“Historia del señor Cody” de Benito Yrady está en la Feria del Libro de Caracas

Monte Ávila Editores presentó en la 15.ª Feria del Libro de Caracas “Historia del señor Cody”, la más reciente novela de Benito Yrady, escritor, investigador, gerente cultural y docente venezolano homenajeado en esta fiesta literaria instalada en la Galería de Arte Nacional.

La actividad estuvo a cargo del viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, quien compartió impresiones acerca del proceso de producción de la obra, junto al escritor y catedrático de Lengua y Literatura zuliano Cósimo Mandrillo.

El viceministro Cazal destacó que Benito Yrady entiende que en la escritura hay un poder creador que va más allá de transcribir los hechos y reveló que en Historia del señor Cody se nota cómo el autor tiene conocimiento de todas las partes del país, y lo poco que no conocemos cada quién de nuestro propio terruño.

En la novela, que cuenta con 208 páginas, Yrady aborda la historia de Venezuela sin nombrarla en una narración que permite distinguir los límites de cuánto hay de ficción y realidad en todo el relato, transversalizada por el imaginario del petróleo.

Yrady, nacido en El Tigre, estado Anzoátegui, y quien apareció en la escena literaria con su libro de cuentos Zona de tolerancia (1978), que tangencialmente toca el petróleo, ha manifestado que su ciudad de origen fue su fuente de inspiración para escribir toda su obra que tiene que ver con el preciado recurso energético.

En la novela aparecen unos personajes foráneos que hablan de sus tierras -en donde intervienen James Joyce, Ernest Hemingway, Walt Withman, entre otros- y de un “país del petróleo”.

“Todos estos autores que él (Yrady) condensa en su obra los coloca, a comer juntos, a reunirlos, es ahí donde dices eso parte de la ficción, gente que son de diferentes tiempos, de diferentes estéticas literarias, pero están juntos; esto evidencia la cantidad de autores tan diversos que tiene en su vida literaria”, explicó Cazal.

Por su parte, Cósimo Mandrillo comentó durante su intervención que “Historia del señor Cody” es una novela muy rica con un increíble caudal de conocimientos que se deja leer; además, destacó el manejo de tantos personajes, tantos elementos, tantos espacios geográficos, que la convierten en una novela que todo escritor le gustaría escribir.

Mencionó el salto que Yrady da en referencia a sus otros libros, más testimoniales y crónicas, a una novela imaginativa y trabajada, porque no es solo reunir a importantes autores, sino entretejerlos en una historia.

“Es un juego interesante, bien hecho, este viaje termina en Venezuela, que no se nombra directamente, sino como el país del petróleo. Se alude a Venezuela con mucha curiosidad, se evidencia la mitología, las riquezas, y poco a poco se acerca al país”, detalló Mandrillo, quien reveló que entre los elementos principales de esta novela hay dos personajes que en principio eran entrañables y que luego resultan ser representantes de petroleras transnacionales.

“Aquí vemos algo de esa violencia de la novela del petróleo, donde se trata la la implantación de la industria petrolera por parte de las transnacionales, el tipo de relación que establecieron con los venezolanos, el tipo de tratamiento al trabajador nacional”, indicó.

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Colección “Insurgencias históricas y afroepistemologías cimarronas” reivindica luchas de afrodescendientes

El perro y la rana presentó en la 15.ª Feria del Libro de Caracas la colección Insurgencias históricas y afroepistemologías cimarronas, un conjunto de obras que buscan reivindicar las luchas históricas y el pensamiento afrodescendiente.

La colección se presentó en el evento literario, instalado en la Galería de Arte Nacional (GAN), con la participación del viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal) y de El perro y la rana, Raúl Cazal; acompañado por el director Ejecutivo de esta editorial, Elis Labrador, y la escritora, investigadora de la cultura afrovenezolana y diputada de la Asamblea Nacional Casimira Monasterios.

Durante la actividad, el viceministro Cazal destacó la importancia de esta colección en la reconstrucción de una memoria histórica que ha sido invisibilizada durante siglos.

Subrayó el compromiso de El perro y la rana, adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, con la difusión de textos en los movimientos afrodescendientes y su influencia en la construcción de nuestra identidad.

Por su parte, Monasterios, quien es oriunda de Curiepe, localidad fundada por negros cimarrones, destacó cómo estas obras no solo rescatan la historia desde una perspectiva afrodescendiente, sino que también proponen nuevas maneras de entender la realidad a través de lo que denominó afroepistemologías cimarronas.

Elis Labrador resaltó que Insurgencias históricas y afroepistemologías cimarronas ofrece una perspectiva crítica y profunda sobre la resistencia y la cultura de los pueblos afrodescendientes.

La colección incluye País mantuano. Ensayos de filosofía del cimarronaje en clave de historia insurgente, de Lilia Ana Márquez Ugueto; África y afrodescendientes en las Américas y el Caribe, de Jesús “Chucho” García; también de este autor está Cimarronaje, afroepistemología y soberanía intelectual.

