Existen tantos libros, muchos más que autores, que cuesta estar al día con las novedades literarias. Si se planifican las lecturas, a principios de octubre todo puede cambiar porque se revela el Premio Nobel de Literatura, más si se desconoce al autor o autora que se lleva el galardón de la academia sueca, como fue el caso de este año.
Han Kang, escritora surcoreana de 53 años, fue la ganadora de 2024 “por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana”, reza el veredicto.
El jurado esgrimió que Kang “tiene una conciencia única de las conexiones entre el cuerpo y el alma, los vivos y los muertos, y en su estilo poético y experimental se ha convertido en una innovadora de la prosa contemporánea”.
El veredicto no menciona ningún título en particular de la escritora surcoreana, pero hace un guiño al anunciar que su obra “confronta traumas históricos” y “conjuntos de reglas invisibles”.
Después de leer Actos humanos, de Han Kang, no queda la menor duda de que se refieren a este libro publicado hace 10 años en Corea del Sur, en los días en que se cumplieron 34 años de la masacre en Gwangju, que es el tiempo y los sucesos que refiere la novela.
Aunque también alude al presente de ese país, porque la violencia sistemática instaurada mediante las dictaduras durante 45 años, entre 1948 y 1993 —bajo la venia y apoyo de los gobiernos de Estados Unidos—, todavía se mantiene intacta.
En 1959, mientras en Corea del Sur padecían a Syngman Rhee, su primer dictador; en Italia, Italo Calvino publicaba sus “respuestas a nueve preguntas sobre la novela”. Una de ellas plantea si “es posible reconstruir acontecimientos y destinos que no sean puramente individuales, y fuera del tiempo histórico”, a lo que contestó con una sola oración: “La novela histórica puede ser un excelente sistema para hablar del presente y de uno mismo”.
Desde la ficción Han Kang escribe sobre una masacre sin pretender hacer novela histórica, aunque pensemos que efectivamente pertenece a ese género, porque también se planta en el presente y mientras habla en segunda persona, interpela al lector o al personaje de la obra; al que se “salvó” de las torturas, porque está muerto o no sabe que va a morir.
Entonces, uno es un alma leyendo la historia de aquellas que no quieren despegarse de los cuerpos inertes de los asesinados ese 18 de mayo de 1980, de los que cayeron antes y después por reclamar unos derechos que han sido proclamados universalmente y que actualmente están impresos en papel desechable.
¿A dónde estaba mirando el mundo cuando en Corea del Sur se estaba masacrando a su pueblo? ¿Qué pasó en 1980 que a nadie le importó esos muertos? Y acto seguido, décadas después, le limpiaron la cara como si fuera un país idílico, con un supuesto milagro económico que es capaz de exportar su baile de K-Pop como si allí no hubiese pasado nada.
El británico Simon Johnson, uno de los ganadores del Nobel de Economía 2024, en entrevista transmitida por Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), afirmó que “Corea del Sur comenzó siendo un país pobre tras la Segunda Guerra Mundial y, al principio, era bastante autoritaria”.
“No fue un camino fácil”, admite el Nobel en Economía, porque los asesinatos y masacres para quienes ven cifras y cuadros, al fin de cuentas, son daños colaterales.
Han Kang le responde a Simon Johnson, si este se dignara a leer Actos humanos —y no tendría por qué creerle, porque en la edición en inglés, en la portada especifica que es “una novela”, es decir, ficción—: “Hay recuerdos que no cicatrizan nunca. Pasa el tiempo y la memoria no se difumina, sino que queda únicamente ese recuerdo y todos los demás se van borrando”.
Johnson y Kang seguramente se cruzarán en la celebración del Nobel cuando reciban el premio. Él vestirá de etiqueta, pensando en sus teorías para el “progreso” y el papel de la tecnología en la sociedad; mientras ella, acompañada de todas las almas de su pueblo, podrá exclamar como un personaje en Actos humanos: “¡El mundo entero es una pecera!”.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.