Es antigua la táctica de negar la existencia y resistencia de un pueblo, advierte en un reportaje que publicó hace 50 años Rodolfo Walsh bajo el tituló “La revolución palestina” y comienza así: “Tres millones de palestinos despojados de su patria cuestionan todo arreglo de paz en Medio Oriente”.
Walsh expone en los primeros párrafos la declaración de quien fuera primera ministra de Israel, Golda Meir: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”, para dar a conocer “la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia, Vietnam, colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de liberación”.
Parece Un detalle menor, como el título de la novela de la escritora palestina Adania Shibli, hace 50 años nació en Galilea. En 2023 debió recibir en la 75ª Feria del Libro de Fráncfort el premio LiBeraturpreis, pero fue censurada. Detalles a tomar en cuenta.
El eufemismo que utilizan los medios hegemónicos es que está “postergada” la ceremonia, solo que hasta ahora no hay fecha para la entrega del premio.
La autora descree de todos aquellos que están al frente —y detrás— de la organización del premio literario. “Quizás se pueda celebrar la ceremonia de entrega en el futuro. Quizás están esperando a que el libro se haga mejor con el tiempo”, declaró a la prensa durante la reciente Feria del Libro de Madrid.
El uso del lenguaje no ha cambiado y la historia del crimen contra el pueblo palestino no empezó ayer, como quieren hacer parecer. Shibli se hace las mismas preguntas en su novela y saca a relucir la violación y asesinato de una muchacha palestina por soldados israelís durante la ocupación en 1949.
Un detalle menor es la reconstrucción a partir de las nuevas situaciones que no son tan novísimas, pero que el vértigo que han impuesto las nuevas redes de comunicación ha logrado poner la mirada sobre los intereses de los grandes capitales.
Los crímenes son atroces y no merecen comparación, pero tampoco hay canciones al estilo de “We are the world, we are the children”, para las niñas y niños asesinados en Gaza por los ataques militares de Israel. El silencio mundial es escandaloso.
El libro de Shibli usa el lenguaje del colonizador como forma de denuncia para mostrar que los palestinos son tratados como animales, que deben ser eliminados del territorio que los sionistas ocupan con violencia militar.
Ella, el personaje, es palestina. Sus recuerdos se han desdibujados y busca respuestas en un tiempo en que todo es confuso o nos quieren hacer parecer que son otros tiempos y que ha cambiado. Todo comienza por un detalle menor, por lo que parece cotidiano, lo que sorprende y le hace evocar una historia, replantear en su memoria una geografía que ahora es tierra ajena, militarizada.
Debe vivir y sobrevivir a un aparato político que no comprende porque la anula. Necesita desplazarse, apartar miedos, dudas e indagar.
No es una historia de ciencia ficción pero me lleva a las palabras de uno de los autores fundamentales del género, Philip K. Dick: “Estoy seguro de que no me creen, y de que tampoco creen que creo en lo que afirmo. Son libres de creerme o no, pero al menos crean esto: no estoy bromeando”.
Pensemos por un momento en una ucronía —así como en El hombre en el castillo, de P. K. Dick—, que en vez de entregar a Israel las tierras de Palestina prosperó la tesis de Joseph Otmar Hefter y a los judíos se les dio “un territorio entre la Guyana Británica, Venezuela y Brasil”, es decir, nuestra Guayana Esequiba.
Los colonizadores se imponen a sangre y muerte. El lenguaje se expresa con la fuerza de sus fusiles y cañones. Las víctimas guardan silencio, resisten. Tienen todas las formas de luchas para la resistencia, entre ellas está la literatura.
La autora en referencia a su libro e incluso a la realidad de su pueblo considera que el lenguaje de las víctimas “está roto, no saben dónde empezar y dónde acabar, están confusas, mascullan. Es un lenguaje típico del contexto palestino”.
Palestina ayer y hoy no es un detalle, mucho menos menor, y urge la comprensión del genocidio que está cometiendo el estado de Israel contra el pueblo palestino.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.
One thought on “El escandaloso silencio del crimen”
Gracias Cazal! Soy un escritor cubano residente en Suecia, autor de LA ISLA DEL CUNDEAMOR. Un abrazo!