Asimismo la integran los títulos Cumbre, cumbe, cumbo, de Flor Alba Cabrera; La partería afro, de Dionys Cecilia Rivas Armas e Ismenia de Lourdes Mercerón; Barlovento de donde viene el viento, con textos de Luis Perdomo, Ibelice Nieves, Sixto Hernández, Elsy Chávez, Aidé Duarte, Ana Salazar y otros, compilados por Jesús “Chucho” García y Luis Perdomo.

Igualmente forma parte de la colección Afrodescendientes festejando entre dioses y espíritus, con textos de Bety Mendoza, César Escalona, Karina Estraño, Gladys Quiroga, Gladys Olbemejías y otros, compilados por Diógenes Díaz.

Estos títulos y muchos más pueden hallarse en el estand de Librerías del Sur.

El retorno a la historia y la ficción

La historia está allí. Es pasado y presente en la medida en que se nombra, de otra forma es olvido. Esto último, es algo que los colonizadores quieren que suceda. Que se olvide que se impusieron a sangre y fuego y que tan solo nos dejaron modos de vida y lenguaje.

Carlos Fuentes en entrevista con Joaquín Soler Serrano resume que “el lenguaje sostiene al poder, el lenguaje es la cultura, es comunicación, es memoria o es olvido”. 

Historia y lenguaje están intrínsecamente relacionadas. Continúa Fuentes: “…el hecho de escribir novelas está íntimamente ligado al acto de la memoria […]. Para mí, el problema como hispanoamericano es recordar todo lo no dicho por la historia; es rescatar del silencio casi cuatro siglos de nuestra historia, pues creo de la manera más profunda que un individuo (o un pueblo) sin un pasado vivo no puede tener un presente vivo ni un futuro viable”.

Traigo a colación al escritor Carlos Fuentes porque desde México recientemente se conoció que un autor nacido en Mozambique se alzó con el Premio de Literatura en Lenguas Romances 2024 que otorga la FIL Guadalajara —desde 1991 hasta 2005 se conocía como Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo—. 

Se trata de Mía Couto, quien ha dedicado buena parte de su literatura a la historia de su país desde la ficción. Mozambique hasta 1974 fue colonia de Portugal.

A propósito de este premio nos acercamos a algunas de las historias de Africa y, en específico, de Mozambique. Su más reciente novela, El mapeador de ausencias (2020), podría considerarse que es la historia del retorno tantas veces contada, desde La odisea hasta nuestros días, solo que esta vez el retorno no es sólo a un espacio geográfico, sino a la memoria, a contar el tiempo que el narrador no puede —ni quiere, ni debe— olvidar.

“La historia, en otras palabras, no es una máquina de calcular. Brota en el pensamiento y en la imaginación y toma cuerpo en las respuestas de la cultura de un pueblo”, sostiene el escritor británico Basil Davidson. 

Bajo similar premisa Couto despliega sus ars poética y narrativa en El mapeador de ausencias, en donde prevalece la visión mozambiqueña, la forma de ver la vida que algunos estudiosos de la literatura llaman “realismo mágico”. Pero Mia Couto afirma que en su país se vive un “realismo real”.

“Mozambique existe porque es un gran productor de historias. Y estas surgen de la confrontación y la convivencia de diferentes culturas, pueblos, naciones, religiones… que para poder trenzarse en armonía de fronteras tienen que presentarse, construirse en personajes. Y a partir de esos fragmentos, poder producir la gran epopeya nacional”, asegura Couto.

El autor ha obtenido el Premio Camões en 2013 y sus novelas Tierra sonámbula (1992) y El vuelo del flamenco (2000) han sido llevadas al cine.

Es biólogo, periodista y escritor que transita por los géneros de poesía, cuentos y novela. Desde temprana edad fue parte de la construcción de la Agencia de Informativa de Mozambique, una vez independizado de Portugal.

En El mapeador de ausencias se mezcla la poesía en frases de los personajes y epígrafes con los sueños y cartas, informes y personajes que vivieron en otros tiempos y los que extrañamente sobrevivieron, sin que el lector se pierda en la narración de la historia.

No puede faltar el desencanto por los cambios que no se realizaron a raíz del triunfo del Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), lo que nos hace pensar que la FIL Guadalajara no da puntada sin dedal ya que la organización de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Guadalajara ha tenido diversas controversias con el actual mandatario Andrés Manuel López Obrador.

Una vez terminada la lectura me asaltó la canción del grupo de rock mexicano El Tri:

Ella existió solo en un sueño
Él es un poema que el poeta nunca escribió
En la eternidad los dos
unieron sus almas para darle vida
a esta triste canción de amor.

La novela de Mía Couto no es de amor, no es triste, ¿o sí?

Colofón: “No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” (Serrat).

