Desde La Habana, Cuba, llegan buenas noticias. La poeta venezolana Esmeralda Torres gana el premio Casa de las Américas 2025, en la categoría de poesía, por su poemario “Cuerpo quebrado lumbre”.
Recientemente recibió el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2023, México, por su poemario Mudar la casa y se prepara para participar en el Festival Mundial de Poesía en Medellín, en donde fue invitada por el comité organizador.
Esmeralda Torres nació en Ciudad Bolívar (1967), pero desde su niñez vive en Cumaná, estado Sucre, en donde reside actualmente.
Es poeta y narradora que ha recibido diversos reconocimientos nacionales e internacionales. En 2023 recibió la mención honorífica en la categoría Cuentos de Casa de las Américas por “La noche de la casa”.
Con el cuento “Tratado de la envidia” logró en 2019 el Diploma de Honor Guillermo Edmundo Chaves en el XIV Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales, que organiza y promueve la Fundación “Gabriel García Márquez”, en conjunto con el Ministerio de Cultura de Colombia y la Gobernación de Nariño.
Torres obtuvo mención especial en la I Bienal Nacional de Literatura Gustavo Pereira por su obra poética “Diario para una tormenta”; premio IV Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares por “El canto de la salamandra” y premio de la VIII Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo.
Recibió mención especial en el II Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca por “Un hombre difícil” y ganó este concurso en 2021 en la mención narrativa con “El libro de los tratados”.
Asimismo, fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura Solar por “La noche de los tamarindos” y también resultó ganadora de la II Bienal Julián Padrón con su novela “La equivocación de Cortázar”.
Ha publicado los poemarios Diario para una tormenta (2013), Resplandor de pájaro (2020) y La noche de los tamarindos (2023); en narrativa, los libros de cuentos Historias para Manuela (2009), Cuentos de última noche (2010), Un hombre difícil (2011), El canto de la salamandra (2013) y Callejones sin salida (2019), así como la novela El libro de los tratados (2022).
Este miércoles 23 de abril, en el marco del Día Internacional del Libro y la Lectura, el Centro Nacional del Libro (Cenal) anunció las ganadoras del I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra, convocado entre el 16 de enero y el 15 de marzo de este año.
Este concurso, a cargo del ente rector de la Plataforma del Libro y la Lectura del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC), estuvo dirigido a jóvenes estudiantes de bachillerato y se inspiró en la celebración de la vida y obra de Teresa de la Parra, una de las escritoras venezolanas más destacadas del siglo XX.
El Cenal recibió 220 manuscritos en las categorías cartas, cuentos y ensayos.
El jurado, integrado por Maribel Prieto, Yris Villamizar y Ana Mirian Navas, seleccionó 42 obras: 31 cuentos, 7 cartas y 4 ensayos.
Estas obras destacadas formarán parte de una antología de escritos juveniles de liceístas.
El jurado resaltó las habilidades y potencialidades estéticas y literarias en el ejercicio de la escritura de las participantes.
“Queremos expresar nuestro reconocimiento y agradecimiento a todas las niñas y adolescentes que participaron con esfuerzo, dedicación y creatividad”, expresó Prieto, quien dio a conocer el veredicto.
A continuación te presentamos el listado de ganadoras:
Más de 500 millones de ejemplares de libros se han sembrado en los hogares venezolanos desde el inicio de la Revolución Bolivariana, en 1999, hasta 2025 con una política de promoción del libro y la lectura impulsada por el Comandante Hugo Chávez Frías y que hoy continúa con el presidente Nicolás Maduro Moros.
Así lo dio a conocer este 23 de abril, a propósito de celebrarse el Día Internacional del Libro y la Lectura, el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal).
“Con el libro celebramos la lectura, celebramos que nuestro pueblo ha logrado con todas sus hazañas, con toda sus batallas, tener en cada una de sus casas, en cada uno de sus lugares donde viven, en sus comunas, libros por doquier, y esos libros han sido una siembra que desde hace 26 años se está realizando y hemos llegado a entregar más de 500 millones de ejemplares como semillas”.
