Gustave Flaubert suplicó que no leyeran La educación sentimental “como los niños: por diversión; ni por instrucción, como los ambiciosos. Leedla para vivir”. Seguramente más de un lector se ha tomado en serio aquello de leer para vivir, sobre todo cuando leer es la opción de vivir otras vidas, en otros mundos.
La novela Si tú me miras, de Laura Antillano, tiene que ver con el axioma antes expuesto. Escrita y editada inicialmente con el propósito de ser “literatura juvenil”, es más bien una historia que puede ser tanto ficción como real, éticamente reconfortante al intentar resolver los conflictos de una familia que se corresponde con las actuales: hijos con padres divorciados y padres ocupados por el trabajo.
El móvil de unas hijas menores de edad preocupadas porque su madre consiga una pareja es quizás la aventura que propone la novela en donde se mezcla poesía, canciones pop y crónicas de un pasado que parecieran ser actuales.
En las sagradas escrituras se afirma que todo está escrito, sin embargo, las historias vuelven una y otra vez a contarse. Esta vez, en Si tú me miras, el telón de fondo es el mar que contiene el secreto y misterio del origen de la vida. Pero también posee leyes y Laura Antillano nos la presenta en las diferentes dimensiones, en las que corresponden con el acto de la vida.
Cada vez que leo sobre el mar no sé por qué la memoria me trae el poema “Escrito con Cernuda”, del mexicano Juan Domingo Argüelles:
Desde que tengo el mar ya no pienso en el cielo.
El mar es infinitamente más perdurable; en todo caso
El mar es más certero y en él los ángeles se ahogan
Con el obvio perjuicio para la castidad. El cielo,
En cambio, ya no tiene misterio; su perfección
Lo ha hecho sólo habitable para los santos
O los imbéciles; sobre todo hoy sabemos
Que no existen los cantos celestiales: el Apolo 14
No los oyó. Desde que tengo el mar solo pienso en el mar.
El mar es un olvido, una canción, un labio;
El mar es un amante, fiel respuesta al deseo.
Es como un ruiseñor, y sus aguas son plumas.
Impulsos que levantan a las frías estrellas…
A veces la memoria es capaz de colarnos historias que necesariamente no son las que buscamos y comenzamos a sacar cuentas de cómo van envejeciendo las canciones, los libros, la películas.
La educación sentimental es considerada, siglo y medio después, como una “obra deslumbrante, dotada de una clarividencia tan penetrante respecto a nuestra sociedad contemporánea como a la de 1840, es un relato que, milagrosamente, no ha envejecido ni un ápice y cuya intensidad crítica se hace más profunda a cada nueva lectura”, afirma Hermenegildo Giner de los Ríos.
La obra de Flaubert comienza con un personaje que tiene 18 años de edad, los mismos que posee en este momento la novela Si tú me miras. Apenas cumple la mayoría de edad desde su aparición y la autora no pretende abordar una historia como la del escritor francés, si no acercarse a su tiempo —principios de este milenio— y hacer pulso con los momentos políticos vividos.
Su mirada es íntima, como buena parte de su obra, diría el crítico Douglas Bohórquez. Nada es añejo para Laura Antillano y lo que es pasado lo rescata como valor simbólico para sostener una historia cotidiana que se alimenta de las sorpresas del conocimiento y de alguna manera le rinde tributo a los saberes sobre el mar y los seres que forman parte de ese ecosistema, mientras retrata la educación de unas jóvenes que han decidido tener pasos propios, pero que aún necesitan guías de sus padres.
Aún recuerdo las discusiones que sostenía con mi padre cuando uno ya no era un muchacho y sostenía una familia con hijos. A veces no lograba comprender las discusiones y por qué se desataban hasta que vi la película canadiense Las invasiones bárbaras. Ella dio con la clave sentimental en medio de los avances de la derecha y el neoliberalismo en el mundo: mi padre siempre será mi padre y por más que yo tenga razón, seré su hijo.
La lección de Si tú me miras es el valor sentimental, íntimo, de Laura Antillano que no pretende educar a una generación, sino retratarla.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.