Mujeres que no saben volar

Decía Edward Said, el maestro de los estudios poscoloniales, que ningún imperio confiesa su ánimo de conquista y saqueo; antes bien, prefieren verse y mostrarse como educadores y libertadores. Mucho de esa concepción abunda en las páginas de El mapeador de ausencias, de Mia Couto, una novela que puede leerse sin problemas como testimonio del dominio portugués en Mozambique, dominio sostenido a sangre y fuego durante el cual, a la par que se asesinaba y saqueaba, se nutría la noción de “un Portugal sin razas y sin racismo”.

La novela, sin embargo, va mucho más allá de esa lectura evidente.

Si intentáramos trasladar a un diagrama el armazón narrativo de El mapeador de ausencias, terminaríamos con uno de extraordinaria complejidad. La novela se desarrolla en dos tiempos, el de la colonia y el de la independencia; y contrapone las  visiones del mundo de dos culturas asentadas en dos continentes distintos. Por si eso fuese poco, la historia se trasmite por boca de una multitud de personajes a quienes da voz una especie de director de orquesta, que aquí llamaremos narrador principal, dedicado a recabar testimonios orales, informes públicos, trozos de diarios, correspondencia y cualquier otro vehículo de expresión a la mano.

Al desarrollarse en Mozambique, la narración  se mueve alternativamente de la época colonial a la postcolonial. A pesar de estar poblado por personajes de gran calado psicológico, el relato correspondiente a los años de dominación portuguesa y de la lucha por la independencia se concentra, como era de esperar, en el accionar colectivo bien sea en pro o en contra de esa independencia. Los eventos contemporáneos al  narrador principal, en cambio, aun teniendo como referencia ubicua los hechos de la colonia, se centran en el conflicto individual de un narrador que, como se dice de quienes agonizan, recoge sus pasos para reconstruir, a un tiempo, su propia individualidad y la de un país cuya libertad es problemáticamente reciente.

Este narrador principal es, además,  un escritor cuyo rol a lo largo de la novela es la de rehacer una memoria colectiva a partir de  trozos de información que le son legados y de la fusión de afectos y odios  mediante los cuales se rearma una sociedad que padece de conflictos no resueltos, sea como colonia o como país independiente.

Dos maneras de procesar los hechos se contraponen. Dos formas de interpretar la realidad en las que se enfrentan la racionalidad occidental de los blancos portugueses con esa otra racionalidad que solemos asociar con el así llamado pensamiento  mágico. Se trata en realidad de una manera distinta de formular la realidad propia de la cultura y la tradición Mozambiqueña. No son pocas las veces que en las páginas de El mapeador de ausencias se establece una especie de contrapunteo entre las dos lógicas opuestas:

—Aquella señora no sabía volar (…) Me di cuenta en cuanto apareció en el cielo…

—A ver, Capitine, (…) Queremos hechos, solo los hechos, ¿vale? Nada de gente volando…

—Le diré, señor, que esa señora voló en una dirección muy equivocada…

De modo que todo lo relativo a Mozambique y a la cultura de sus habitantes originarios está envuelto en un halo de poesía y de misterio. Todo se dice en clave, poéticamente. Ningún mensaje es explícito si no se conocen los códigos que lo sustentan

En general no abundan los juicios sobre nada, sea racismo, delincuencia o la mismísima represión desatada por el conquistador. Todo  fluye como parte de la realidad evidente,  inescapable, pero no necesariamente juzgada aunque tampoco aceptada. Si se quiere algún tipo de interpretación de los hechos, hay que deducirla de las decenas de  aforismos que se dejan caer a lo largo del texto, que, revestidos de un cierto fatalismo, dejan asomar el tipo de percepción que cada personaje tiene de los eventos que ocurren en cada momento de la narración.

Muchas de esas frases sentenciosas son pronunciadas por mujeres, representadas en la novela por cuatro personajes que se constituyen, a lo largo de sus páginas, en verdaderos ejes referenciales.

Con El mapeador de ausencias, Mia Couto ha logrado una novela estructuralmente compleja, pero, aunque suene contradictorio, placenteramente legible.

Abierta convocatoria internacional para Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2024

El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, anunció este miércoles 11 de septiembre la apertura del XIII Premio Libertador al Pensamiento Crítico, cuya convocatoria está a cargo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg) y la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad (REDH).

El jefe de Estado dio a conocer el lanzamiento de la edición número 13 del premio durante la clausura del primer Congreso Mundial contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones similares: un frente global por la humanidad, celebrado en Caracas.

Invitó a creadores y escritores del mundo a participar con sus obras sobre el fenómeno del fascismo, neofascismo y la batalla de las redes sociales.

El galardón, creado en 2005, es considerado el más importante reconocimiento al pensamiento contrahegemónico otorgado en lengua castellana.

Hasta el 31 de diciembre estará abierta la recepción de obras.

El premio se regirá por las siguientes bases:

P r i m e r a

Se entiende por obra de pensamiento crítico a toda aquella obra escrita que desde una posición comprometida con la defensa de la humanidad y la perspectiva de que la construcción de otro mundo es necesaria, analice críticamente la realidad del mundo contemporáneo, en forma global o sectorial, en cualquiera de los campos de la actividad social. Así, la guerra, la economía, la política, la democracia, la relación con la naturaleza, los derechos humanos, los derechos de los pueblos, la integración de los países, el racismo, el imperialismo, son temas, entre otros, que pueden ser objeto de ese ejercicio de pensamiento crítico.