Agregó que el resultado de este colosal logro es que “pueblo que lee también es pueblo que escribe”.
Como ejemplo de ello, el viceministro Cazal destacó los frutos de la masificación de la lectura como los resultados obtenidos en el I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra dirigido a liceistas y convocado por el Cenal este año. Refirió que ya hay ganadoras y los manuscritos con los que participaron serán recopilados en una antología.
“Unas niñas han sido partícipes del acto creativo y han presentado sus propuestas a este concurso desde las aulas, desde todos los rincones del país”, dijo el viceministro Cazal.
Ilustró que también como cosecha de todo el esfuerzo en materia de promoción de la escritura y lectura este 23 de abril se anunciaron igualmente los ganadores del VXIII Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores.
“Este concurso ya tiene una larga trayectoria; de allí han salido escritores que hoy son de una pluma importante para nuestro país”, resaltó Cazal.
Añadió que los ganadores de este concurso serán publicados en la colección Las formas del fuego.
Además, indicó como una primicia la publicación por entregas a partir de este viernes 25 de abril de un nuevo libro de Benito Yrady sobre Rómulo Gallegos y la Generación del 28 bajo la edición de Monte Ávila Editores.
“Vamos a ir cada dos días presentando cada nuevo texto desde la página web de Monte Ávila Editores”, informó.
“Este es un país del libro y por esto tenemos que felicitarnos”, aseguró el viceministro Raúl Cazal.
Con diversas actividades en torno a los logros editoriales de la Revolución Bolivariana, el anuncio de ganadoras del I Concurso Juvenil de Literatura Teresa de la Parra, el veredicto del VXIII Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores y la entrega del Premio Aquiles Nazoa a la promotora de lectura Marialcira Matute se celebró este miércoles 23 de abril el Día Internacional del Libro y la Lectura en los espacios del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), en Caracas.
El encuentro, organizado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) a través del Centro Nacional del Libro (Cenal) y el Celarg, incluyó el conversatorio “El libro y la lectura en la Revolución Bolivariana” con un panel encabezado por el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Cenal, Raúl Cazal, en compañía de los escritores Benito Yrady, quien es el autor nacional homenajeado en la edición 20 de la Filven; Luis Alberto Crespo, actual presidente de la Fundación Biblioteca Ayacucho, y Luis Britto García, reconocido autor e intelectual venezolano cuyo nombre lleva la sala de lectura del Celarg.
“Este es un país del libro y por esto tenemos que felicitarnos”, aseguró el viceministro Raúl Cazal, quien hizo un recorrido por los logros editoriales del Gobierno Bolivariano desde la llegada del Comandante Hugo Chávez Frías, gran promotor de la lectura, hasta la actualidad con el presidente Nicolás Maduro Moros.
Cazal destacó que en 26 años de Revolución Bolivariana se ha logrado la impresión y distribución de más de 500 millones de ejemplares publicados, un esfuerzo que, agregó, ha incluído la participación no solo del Mppc sino también de diferentes instancias públicas.
“Se han publicado más de 500 millones de ejemplares, y creo que nos quedamos cortos todavía en la estadística que manejamos. ¿Dónde están esos libros? Están en casa, están con la gente, están en todos los lugares. Y la gente los recuerda, la gente tiene ya un imaginario de que este es un país del libro”, expuso Cazal.
La distribución gratuita y masiva de la Biblioteca Familiar, así como las ediciones masivas de la Biblioteca Básica de Autores Venezolanos, la Biblioteca Básica Temática con una selección de ensayos en formato minilibro de bolsillo, la entrega gratuita de un millón de ejemplares de Don Quijote de la Mancha y un millón 500 mil ejemplares de Los Miserables en tres tomos, así como la creación de la Filven, la Fundación Editorial El perro y la rana, la red de Librerías del Sur, la Imprenta de la Cultura y la Distribuidora Venezolana de Cultura fueron citados como algunos de los hitos en política de promoción del libro y la lectura durante los inicios de la Revolución Bolivariana.
