Presentaron en Expoesía 2024 a ganadora de la IV Bienal Nacional de Literatura Lydda Franco Farías

Este domingo 17 de noviembre presentaron en la I Feria Internacional del Libro de Poesía (Expoesía 2024), con una edición de Monte Ávila, la obra Sólo dioses con la que la autora merideña María Virginia Guevara Carrillo ganó recientemente la IV Bienal Nacional de Literatura Lydda Franco Farías, mención Poesía, convocada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del Centro Nacional del Libro (Cenal), y dirigida a escritoras.

La Expoesía se desarrolla en los espacios del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg), en Caracas. Ahí la obra de Guevara Carrillo fue presentada por el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, en compañía de la autora y del filósofo Antonio Gámez.

Se trata del primer libro de María Virginia Guevara Carrillo, quien es editora, traductora y promotora cultural, graduada en Lenguas y Literaturas Clásicas en la Universidad de Los Andes. Parte del premio de la Bienal Lydda Franco Farías consistió en la publicación de la obra por Monte Ávila.

El viceministro Cazal compartió su impresión al conocer la identidad de la autora tras anunciarse el veredicto del jurado de la bienal y destacó la profundidad de los temas que Guevara Carrillo aborda.

“Uno conoce a María Virginia en líneas administrativas y, al recibir el veredicto, me sorprendió quién logró ser merecedora de este premio. Quedé impresionado, sobre todo por el tema que presentó. Reflexionando sobre los dioses y mitos, me doy cuenta de que una parte de nuestra vida social y nuestra identidad como Patria está relacionada con la conformación de esos dioses”, comentó.

El presidente del Cenal y también de la editorial El perro y la rana enfatizó la capacidad de la poesía de María Virginia Guevara Carrillo para conectar con el ser social. “Cuando encontramos una poesía como la de María Virginia, uno se siente identificado. Aunque algunos la llamen panfletaria, cuando se dice la palabra “social”, en este caso tiene que ver con entender de dónde venimos y hacia dónde vamos”.

Cazal también destacó la calidad de la obra señalando que “la visión del jurado reconoce su alta elaboración en el lenguaje y la composición de imágenes poéticas”.

Además, subrayó el apoyo que María Virginia Guevara ha brindado a otros poetas en su camino literario, lo que la ha favorecido en la creación de este poemario.

El filósofo Antonio Gámez señaló: “María Virginia, en este poemario hermoso que no sólo muestra el tema de la mitología sino algo de filosofía y además un profundo amor por la palabra, nos muestra que es posible que la poesía viva en cualquier persona; no sólo ella es laboriosa sino que forma parte de ese oficio sagrado de ser intermedio de lo más alto del ser humano y lo más bajo, y hacer la conexión con lo más bello que tiene el ser humano. Por eso de verdad estoy sumamente orgulloso de este poemario”.

La autora María Virginia Guevara Carrillo sostuvo que su libro es un cúmulo de estudios mitológicos que forma parte de la necesidad humana de transmitir lo que hay entre la razón y lo que se siente. “El tema surgió de una sensación, de un sentir. Cuando hablo de dioses, no me refiero a una religión específica, hablo de sólo dioses de distintas culturas para la mitología griega, la mitología egipcia, el cristianismo y el catolicismo”, explicó.

Guevara también subrayó que su obra incluye una variedad de referencias mitológicas, y que los poemas reflejan su experiencia personal y su conexión con los demás. “Empecé desde la periferia y terminé expresando cosas de mi experiencia con el otro, complementando ese sentir a través de la poesía”, agregó.

La escritora es cocreadora de las colecciones Taima-Taima y Juventudes Comandantes, de la Fundación editorial El perro y la Rana; cofundadora de la editorial La Estrella Roja, directora de la revista Síntesis y ha sido colaboradora en distintas casas editoriales del país, tales como la Biblioteca Ayacucho y el Fondo Editorial Fundarte.

La intriga detrás de la fórmula

Los epígrafes generalmente son faros que los autores colocan al inicio de sus textos para iluminar el camino que va a recorrer el lector. A veces a un epígrafe lo acompaña otro para que la iluminación tenga mayor intensidad. Cuando son más de dos, es momento de preocuparse, porque tantos faros en vez de ayudar, enceguecen.

