“Viena”, dijo Ignacio Barreto mientras señalaba con su dedo índice derecho el apellido de la autora del libro Huaco retrato, la escritora peruana Gabriela Wiener.
En sus años mozos, Ignacio aprendió la lengua germánica para estudiar música en Europa. Al ver el libro que paseaba de mi casa a la oficina —que leía en cualquier intermedio entre reuniones— sintió la necesidad de develar la palabra que le era familiar. Yo le repliqué, sin interés en desanimarlo, que ella cuenta en el principio de la novela el origen y significado de su apellido.
“Wiener es uno de esos apellidos derivados de lugares, como Epstein, Aurbach o Guinzberg. Algunas comunidades judías solían adoptar los nombres de sus ciudades y pueblos por una cuestión afectiva. Wiener es un gentilicio, significa «de Viena» en alemán. Como las salchichas”.
Otras personas también me advertieron del significado de “Wiener”, pero ya había decidido dejar de dar explicaciones. Sólo sonreía con agradecimiento por contribuir en aminorar mi ignorancia.
Huaco retrato no pretende ser una revisión personal de dónde venimos, como tampoco hacia dónde vamos. Wiener toma posición sobre el saqueo del patrimonio cultural de su país perpetrado por un familiar que pudo haber quedado en el pasado.

“Un tatarabuelo es apenas un vestigio en la vida de alguien, pero no si este se ha llevado a Europa la friolera de cuatro mil piezas precolombinas. Y su mayor mérito es no haber encontrado Machu Picchu, pero haber estado cerca”.
Wiener dice las cosas como son o fueron en su familia. Una vasija puede ser un retrato, una simple representación del pasado y del presente. La herencia es más que material y que a veces no te pertenece o no quieres pertenecer por el hecho de tener un apellido que ya no dice nada sino que suena exótico. Sin embargo, la escritora peruana se expresa con un lenguaje que actualmente se denomina colonizado al mencionar “precolombino”, “occidente”, pero no por ello se le enjuicia, ya que estamos hablando de una novela y no de un tratado de resistencia indígena.
Nombrar las cosas tiene su ciencia. Hace tres lustros visité Londres y un amigo me incitó de manera fehaciente a que visitara el “Museo del Saqueo”. Lo busqué en el mapa que compré en un quiosco —eran tiempos en que Google Maps estaba en pañales— y no lo encontré, así que fui al más cercano, al Británico. Allí constaté que había llegado al museo buscado durante horas, pero bajo un nombre impropio, porque de británico sólo tenía la estructura y el lugar en donde se encontraba.
Indagar sobre el pasado y contrastar o cruzar con el presente, sus familiares más cercanos, para tratar de comprender lo que se oculta, se olvida, mientras que en lo que se da por ciertoestalla la incertidumbre y se profundiza cuando se comprende que la vida también está hecha del habla, la lengua, que viene a ser el ADN visible sin microscópicos.
Gabriela Wiener tiene la virtud de retratar su vida como si fuera ficción, sin enjuiciar a sus parientes más cercanos, como su padre o madre,porque lo que tiene de biografía lo tiene de novela, de testimonio personal. Al lector le tocará identificar que hay de verdadero o falso e identifcar qué pedazo de la historia, hecha a retazos, forma parte de su propia existencia o la de sus antepasados.
También ella se refugia en otros libros, en sus autores o personajes, incluso en el libro que su tatarabuelo escribió y en donde expresó su forma de ver una sociedad que le era ajena como si fuera superior. Su clasismo, racismo y xenofobia está en cada pensamiento hecha palabra.
Ahora es Gabriela Weiner quien observa con un distintivo sentido del humor que lo hace máshumano, con todas las incertidumbres contadas como si fueran verdades, escrita descronológicamente porque a fin de cuentas el tiempo es tan sólo un pretexto para llegar a un final.
Y ese final puede que llegue con el termino de las páginas de un libro, pero resulta que el ejemplar de Huaco retrato que me tocó leer no tiene colofón. La historia termina aunque pareciera que la vida continúa en las páginas en blanco que le siguen o en otros libros.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.