El poeta Luis Alberto Crespo, presidente de la Fundación Biblioteca Ayacucho, destacó los logros editoriales especialmente en el contexto de los desafíos del país ante el bloqueo económico en los últimos tiempos y recordó al Comandante Chávez como un gran lector que valoraba la lectura como base para la transformación espiritual.
Libro por entregas y Premio Aquiles Nazoa
Entre las noticias de este día, el escritor Benito Yrady aprovechó la actividad en el Celarg para anunciar que a partir de este viernes 25 de abril se estará publicando por entregas su libro “Mis papeles errantes. Entre Rómulo Gallegos y aquella generación del 28”, con la edición de Monte Ávila Editores. La obra incluirá reportajes que hizo Yrady sobre el célebre autor de novelas como Doña Bárbara y Canaima, que pasaron a convertirse en clásicos hispanoamericanos.
Como parte de la celebración también se otorgó el Premio Aquiles Nazoa del MPPC a Marialcira Matute, conductora de La Librería Mediática, por su destacada trayectoria y contribución al fortalecimiento de la identidad cultural y la lectura.
Matute recibió el premio de manos del viceministro de Cultura Raúl Cazal y señaló que llega justo en la celebración de los 20 años de la Librería Mediática en VTV, “un momento significativo, marcando dos décadas de transmisión ininterrumpida de programa dedicado a los libros en la televisión venezolana”.
Matute refirió que precisamente el escritor Luis Britto García, presente en el encuentro, ha participado en varias entrevistas.
Britto García, premio nacional de literatura, señaló que “tenemos una sola vida y el libro nos permite vivir infinitas experiencias”, con lo que invitó a que se siga cultivando este hábito.
Jóvenes escritoras premiadas
Durante el encuentro el Cenal anunció las ganadoras del I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra, convocado por el ente rector de la Plataforma del Libro y la Lectura del Mppc entre el 16 de enero y el 15 de marzo de este año, dirigido a jóvenes estudiantes de bachillerato e inspirado en la celebración de la vida y obra de Teresa de la Parra, una de las escritoras venezolanas más destacadas del siglo XX.
El Cenal recibió 220 manuscritos en las categorías cartas, cuentos y ensayos. El jurado integrado por Maribel Prieto, Yris Villamizar y Ana Mirian Navas seleccionó 42 obras: 31 cuentos, 7 cartas y 4 ensayos. Estas obras destacadas formarán parte de una antología de escritos juveniles liceístas.
“Queremos expresar nuestro reconocimiento y agradecimiento a todas las niñas y adolescentes que participaron con esfuerzo, dedicación y creatividad. Extendemos este agradecimiento a sus maestros y representantes por el apoyo brindado en el desarrollo de sus habilidades y potencialidades estéticas y literarias en el ejercicio de la escritura. Su participación es testimonio del valioso legado literario de nuestra nación y de la inspiración que Teresa de la Parra sigue generando en las nuevas generaciones”, resaltó Prieto durante la lectura del veredicto.
Veredicto de Autores Inéditos
También en el marco de esta celebración del Día Internacional del Libro y la Lectura se dio a conocer el veredicto del VXIII Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, cuya lectura estuvo a cargo del escritor y miembro del jurado José Negrón Valera, quien destacó la vitalidad de la literatura venezolana y el papel perdurable del libro.
En Narrativa obtuvo el premio Gerardo González por “Las viudas de Ciudad Zamora”. En Ensayo resultó ganador Roger Landa con “Dialéctica, valor y dominación”.
En Literatura Infantil ganó Maryam Márquez con “El sueño de los ermitaños”. En Dramaturgia resultó elegido Daniel Forero por “Las formas”. En Poesía ganó Stefano Carcone por “Adiós Samantha”.
Igualmente a través de Monte Ávila se pueden conocer las menciones especiales y honoríficas concedidas.
Finalmente, el evento permitió al público disfrutar de un recital poético a cargo del compositor, trovador y productor musical Leonel Ruiz con los poemas “Canto antibloqueo” de Earle Herrera y “Murmuraciones de Sobremesa con Jacques Prevert” de Aquiles Nazoa.
