que se hace visible, las contradicciones de un partido político que surge como si fuera una revolución, pero que no quiere ser revolucionario.

Deja en claro varias cosas, entre ellas que para los gringos —y quienes los defienden o son sus aliados— sus enemigos son los comunistas. Si los políticos hablan de obreros y campesinos, son comunistas; si proponen educación gratuita y laica, ¡comunistas!; si usan expresiones afrancesadas o no se les entiende lo que dicen, son socialistas o comunistas.

Voces de fondo retrata a Rockefeller y a los funcionarios de los gobiernos de EE. UU, los financiamientos a grupos políticos para que derroquen gobiernos que invierten en salud, educación, vivienda, por decir lo menos.

La realidad supera a la historia y la ficción. Desde hace un mes se encuentran millones de dólares expresados en buques de guerra, misiles, tropa de ataque, submarino nuclear frente a las aguas territoriales de Venezuela en el Caribe. El financiamiento para derrocar el gobierno constitucional es la constante.

Petróleo, la voz oscura de fondo

El petróleo fluye bajo cada párrafo de Voces de fondo, de María Elvira González Llovera. Para aclarar desde el principio por donde va el cuento, el mene aparece ya en el epígrafe de la novela, mancha de negro no pocas de sus páginas, y queda claro, antes de terminar, que es causa última de los eventos que en ella se cuentan.

La autora se ha propuesto unificar dos sucesos claves del siglo XX venezolano. Dos acontecimientos que, si se juzgan por las tendencias políticas en ellos involucradas, podrían verse como separados y casi que opuestos en sus motivaciones: uno, el golpe de estado contra Isaías Médina Angarita, en 1945; el otro, el ejecutado contra Rómulo Gallegos, en 1948. Voces de fondo, en cambio, unifica ambos sucesos y construye una historia impulsada por la capacidad combustible del petróleo.

El mene, pues, ocupa un lugar central en las páginas de esta novela; es el poder en la sombra que todo lo decide y cuya presencia la narradora actualiza periódicamente para recordarle al lector que las peripecias de los personajes, sean épicas o cotidianas, son siempre alentadas por ese motor oscuro que aparece y desaparece, como la cabeza de un nadador en aguas turbulentas.

Novelar la historia es asunto serio. Centenares de páginas se han escrito sobre cómo incorporar los hechos del pasado a la novela, de modo que el resultado no sea un recuento light de lo ya dicho en los textos de historia.

 Si la ciencia histórica tiende cada vez más a la objetividad, tiene sentido esperar que la novela, por el contrario, reconstruya la parte humana, subjetiva del momento temporal en el que ocurren los eventos.

Interactuar de forma verosímil con las figuras del pasado es el gran desafío del escritor de novelas históricas. Hacer posible que esas figuras, usualmente idealizadas por la historiografía, desciendan del Olimpo y se contaminen de las más básicas pasiones humanas.

 González Llovera lo logra en especial con Carlos Delgado Chalbaud y no por mera coincidencia.

Al igual que lo hace el petróleo, y dada su participación en ambos eventos, Chalbaud unifica los dos grandes acontecimientos narrados en la novela, es decir, los dos golpes de estado sucedidos en apenas tres años.

Chalbaud es, de hecho, el único personaje histórico que la novelista alcanza a recrear en toda su múltiple y contradictoria dimensión humana. Un personaje sumido en el dilema de un estadista y, a un tiempo, en el drama del más corriente de los ciudadanos. Un ser que se debate entre mantenerse leal a sus principios, errados o no, o dejarse llevar por la marea política.

El resto de personajes del pasado, todos ellos identificados con nombre y apellido, y de quienes se ubica y analiza su rol en los eventos, no suelen sobrepasar la dimensión propia de los caracteres incluídos en un tratado de historia. Es decir, apreciamos su rol, se nos informa de sus lealtades o traiciones, pero todo hecho desde la atalaya del análisis político. Ni siquiera Rómulo Gallegos, a quien sin dudas se trata en la novela con respeto y simpatía, pierde el carácter lejano e intocado de quien está más allá del bien y del mal.

Delgado Chalbaud, en cambio, forma parte integral del cuarteto de personajes esenciales al relato. Las tres mujeres que junto a él integran ese cuarteto, se reparten dos roles diferentes. Cleotilde y Candelaria fungen como narradoras de los acontecimientos, con una objetividad que no siempre permite distinguir una voz de la otra.

El tercer personaje femenino, Vera, es más un símbolo que un personaje literario propiamente dicho; al menos a lo largo de buena parte de la novela. La V inicial de su nombre no es casual. Ella es la Venezuela que a la vez atestigua y padece los efectos del trozo de historia desplegado en la novela. Cronológicamente, el testimonio de Vera se ubica muchos años después del accionar del resto de los personajes y sus intervenciones suelen recordar el papel del coro en las tragedias griegas. Este recurso clásico, utilizado por González Llovera, da paso a una voz colectiva por medio de textos que incluyen poemas y citas de otros autores, interpreta y cuestiona los acontecimientos y encarna, en fin, la Venezuela violada, gráficamente representada en la violación de la propia Vera.

Una novela en cuyas páginas revive una parte esencial de nuestra historia; con una prosa ágil que salta indetenible de un suceso a otro, sin ninguna concesión al aburrimiento.