S e g u n d a

El premio será concedido al mejor libro publicado y circulado por primera vez en castellano entre el primero de enero de 2020 y el 31 de diciembre del año 2024. Se admiten obras originalmente escritas en otros idiomas, siempre y cuando la edición original no anteceda en más de dos años al de su publicación en castellano. Se admitirán libros impresos y digitales (eBook o PDF), debidamente registrados en la Agencia del ISBN y circulados durante el periodo indicado. CARACAS – VENEZUELA

Te r c e r a

El premio consistirá en una pieza escultórica representativa, diseñada al efecto, el certificado o diploma correspondiente, la cantidad de ciento cincuenta mil dólares estadounidenses (US$ 150.000) y la publicación de la obra.

C u a r t a

Los libros en soporte impreso deben ser remitidos por correo certificado (privado o público) con la autorización del derechohabiente respectivo. Se admitirán libros escritos por más de un autor o autora, sin restricción de nacionalidad o país de residencia.

Q u i n t a

Las obras impresas deberán ser enviadas en número de siete (7) ejemplares a la siguiente dirección: Fundación Celarg. Avenida Luis Roche con tercera transversal, urbanización Altamira, municipio Chacao, estado Miranda. Código postal 1062. Caracas, República Bolivariana de Venezuela, acompañadas de una comunicación donde se indique claramente la voluntad de participar en el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. En el envío se incluirán los datos personales del autor o autora: nombre y apellido, dirección completa, teléfonos de contacto, correos electrónicos, así como foto actualizada y resumen curricular.

S e x t a

Tanto los libros editados y circulados en soporte digital como los impresos, deberán remitir el PDF, con los datos de la edición y el autor a la siguiente dirección de correo: libertador@premioscelarg.com.ve

S é p t i m a

La recepción de postulaciones vence el 31 de diciembre de 2024, tanto para las obras en físico como para las digitales. En el caso de las primeras se admitirán las obras que hayan sido enviadas por correo y tengan matasellos de origen en el periodo hábil.

O c t a v a

El jurado estará constituido por cinco miembros de los cuales dos serán venezolanos. El jurado emitirá su veredicto acompañado con un juicio razonado sobre la calidad e importancia de la obra premiada.

N o v e n a

El premio será otorgado por mayoría de votos y no podrá ser dividido ni declarado desierto. El jurado podrá destacar con menciones, hasta cinco de las obras participantes. Se deja establecido específicamente para todas las convocatorias que el haber obtenido con anterioridad el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, no le impide a un autor o autora volver a participar.

D é c i m a

El Premio será entregado al ganador o ganadora en un acto público en la ciudad de Caracas, en fecha que será anunciada oportunamente.

U n d é c i m a

El autor o autora de la obra galardonada con el Premio Libertador al Pensamiento Crítico, otorgará al CELARG el derecho a publicar un total de 50.000 ejemplares de la obra ganadora, en uno o más tirajes, durante un período de cinco años.

Las posteriores ediciones de la obra, de naturaleza comercial o gratuita, impresas o digitales, y en cualquier idioma, deberán indicar en lugar visible: “Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2024”.

D u o d é c i m a

La participación en esta convocatoria implica la aceptación, sin reservas, de las presentes bases. Lo no previsto en ellas será resuelto por los organizadores.

Para mayor información el Celarg pone a disposición el correo electrónico libertador@premioscelarg.com.ve.

El tiempo de los sueños perdidos

Es la época en que la velocidad es parte esencial de nuestras vidas. Demorar más o menos en hacer una u otra cosa, pero mientras más rápido se realice lo que hay que hacer, es lo que está impuesto.

El libro y la lectura han logrado mantenerse a flote y navegar en esta vorágine en competición con todos los artilugios de los juegos y videojuegos, radio, TV y cine, pero ha topado con un nuevo actor —hace ya un par de décadas atrás—, que a su vez son múltiples: las redes, que más que sociales, son digitales. 

Las redes han hecho que las comunicaciones generen vértigo sobre los procesos que se concretan en la realidad —incluso, en la irrealidad—, por tanto los individuos no leen por el mero acto de comprender o placer, sino que visualizan con el propósito de consumir. Ahora, todo pareciera ser más sencillo, pero sutilmente más complicado, aunque sea grotesco.

Antes de que feneciera el siglo XX, Italo Calvino generó unas propuestas para este milenio a propósito de unas cátedras de literatura. Para él la velocidad no era “un valor en sí”, puesto que “el tiempo narrativo puede ser también retardador, o cíclico, o inmóvil. En cualquier caso el relato es una operación sobre la duración, un encantamiento que obra sobre el transcurrir del tiempo, contrayéndolo o dilatándolo”.