A través del Centro Nacional del Libro (Cenal) y el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) invita a celebrar este 23 de abril el Día Internacional del Libro y la Lectura con actividades en la sala de lectura Luis Britto García del Celarg, en Caracas, a partir de las 10:00 a. m.
En este encuentro se realizará el conversatorio “El libro y la lectura en la Revolución Bolivariana”, a cargo del viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Cenal, Raúl Cazal.
Además, se anunciarán las ganadoras del I Concurso Nacional Juvenil Teresa de la Parra, a cargo del Cenal, y se dará a conocer el veredicto del XVIII Concurso de Autores Inéditos de Monte Ávila Editores.
También el público podrá disfrutar de un recital poético con el reconocido trovador, compositor y productor musical Leonel Ruiz en homenaje a los escritores Earle Herrera y Aquilez Nazoa
El Día Internacional del Libro fue decretado por la UNESCO con el objetivo de fomentar la lectura, además de dar a conocer el derecho de la propiedad intelectual para el autor de su propia obra literaria.
Con esta fecha se busca fomentar y descubrir el placer de la lectura, valorar todo el aporte cultural y el legado de los grandes escritores tanto del pasado como del presente.
La muerte acecha en cada capítulo de Todo llevará su nombre, de Fermín Goñi, en donde toma pulso de cada latido de los últimos días del Libertador Simón Bolívar, pero también es su paso por la vida en un tiempo en que no reparó ni se detuvo por su salud. Fue un mal enfermo que se autodiagnosticó y se rehusó a las curas.
Una de las escenas iniciales es la “familia” de Bolívar, que presentan a una esclava en Santa Marta. Ella desconoce que es libre, porque quienes están con el Libertador, son libres, y ella quiere ser parte de la familia —y lo consigue con sus cuidos y rezos—.
Vivió las angustias de las horas pasar sin mejoras del enfermo con la familia que se había reducido a la cocinera Fernanda Barriga, el mayordomo José Palacios, su sobrino el teniente Fernando Bolívar, los edecanes el coronel Belford Hinton Wilson y “el capitán Andrés Ibarra, el coronel José de la Cruz Paredes, el capitán de su guardia personal Lucas Meléndez, el auditor de guerra Manuel Pérez de Recuero, el comandante y comerciante canadiense John Glenn y los generales Mariano Montilla, José María Carreño y José Laurencio Silva”.
Faltó el general irlandés Daniel Florencio O’Leary para completar el cuadro familiar. Hay muchos más hombres y mujeres que debieron estar en esa pintura de Antonio Herrera Toro, como Manuela Sáenz, Rafael Urdaneta, entre otros, que lo acompañaron en batallas y también con él pasaron a la eternidad. En la foto de Fermín Goñi están en el relato de la vida y angustias finales de Bolívar.
Goñi toma una foto de esta familia y la pone en movimiento, pero en clave de novela, para presentar a un Bolívar a través de los ojos, oídos y manos del médico francés, que acababa de cumplir 34 años, Alejandro Próspero Reverend, quien conoció de primera mano las historias sobre el Libertador por quienes lo acompañaron y fue protagonista de la hora final.
Mientras el doctor intenta conseguir el medicamento para la cura del paciente llega el teniente coronel Francisco de Miranda —hijo menor del Generalísimo— con unas botellas de vino, de las que le gustaba a Bolívar, pero es mal momento para beber y celebrar.
La novela avanza con los días. Por un momento pareciera que los números de los capítulos son los mismos de los días, pero Goñi, escritor de novelas negras, que participa activamente la semana negra de Gijón —a veces como jurado—, convierte la historia en una de intriga en donde el lector pasa a formar parte de la vida familiar de Bolívar, que no quiere que avancen los capítulos, pero es inevitable, así como la vida continúa, también la lectura.
Sobre Bolívar hay varias biografías e innumerables documentos que a lo largo del tiempo fueron recuperados. A principios de la década de los noventa, un grupo de poetas que dirigían la extinta revista de Kuaimare, me preguntaron qué libro recomendaba. Sin cortapisas le dije El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez.
