A principios de la década pasada leí dos libros que tenían que ver con Guillermo Saccomanno. Uno, El oficinista, de su autoría, Premio Biblioteca Breve 2010 de Seix Barral, que me dejó la amarga sensación de la construcción de una historia con hechos cotidianos, mínimos, a veces asfixiante. El segundo, Trilogía de Entre Ríos, cuya autora es Perla Suez, pero tiene un prólogo firmado por Saccomanno del cual extraje algunas notas que sirven tanto para la obra de Suez como para su más reciente libro, Arderá el viento, que obtuvo el Premio Alfaguara de novela 2025.
El prólogo comienza con la memoria y crueldad que revelan las palabras, las sospechas que estas traen a cuestas. Y es que “el acto de sospechar, constituye, ni más ni menos, una moral de la escritura: sospechar de la palabra. Porque en la sospecha hay un saber. Así como la paranoia siempre tiene algo de razón: Kafka, el mejor ejemplo”.
Ante la advertencia de Saccomanno, uno se percata que siempre hay que sospechar, en especial, de una novela que lleva por título Arderá el viento. Sabemos de antemano que hay una tragedia, pero luego nos percatamos que es más que una tragedia porque todos los personajes están implicados en esta historia que se divide en dos: “Nosotros” y “Ellos”.

No basta con decir que está contada en dos partes, si no que la primera consta de un párrafo, en donde se expone los hechos desde la aparición del cadáver, o más que los hechos, los involucrados en la historia de un pueblo, y la segunda, de 127 párrafos. No las conté. Están numeradas, porque la historia, que son muchas historias —de acuerdo a las versiones de cada personaje— tiene la virtud de ser armada con un tempo que, para contarla, basta un párrafo. No importa que tan corto o largo sea, es un párrafo, es una historia, son muchas historias.
Las referencias sobre literatura y música dan pistas al lector. El ritmo está marcado, bien sea por Maurice Ravel o el grupo ABBA, pero en todas el piano es protagonista y si no hay, no importa.
Una vez internado en Arderá el viento, no es casual el comentario: “El Concerto pour la main gauche en ré majeur, más conocido como el Concierto para la mano izquierda, se compone de un solo movimiento con las variaciones de dos contrarios. Empieza con un clima oscuro. El piano tiene una irrupción magnífica y enfrenta la orquesta”.
A veces el piano va solo, con las dos manos del ejecutante. La izquierda no está solitaria, como sugiere el nombre del concierto de Ravel. A ratos, hace un juego junto a la orquesta, pero no me crean, no soy especialista en esta área.
Arderá el viento también se enfrenta a una orquesta conformada por la nominación lacónica que el autor refiere cuando parte la historia en “Nosotros” y “Ellos”.
Una vez que aparece el cadáver, los cinco tiros de una 9 mm, estamos al inicio, en “Nosotros” —supongo que uno se debe incluir—, en exponer quién es quien en esta historia, ahora queda indagar las variantes que puede tener la verdad si es que esta sirve de algo.
“Se estima que cuando uno empieza a escribir una narración —continua el prólogo de Saccomanno para Suez— parte de un saber tanto vital como de lectura. Pero basta internarse en la escritura para advertir que es más lo que se ignora que aquello que se supone conocer. Por eso los buenos relatos no son aquellos que dan respuestas sino los que abren interrogantes sobre la historia privada y la pública, la complicada red que conecta el infierno personal con el colectivo. Compartir un enigma conflictúa”.
De alguna manera hemos participado en un crimen así no hayamos sido ejecutantes, formado parte del móvil. Basta con una palabra, una mirada, incluso con el silencio, que puede ser el crimen más atroz, que generalmente va acompañado de la indiferencia.
Guillermo Saccomanno está armado de un pulso literario adiestrado por “la materia con que trabaja, el lenguaje, su dúctil y engañosa maleabilidad”. Si usted está dispuesto a ver retratada una sociedad a propósito del infierno de un pueblo, se va a percatar que el viento siempre está presente, así como la literatura.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.