La novela de Wilfredo Machado, El pez de los sueños (Monte Avila Editores Latinoamericana, 2022), me ha traído a colación esta reflexión del literato italiano a propósito de los nuevos aditamentos a las realidades de este milenio, en donde buena parte de la población, la que está conectada, está enredada sin comprender por dónde viene la red y, a veces, sin escapatorias cuando no hay voluntad de escapar.

En la novela de Machado, que en una apuesta a las narraciones fantásticas, la ficción como los sueños se internan unos a otros en sí mismos, sin importar los espacios temporales, y lo que pareciera que ocurrió, fue sólo imaginación o un sueño.

En otras palabras, “espacio y tiempo, ficción y narración, experiencia y fantasía, verdad y falsedad, realidad y representación literaria, son sometidos a diversos trastocamientos, en los que presentimos que la reflexión sobre las paradojas de la ficción prevalece sobre la representación misma”.

La cita anterior corresponde a un análisis que hizo el escritor argentino Juan José Saer sobre la novela Para una tumba sin nombre, de Juan Carlos Onetti, que muy bien le calza a El pez de los sueños aún siendo disímiles en la historia y la extensión.

Al final, entre todos escriben un solo libro, diría Jorge Luis Borges.

Solo que para Wilfredo Machado las historias no culminan, se mantienen a través de los sueños, el mar y el fuego, las palabras y la acción poética. Perseguir una diosa y perderse en una isla para construir un mito que ha sido revelado para quien narra, sin testigos que puedan dar fe o certezas.

En El pez de los sueños las alucinaciones se confunden con los sueños y viceversa. La búsqueda de lo que no se logra alcanzar se convierte en mito en la medida en que se nombra o sueña. 

El psicólogo estadounidense Rollo May sostuvo que los mitos son necesarios y que buena parte de la violencia en su país se debe a la desaparición de los grandes mitos. La presencia de estos en el imaginario de los jóvenes puede ayudarlos a relacionarse con el mundo o a comprenderlo.

“El mito es el sueño colectivo y el sueño el mito privado”, aporta el escritor Joseph Campbell, que compagina con lo expresado por May y abona al terreno de la imaginación.

La literatura fantástica permite, como cualquier otro género, que los lectores ocupen parte de las neuronas en pensar nuestras realidades a partir de la creación de otros mundos, restándole valor a la velocidad de vivir.

Es difícil que alguien se pierda en una isla a no ser que los que manejan los algoritmos —ya que hablamos también de redes— decidan que la isla se pierda, desaparezca.

“Perderse juntos no es perderse”, nos recuerda el poeta Carlos Angulo. Incluso en las historias infinitas de El pez de los sueños, de Wilfredo Machado. Algún destino le depara al escritor o al lector en sus páginas.

Historia de la realidad oscura

Wilfredo Machado ha creado, o al menos sustentado con sensibilidad y talento, la existencia de otro mundo, que no siempre escapa a la percepción de los que vivimos en este lado de la realidad. Ese mundo diverso cuenta con variados soportes que se mueven entre el ámbito  religioso, las supersticiones, los sueños, las drogas, los fantasmas y, por supuesto, la fabulación propia de la literatura.

El pez de los sueños es una lectura sin bases firmes. Nunca sabremos donde estamos parados a medida que las páginas transcurren. Eso sí, a lo largo del libro, el narrador no cesa de reafirmar el carácter inaprensible del relato por medio de ambientes y situaciones en los que se mueven los personajes. Las reiteradas arenas movedizas que aparecen de un capítulo a otro son una buena analogía, aunque no la única, de la escurridiza esencia de la historia: que los personajes no se orienten con precisión en el espacio; que de ese espacio se dificulte saber si es real o  producto de alguna alucinación; que sea imposible definir alguna cronología para las peripecias de los personajes y que no tengamos más remedio que dudar de la verdadera existencia de esos mismos personajes, son otros tantos ejemplos de hasta donde Wilfredo Machado ha ingresado con esta novela en el territorio de lo fantástico.

En cierto modo, El pez de los sueños escapa de la tentación realista y socializante que suele dominar nuestra novelística. Siguiendo la veta que ya había definido en su obra anterior, especialmente la que  dedica a explorar el bestiario fantástico, el novelista elige alejarse de  escenarios familiares y sitúa la acción en una remota isla. A pesar de la coordenadas geográficas que apuntan a una cierta verosimilitud, esa isla no alcanza nunca la concreción absoluta, del mismo modo que no lo hacen los personajes ni sus andanzas.

Para lograr esa especie de difuminado narrativo, Machado se apoya en un lenguaje con un marcado tono poético. De hecho, no pocos párrafos de El pez de los sueños podrían catalogarse abiertamente, más que como prosa poética, como poesía en prosa. Una multitud de figuras retóricas le sirven para ampliar hasta límites insospechados el tipo de comprensión que puede hacerse de lo que escribe. De esas figuras retóricas destaca en especial el símil, mediante el cual lo que parece concreto se compara con un imaginario poético que termina por proyectar, de nuevo, esa semisombra en la que se debate toda la obra.