Se asombraron que alguien a estas alturas de la vida recomendara al Gabo, pero sobre todo porque se trataba de Bolívar. Era la época en que los héroes no debían ser héroes, era el tiempo del “fin de la historia”.
Recuerdo el día en que un amigo hace un par de años me dijo con sorpresa, mientras sacaba de su mochila el libro El vuelo del alcatraz, de Francisco Herrera Luque, que por qué no había leído antes esta novela.
Herrera Luque falleció en 1991 y esa fue una de sus obras que vería la luz casi a final de milenio. Ambas novelas históricas contrastan más allá de lo literario. La del laberinto muestra a un héroe que lo espera un destino; en la del vuelo, Bolívar es visto desde las dimensiones del héroe y, a veces, de antihéroe, al punto que no tiene remedio.
Fermín Goñi advierte en varias oportunidades en Todo llevará su nombre el “laberinto” del Libertador, pero no como palabra final ni como destino. La muerte es un tránsito inevitable y, en el caso de Simón Bolívar, previsible, más si se ve con los ojos de un médico; pero la familia, incluido el francés, saben de la grandeza de un hombre que se les escapa de la vida y que va a despertar “cuando despierta el pueblo”.
Reconstruir la dimensión humana del Simón Bolívar, más allá de la sacralización que a lo largo del tiempo promovió la historiografía académica, ha sido objetivo común entre quienes asumieron el reto de escribir sobre el Libertador de América.
García Márquez, Herrera Luque, Denzil Romero, William Ospina, Pablo Montoya y Álvaro Mutis, entre otros, se afanaron en crear su propio Bolívar.
En la búsqueda de esa dimensión humana, varios de ellos se concentran, no por casualidad, en el período vital más vulnerables del prócer, los días previos a su muerte.
La empresa no era fácil, basta entrar a cualquiera de esos textos para convencerse. Más allá de lo propiamente militar, no importa cual rasgo del libertador sirva de trampolín a la creación literaria —sus pequeñas rutinas personales, su pasión por las mujeres, su inclinación por la lectura— la dimensión heroica termina, más temprano que tarde, por filtrarse en la página como la huella de un fantasma.
La mitificación se concreta por diversas vías: el uso frecuente de la hipérbole al referir las peripecias del héroe; diálogos entre personajes secundarios que ensalzan la obra de Bolívar; o sus propias reflexiones sobre su vida pasada. Como fuere, la narración termina invadida por el carácter heroico del personaje en desmedro, incluso contra la voluntad del narrador, de su condición mortal.
Proponer una visión opuesta hasta el extremo al discurso panegírico es, a no dudarlo, el aporte más original de Todo llevará su nombre, de Fermín Goñi.
El autor logra un acercamiento amoroso a la figura del Libertador que está en general ausente en otros autores. La grandeza del personaje, sus actos heroicos, la admiración de todo un continente, pueden encontrarse en las páginas de la novela, pero como un referente borroso, que no obstruye la imagen de miseria y degradación a la que se ve reducida la grandeza de Simón Bolívar.
Lo central en la novela es una cotidianidad repetitiva impulsada por un trabajado realismo que convierte a lector en testigo inmediato de lo que sucede en San Pedro Alejandrino.
Como estrategia narrativa, Goñi ha elegido restringir drásticamente el espacio y el tiempo del relato. Si, por ejemplo, en El general en su laberinto de García Márquez el periplo final de Bolívar da inicio en Bogotá para finalizar en Santa Marta, en Todo llevará su nombre la acción se concreta a los últimos diez días del Libertador. Así, pues, desde la primera página de la novela surge un Bolívar disminuido física y moralmente, degradado en su grandeza, dolorosamente enfermo.
Esos diez días transcurren en la inevitable repetición de unos rituales condenados al fracaso. Ritos que encarnan en las cataplasmas de Próspero Reverend, aplicadas, un día sí y otro también, a la casi inexistente humanidad del prócer; o en las papillas de sagú que la cocinera Fernanda Barriga prepara sin pausa con la esperanza de que el enfermo acepte un par de cucharadas; o, en fin, en la tina siempre tibia que mantiene José Palacios, por si Su Excelencia quisiese tomar un baño.
Tales hechos, intrascendentes si se observan desde la atalaya de lo heroico, desde la cercanía afectiva que la novela explota con maestría sirven para realzar la dimensión humana del Libertador en su hora más menguada. Para ello el narrador ha rodeado a Bolívar de varios personajes que, como la joven esclava Joaquina, ignoran o entrevén apenas la trascendencia militar y política del enfermo.
Goñi ha rearmado el relato de la agonía y muerte del Libertador con un realismo que oculta toda estratagema narrativa y cumple a cabalidad con la propuesta de Ole Sauerberg: “Las novelas históricas pretenden que el lector acepte su narrativa como más veraz que un texto basado en los áridos hechos de la historia, afirmando que el embellecimiento dramático y las conjeturas producidas por la imaginación del novelista llenan los vacíos de nuestro conocimiento acerca del pasado y le hacen cobrar vida”.
Todo llevará su nombre es una aproximación inédita a Simón Bolívar; una lectura que merece estar disponible en cada biblioteca y en cada escuela; una vía para acercar a los lectores a un Libertador palpable e intensamente humano.
¿Cuánto de realidad y ficción puede contener una biografía?, es la pregunta frecuente que se hace el lector. Sin embargo, Maryse Condé cuando escribió sobre su abuela Victoire, también se hizo la misma interrogante sobre pasajes de la vida de algunos de los parientes que no conoció y de los que poseía poca información, pero eso no le impidió reconstruir sus pasos en una biografía que se lee como una novela de ficción.
“Es indiferente si recuerdo o invento, si tomo prestado o imagino”, es una frase de Bernard Pingaud que Condé usa como epígrafe para marcar el inicio de su travesía en el tiempo.
El título original, escrito en francés, es Victoire, les saveurs et les mots (2006), que sin temor a traicionar a la autora de Guadalupe, pudo haber sido traducida “Victoire, los sabores y las palabras” o “Victoire, sabores y palabras”, que como enumeración simple, pudo haber sido la intención de la autora para generar expectación en el lector.
El título de la edición en español —Victoire. La madre de mi madre, 2024— también tiene ese juego que perturba a la razón de la lengua, puesto que la palabra “abuela” tiene un significado que se explica en el subtítulo, pero las cosas no son tan simples como parecen.
A veces nos atenemos a las ataduras de las reglas de las academias de las lenguas, sin embargo la vida tiene muchas otras salidas con sus juegos de palabras. Si bien Condé falleció hace un año, el 2 de abril de 2024, y desconocemos si hay una edición anterior a la presentada por la editorial Impedimenta, pues no dudo que la autora estaría completamente de acuerdo con este juego de palabras, porque si bien madre es madre, aún a corta edad, también los papeles se intercambian a gusto y disgusto, pero sobre todo porque la biografía sobre su abuela también lo es sobre su madre y sobre sus orígenes.
Escrita en la madurez, la visión es muy diferente a la que en su juventud tenía sobre sí misma, como mujer y negra, nacida en la colonia aunque la independencia llevara ya dos siglos, porque los vestigios de la esclavitud y el machismo, siguen intactos a pesar de los derechos obtenidos.
“Ya conté en Corazón que ríe, corazón que llora que nadie de mi familia me instruyó acerca de la trata —esos viajes iniciáticos que fundaron nuestro destino de antillanos—, ni tampoco de la esclavitud. Tuve que negociar sin ayuda alguna el peso de tan terrible pasado. Las historias individuales, en cambio, sustituyeron a la historia colectiva”.
Esta historia se repite una y otra vez en nuestro Caribe, en nuestras tierras. Benito Yrady cuando presentó los testimonios de tres cimarronas venezolanas con su libro La caja de los truenos (2024), hizo énfasis en cómo ellas se identificaban: negras descendientes de africanos esclavizados. Esta identificación no es algo común a pesar de todo el esfuerzo que se ha hecho para comprender nuestros orígenes.