Se trata, adicionalmente, de una propuesta de novela cuya esencia se discute a lo largo del mismo texto. En la novela contemporánea no sorprende un personaje escritor que se propone culminar una obra que es, casualmente, la que tenemos entre manos. En el Pez de los sueños, sin embargo, ese personaje pierde el carácter de consciencia lúcida que ordena e interpreta los acontecimientos para verse arrastrado por la marea alucinatoria en la que se debate el resto de los actantes.

El discurso metaficcional, perfectamente imbricado en el decurso de la historia, le sirve a Wilfredo Machado para intentar explicar lo inexplicable en el contexto de la fragmentariedad de El pez de los sueños; además de pretender, por esta vía,  dar a conocer su personal concepción de la novela. Ese escritor interno, se no dice, “No tenía interés en narrar una historia que marchara diligentemente hacia su propia tumba. Vivir siempre era fragmentarse en lo múltiple, en lo que no podía verse sino como un prisma de colores entrelazados. (…) La idea de novela estaba allí, en ese mundo de seres sin rostro, cuyas oscuras motivaciones parecían nacer del sinsentido del mundo.”

La metáfora del prisma de colores se hace concreta por medio de una multiplicidad que parece saltar del mundo exterior al mundo interior de quien narre en cada momento del relato. La idea de un rito cuyos alcances no logramos aprehender nunca a cabalidad se entreteje a medida que leemos con reflexiones de corte filosófico, intertextos literario, alusiones recurrentes y paradigmáticas a obras pictóricas, tiempos trastocados y fusión de personajes. En fin, una novela compleja que amerita un lector dispuesto a comprometerse con un mundo que no parece tener límites que lo contengan.

XII Premio Nacional del Libro ya tiene ganadores

El XII Premio Nacional del Libro (PNL) que convocó el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (Mppc) a través del Centro Nacional del Libro (Cenal), entre agosto de 2023 y marzo de 2024, ya tiene ganadores.

Una vez leídas y revisadas todas las obras enviadas al concurso, dividido en las menciones Libros y/o publicaciones y Promoción del libro y la lectura, el jurado conformado por los escritores Beatriz Aiffil, Ignacio Barreto y Héctor González dio a conocer el veredicto el pasado 12 de agosto.

Las categorías galardonadas son Mejor libro; Colección o serie; Ilustración; Formato innovador; Libro arte; Libro artesanal; Libro para personas con diversidad funcional; Libro electrónico o digital; Libro infantil-juvenil; Diseño de portada; Afiche; Sitio que promociona el Libro y la Lectura; y Producción en medios audiovisuales.

En esta edición, el PNL reconoce las publicaciones producidas e impresas en Venezuela durante los años 2021 y 2022, así como las iniciativas para la promoción del libro y la lectura realizadas en el país.

A continuación los ganadores:

Mejor libro

Por unanimidad, el jurado otorgó el Premio de Mejor Libro a la obra Actas, Cédulas y Partidas. Apuntes para el estudio del Registro Civil en Venezuela señalando que “comprende una invaluable investigación que documenta el ejercicio del derecho a la identidad, la legitimidad de la nacionalidad venezolana y el reconocimiento progresivo de los derechos humanos del pueblo venezolano”.

Además, sobre esta obra el veredicto agrega que “ofrece reflexiones acerca de la identificación de pueblos originarios y mestizos a través de aspectos históricos, geográficos, jurídicos, antropológicos y administrativos, así como de sorprendentes testimonios gráficos, presentados en un excelente trabajo editorial, de diagramación e impresión”.

Colección o serie

Colección Insurgencias Históricas y Afroepistemologías Cimarronas. Como proyecto editorial de la Comisión Presidencial para el Esclarecimiento de la Verdad Histórica, Justicia y Reparación sobre el Dominio Colonial y sus Consecuencias en Venezuela, de la mano de la Fundación Editorial El perro y la rana, aporta elementos esclarecedores y nuevas interpretaciones desde una visión crítica y descolonizadora, brindando la posibilidad de la reconstrucción histórica y de la discusión, análisis y reflexión sobre el pasado desde la perspectiva de los pueblos originarios y afrodescendientes.

Ilustración

Waika, la respondona. Trata temas sensibles como la sexualidad femenina, el machismo, las discriminaciones, la violencia política, los males del capitalismo, entre otros, desde la visión de un personaje feminista (Waika) con verbo feminista sutil y a la vez contundente, desarrollada por la autora durante su larga trayectoria por la prensa nacional.

Formato innovador

Miga y Da Capo, cantantes de jazz, de Florencia Grillet. Es una hermosa obra infantil presentada en formato impreso que contiene un código QR que al ser escaneado interna al usuario en una pista de 14 minutos de narración de pequeñas historias acompañadas de música e imágenes. Una interesante combinación impresa audiovisual.

Libro arte

Miga y Da Capo, cantantes de jazz. Se presenta en formato impreso full color con llamativas ilustraciones para los más pequeños. Música, literatura, ilustraciones impresas y animadas, combinadas cuidando detalles estéticos importantes, se convierten en herramientas para estimular la creatividad y el imaginario infantil.