Y mucho en común tienen estas historias de Condé e Yrady, con la diferencia, quizás, de la musicalidad en la escritura. En La caja de los truenos uno siente el vibrar del tambor, el sonido del pilón, el bailar en el andar, el espíritu de rebeldía, mientras que en Victorie la música que predomina es la de Bach y constantemente hace alusión a Carmen, de Bizet.
Condé ha tenido diferentes posiciones políticas en la vida, además de las evidentes confrontaciones en ideas, de su distanciamiento con Aimé Césaire después de releer a Franz Fanon. Hago énfasis en “releer”, porque cuenta en La vida sin maquillaje que la primera vez que lee Piel negra, máscaras blancas (1952), a los 18 años, tiene una impresión errática.
Nueve años después fallece Fanon, pero ella ya vivió en África, en Ghana y los cambios políticos con la independencia de ese país. Comprende, a su manera, que no era una “condenada de la tierra”, porque sus padres fueron negros burgueses aunque estos pasaron vicisitudes que marcaron su formación.
Maryse Condé no escamotea las contradicciones vividas porque más bien reafirma la lucha que hay que emprender, que todos provenimos de África y que seguimos siendo esclavizados del orden establecido por el imperio.
Siendo un libro con muchas aristas, Victoire, la madre de mi madre de Maryse Condé es, sobretodo, una biografía amorosa, que se despliega a los ojos del lector a través de múltiples recursos literarios. La obra reconstruye una sociedad colonial llena de prejuicios y discriminación. Ilustrado todo con una profusión de palabras en creole y con la presencia de un curioso archivo gastronómico.
Nunca ha dejado de sorprenderme la alegría con la que ciertos grupos familiares acostumbran a rememorar los acontecimientos pasados, cual si de un viaje en el tiempo se tratara. Traen al presente hechos y personajes y se regocijan entre ellos como si estuvieran vistiendo un traje nuevo.
Esa misma impresión se tiene al leer Victoire, la madre de mi madre. Se puede muy bien entrar a la novela e imaginarse una reunión de parientes sentados en círculo contándose, por enésima vez, historias de su propia familia que ya todos conocen.
Hay algo de magia y de ritual en ese revivir la historia familiar, como si fuese indispensable para afirmarse como linaje, más allá de ulteriores coincidencias con los integrantes de la comunidad a la que pertenecen.
Por esa vía, Maryse Condé logra un discurso de una engañosa simplicidad, que se mantiene hasta la última página en el filo de la navaja entre la biografía y la novela. En lo atinente a lo biográfico, no se inhibe a la hora de exponer sus fuentes documentales, hacer público el proceso de investigación que sustenta su relato, o dirigirse al lector para hablarle desde una primera persona que desborda el artificio literario para anclarse en el acto de recordar. Una evocación que es también artificio, puesto que la nieta que escribe confiesa que nunca conoció a esa abuela que arma, a lo largo del libro, como si fuera un rompecabezas.
Si llega a fallar lo biográfico, aun queda la literatura. No en balde, esa misma voz narradora, que nos ha convencido hasta aquí de su verismo, no se arredra ni se silencia cuando le faltan fuentes documentales: “…no me queda más remedio que imaginar”, confiesa; no como quien reconoce una carencia, sino como quien asume un reto que la libera de la rigidez histórica.
De ese imaginar surge la figura de la abuela, experta en guardar silencio y en deslumbrar con sus guisos. Un ser ideal que le sirve a la autora, entre otras cosas, para hacer un paralelismo entre el talento culinario, considerado como un arte, y su propia experiencia como escritora. “En estas páginas pretendo revindicar el legado de una mujer que, aparentemente, no dejó ninguno. Establecer el nexo entre su creatividad y la mía. Conectar los sabores, colores y aromas de las carnes o las verduras con los sabores, colores y aromas de las palabras.”