Libro artesanal

En tres puntos. Es una compilación de la escritora y promotora de lectura Yuri Patiño que reúne poemas de estudiantes de la Unearte en Mérida, presentado en un sencillo pero robusto formato encuadernado “a caballo”.

Libro para personas con diversidad funcional

El oso de anteojos, de Elena Molina Morales. Es un libro infantil presentado en sistema de escritura Braille para niños y público general invidentes. La obra representa un importante ejemplo de inclusión y edición dedicada.

Libro electrónico o digital

Diario de una muñeca, de Carmen Delia Bencomo. Se presenta en formato epub para que usuarios y lectores puedan acceder desde dispositivos electrónicos de lectura. El libro ofrece todas las ventajas de adaptación a las pantallas y las ilustraciones están perfectamente dispuestas en el texto.

Libro infantil-juvenil

Los vestidos mágicos de Almendra Brillas, de Hugo Colmenares. Es una obra que incentiva la lectura en el público infantil por estar presentada en un formato atractivo, bien impreso, de fácil lectura y con coloridas ilustraciones.

Diseño de portada

El pez de los sueños, de Wilfredo Machado. Presenta una sobria y artística fotografía de portada cuya selección fue, a todas luces, la más acertada de acuerdo con el título y contenido de la obra.

Afiche

El modelo electoral venezolano: democrático, confiable, inclusivo y soberano. Ofrece una atractiva imagen que invita a conocer más del proceso de consulta popular.

Sitio que promociona el Libro y la Lectura

El sitio web de Monte Ávila Editores Latinoamericana. Ofrece un atractivo despliegue de las últimas publicaciones de esta importante casa editorial. Además, tiene una sección de descargas de contenido digital de forma gratuita.

Producción en medios audiovisuales

Fundación por la Lectura Mariana Flores Melo (MFM). Ofrece un atractivo trabajo de relacionamiento con potenciales lectores en su página web y redes sociales para la promoción de la lectura.

Contadores de historias en tiempos de IA

Los títulos de los libros son claves para que el lector se sienta atraído ante demasiados libros que no hacen más que acrecentar día a día y ocupar los anaqueles de las librerías y bibliotecas.

La inteligencia artificial (IA) ha generado hermosas imágenes de sitios atiborrados de libros en espacios públicos insólitos que suponen lugares idílicos; pero también se han construido bibliotecas que son especies de aljibes y torres en donde es mejor no tomar ningún libro, no vaya a ser que esta se desplome.

Lo que predomina es el cromatismo que da forma plástica por los diferentes grosores de los lomos de los libros. Enfrentarse ante tantos libros es como estar en una estación del metro en la hora de mayor tránsito de pasajeros. 

El título de un libro es como una dirección, un destino que se escoge sin que se sepa exactamente con lo que se va a encontrar, porque los lectores son transeúntes, turistas que visitan lugares. A veces equivocan los destinos; pero también están quienes consiguen lo que andan buscando o sin buscarlo consiguen la lectura que les permite vivir otras vidas. 

Gustave Flaubert en carta a Mlle de Chantepie, le escribió “leer para vivir”. La lectura también permite recibir o confirmar conocimientos, reflexionar o, simplemente, abstraerse de la cotidianidad.

Supongo que a nadie se le ocurriría querer vivir la vida de La contadora de películas, novela del escritor chileno Hernán Rivera Letelier. Autor que construye personajes determinados por el título de la novela y, por tanto, a la anécdota con tintes melodramáticos, sarcásticos y nostálgicos.

Una niña, la menor de varios hermanos, se convierte en la elegida para contar las películas debido a que la pobreza de la familia no permite a todos ir al cine. Al parecer, el vino es más barato que las entradas al cine porque siempre hay una botella para que el padre se embriague y calme sus penas por el abandono de la esposa.

Parece una historia cándida, pero como todos los filósofos saben, la vida tiene también su dialéctica y detrás de ella hay una realidad atroz. La pobreza en La contadora de películas es una herropea que marca el destino de la esclavitud sin esperanza.

Rivera Letelier trabaja con maestría la nostalgia y el escenario desolado de la pampa chilena. Los presenta como lugares de olvido y olvidados. El salitre los hace áridos de alma, con personajes que tienen que huir, acostumbrarse a tanta cicatriz en la vida o a la locura.

Su primer libro de novelas, La Reina Isabel cantaba rancheras, le trajo los primeros premios literarios y tras ellos, títulos que fueron adaptados al teatro o llevados al cine, entre ellos, recientemente, La contadora de películas. En 2010 obtiene el Premio Alfaguara de Novelas por El arte de la resurrección y 12 años después el Premio Nacional de Literatura de Chile.

Sin duda, hay un manejo extraordinario en titular sus novelas, aparte de las nombradas están Los trenes se van al Purgatorio, Canción para caminar sobre las aguas y El escritor de epitafios.