El vehículo para engendrar al personaje de la abuela es una prosa que se tiñe, una y otra vez, con frases en creole; con ellas, la narradora crea un halo de identidad al tiempo que introduce costumbres, creencias, personajes, elementos culinarios y cualquier otro indicio de una forma de vida y de una cultura que se debate en las contradicciones propias de su pasado de colonización, esclavitud, y la consiguiente desigualdad.
Todo gracias a un personaje que se describe como anodino, silencioso, poco menos que inexistente: la abuela Victoire.
Así pues, al salir de la novela, el lector se habrá paseado por un colectivo signado por las diferencias sociales y raciales. La voz que narra toma una distancia crítica y juzga la constitución de una sociedad que, viniendo del esclavismo, atraviesa ahora un conflicto de clases que no se resuelve en la simple división entre blancos y negros.
Victoire… es una novela en la que resulta difícil, por no decir imposible, mantener la diferencia entre autor y narrador que establece la teoría literaria. Muy por el contrario, Maryse Condé habla con voz propia para distanciarse o ridiculizar todo lo que ve y cuenta, incluidos sus padres, obsesionados con la esperanza de integrarse a esa clase social y política, llamada los Grandes Negros. Nuevos ricos quienes, en el intento por diferenciarse de los odiados blancos hasta ayer esclavistas, no hacen otra cosa que imitarlos.
Este lunes, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) y la Embajada de la República de Colombia en Venezuela, donaron más de 300 libros a la biblioteca de la Unidad Educativa Nuevo Horizonte, ubicada en Caracas, con el objetivo de fomentar la lectura y el aprendizaje de 1.324 estudiantes de educación básica y media.
La actividad contó con la participación del viceministro de Fomento de la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, y el embajador de Colombia en Venezuela, Milton Rengifo, quienes informaron que el donativo consta de títulos de poesía, narrativa y ensayo, representativos de la creación literaria de ambos países. El embajador Rengifo expresó su satisfacción por hacer este aporte en un sector que cuenta con una comunidad colombiana asentada y resaltó la importancia de los libros para la formación intelectual.
“Está más que verificado y demostrado que en este momento, en el cual se habla de la sociedad del conocimiento, hay que estimular, reforzar y fomentar todo lo que tiene que ver con la educación y en la formación general de los niños y jóvenes”, expresó. Subrayó que, a través de esta alianza, Venezuela y Colombia fortalecen sus lazos de integración, especialmente en el ámbito cultural.
Rengifo indicó que la donación de la Embajada de Colombia reúne 119 títulos de economía, geografia, historia y literatura infantil de dicho país, donde destacan autores como Gabriel García Márquez, Fernando Vallejo, Laura Restrepo, Pablo Montoya, William Ospina, Jorge Franco, Gonzalo Guillén, Alfonso Múnera, Carlos Pizarro, entre otros.
Por su parte, el viceministro de Fomento de la Economía Cultural, Raúl Cazal, señaló que de la formación de jóvenes lectores surgirán los escritores y las escritoras del futuro. “La idea de leer estas historias es también poder escribir nuestras historias y aquí hay mucha historia que contar y hay mucha vida que narrar. Para nosotros es un gran placer y un gran honor estar aquí en esta escuela para entregar a niños y niñas estos ejemplares. Seguiremos contribuyendo con la lectura para crear conciencia en nuestra niñez y nuestra juventud”, afirmó.
El también presidente del Cenal indicó que desde la institución se realizan concursos anuales de literatura para respaldar a nuevos talentos de la escritura. Además, informó que el MPPC se suma a este donativo con 200 libros de diferentes géneros y autores como Earle Herrera, Luis Alberto Crespo, Gustavo Pereira, Carmen Delia Bencomo y Teresa de la Parra. En ese sentido, destacó que es importante que exista la bibliodiversidad para que los niños y niñas puedan escoger lecturas de acuerdo a sus gustos.
En alianza con el MPPC, en 2023 la Embajada de la República de Colombia donó a la Unidad Educativa Nuevo Horizonte el stand de libros expuesto por la hermana nación en la 19° Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven). Desde entonces, ha realizado diversos aportes a la escuela para la remodelación de sus instalaciones y el enriquecimiento de su oferta académica.