Ante tantos libros, un buen título es por lo menos un mensaje en una botella, aunque sean ficciones que retratan realidades, especialmente en estos tiempos en que también las películas se reproducen como los libros —y a veces con historias de estos—.

Gabriel García Márquez dijo que quería ser recordado como el autor de El amor en los tiempos del cólera, sólo que esencialmente se le nombra por el libro con final desesperanzador, el que lo llevó a la fama y a ganar el premio Nobel de Literatura. 

Cien años de soledad próximamente será un seriado de las plataformas de streaming y el lector dejará de imaginar cómo son los Buendía, Remedios La Bella y Úrsula Iguarán. Aunque con el surgimiento de la Inteligencia Artificial, que ha venido a darle una estocada a ciertos oficios y artes, se pueden tener algunas pistas de las fisionomías de estos personajes.

Cuando Rivera Letelier publicó La contadora de películas (2009) planteó los cambios surgidos con la aparición de la televisión, que terminó con el oficio de la protagonista de su novela. Ahora, ¿sobrevivirán los contadores de historias en tiempos de Inteligencia Artificial?

Como un manto de imaginación y olvido

La contadora de películas es, si hay que decirlo en pocas palabras, un enorme compendio de imaginación y realidad contenido en un número minúsculo de páginas. Pocas veces un escritor logra concentrar en tan poco espacio la más ingenua fantasía junto a los más detestables pasajes de la vida humana.  Todo ello tomando como excusa, o mejor, como punto de partida, la intromisión del cine en la cotidianidad de un conglomerado humano.

Hasta bastante entrado el siglo veinte, el cine era la diversión más sofisticada a la que teníamos acceso. Apenas ayer, la familia entera asistía a la proyección de la última película mexicana en la que Pedro Infante cantaba y Sara García lloraba. Cines de barrio en los que cualquier cosa podía suceder, incluso la presencia de esos zagaletones que veían gratis la película desde lo más alto de las paredes laterales, gracias a una escalera  de huecos perforados en la cara externa de esa misma pared.

El cine, fuese de Hollywood o de México, era paradigma cultural y entretenimiento casi único.

No sorprende, entonces, que Hernán Rivera Letelier haya podido armar, en La contadora de películas, un relato breve, pero poderoso, en el cual el cine es el núcleo que ordena y sistematiza la vida  de sus personajes, en un pueblo salitrero del desierto chileno durante y después del gobierno de Salvador Allende.

Para algunos,  el cine es solo una diversión; para otros, se convierte en una obsesión absoluta,  una parte integral de su psicología, una manera de ver el mundo, de disfrutarlo o de sufrirlo. De allí la existencia de esos seres capaces de sopesar la realidad solo por medio del correlato de alguna producción cinematográfica. La vida se llena de referencias a películas, actores, premios, impacto, duración;  un imaginario que explota como una burbuja por encima del mundo real; tal como en La contadora de películas.

De más está decir que esa realidad de la que se huye suele estar llena de fealdad e injusticia, además de aburrimiento. “Nuestra Oficina –afirma la narradora en la novela de Rivera– era una de las más pobres del cantón. La gente no tenía qué ver ni qué hacer en las largas tardes pampinas. No había filarmónica donde ir a bailar, no contábamos con banda de música que tocara retretas los fines de semana en el quiosco de la plaza. Ni siquiera teníamos día de tren, que en las otras oficinas donde había estación ferroviaria era toda una fiesta.”

El cine es  mecanismo de escape, sí, pero de difícil acceso. No hay dinero  para el importe de la entrada, de modo que la única persona que va al cine está obligada a contar la película al resto de los personajes.  El asunto es que ese ardid cambia todo, pues se pasa del código visual al puramente verbal; lo que se narra termina por parecerse más al cuento o a la novela, por mucho que la narradora teatralice su relato.

Se asoma de este modo un ars poética que se corresponde más con la literatura que con el cine. Lo afirma la propia narradora: “Mis narraciones de películas los sacaban de esa nada agria que era el desierto y, aunque fuera por un rato, los transportaba a mundos maravillosos, llenos de amores, sueños y aventuras. A diferencia de verlos proyectados en una pantalla de cine, en mis narraciones cada uno podía imaginar esos mundos a su antojo.”

He allí la razón de por qué lo estrictamente social, la denuncia de las desigualdades, la explotación de la compañía regida por un gringo, las infidelidades o las violaciones no parecen ser nunca el tema central de la novela. Están allí porque eso es la vida, asomadas al paso, pero lo que realmente importa es el manto de fantasía, de imaginación y de olvido que se tiende por encima del pueblo gracias a la presencia de otro mundo que se despliega desde la pantalla del cine por medio de la voz de la contadora.

Regreso a las primeras líneas: Rivera Letelier ha logrado una mezcla perfecta de la fantasía que orienta el discurso y un aparente despreocuparse de la espantosa realidad que se asoma a cada vuelta de página. Tanto así, que los personajes que la habitan no parecen sufrirla o, incluso, percibirla. Privilegio, en definitiva, negado a los lectores.