Ninguno de estos casos tiene que ver la novela La última vez (2022) del escritor argentino Guillermo Martínez, porque carece de epígrafes. Sin embargo, tiene por subtítulo “una intriga literaria”, que al lector puede darle algún indicio. Pero la ilustración de un cuaderno de notas que cae al fondo de una piscina es un detalle más que ilustrativo.

Subtítulo e ilustración podrían ser los epígrafes innecesarios, porque al final de cuentas el lector se encontrará con citas, personajes y obras en una ficción que funciona como un reloj.

Esta es la historia inconclusa, literariamente hablando, de un crítico literario y un “escritor argentino abrumadoramente famoso” que se llama A. Es necesario acotar que Guillermo Martínez es matemático y el narrador de la novela, también. Si no fueran matemáticos, el escritor se llamaría X. 

Antes de llegar a esta novela de intriga literaria, Martínez obtuvo en 1989 el premio del Fondo Nacional de las Artes por el libro de cuentos Infierno grande. En 2003 gana el Premio Planeta Argentina con la novela Crímenes imperceptibles, que en 2008 fue llevada al cine por el español Alex de la Iglesia bajo el título Los crímenes de Oxford. A partir de la exhibición de este film, las ediciones posteriores del libro pasaron a tener el título de la película. También ha sido merecedor del Nadal de novela 2019 por Los crímenes de Alicia.

La novela La última vez no tiene por referente la canción de un tango o milonga como sugiere el título, aunque podría tener sentido por las tribulaciones de A debido a la incomprensión de los lectores de sus libros. Sin embargo, es el cuento “La próxima vez” (1895), de Henry James, que presenta como un juego de sus personajes y también de palabras.

Otro de los autores, entre muchos que refiere la novela y que el lector podrá disfrutar cómo el narrador va desenredando los acertijos literarios, es el escritor chileno José Donoso con la novela El jardín de al lado (1981). De esta toma el personaje de la agente literaria Nuria Monclús y menciona a Marcelo Chiriboga, un escritor ecuatoriano ficticio que forma parte del boom latinoamericano.

Así como Donoso juega en El jardín de al lado con “¿novela-documento que, aunque ya rechazada una vez por la formidable Nuria Monclús, yo estaba seguro de poder transformar en una obra maestra superior a esa literatura de consumo, hoy tan de moda, que ha encumbrado a falsos dioses como García Márquez, Marcelo Chiriboga y Carlos Fuentes?”.

También Martínez hace lo propio en La última vez: “A la pregunta de cuál era su autor favorito entre los del boom, A había respondido, como una boutade, que Marcelo Chiriboga, «aunque no tanto por La línea imaginaria, que le parecía sobrevalorada”.

Entre los escritores del boom se encuentra Donoso por su novela El obsceno pájaro de la noche, que en La última vez, se menciona tangencialmente en la descripción de la esposa de A: “Sobrevivía sin embargo, impúdica, desatada, como la única pasión en pie, la exaltación sexual, el obsceno pájaro de la noche”.

Entonces, como lectores dejamos de ser pasivos —diría Julio Cortázar— y nos convertimos en detectives literarios, ya que de intriga se trata la novela. Vamos a la búsqueda de la obra de José Donoso y el epígrafe resulta ser de Henry James.

Pareciera que todo cobra sentido si tomamos por cierto que los libros de los autores, como los de A, tienen patrones que se repiten, “aunque de formas ligeramente distintas: a veces es dos más dos más tres, a veces es cinco más dos, a veces es tres más cuatro”.

La literatura, como la de Guillermo Martínez, contienen fórmulas imperceptibles. Ricardo Piglia en una entrevista, cuando recibió el Premio Rómulo Gallegos en 2011, dijo que los patrones eran comparables con “ciertas reiteraciones de motivos en la música”. Son como las repeticiones de Charlie Parker que surgen como improvisaciones, porque tocaba como si fuera la última vez.

La literatura es un arma cargada de misterio

Que en La última vez el tema de la novela sea la propia literatura  y que no resulte un fastidio intelectualoide es una inesperada sorpresa; pero que, además, el personaje principal sea un crítico literario arropado con el abrigo de un investigador privado raya en la extrema originalidad o en la extrema rareza.

Los críticos literarios están en el mundo no para ser personajes novelescos sino para ser menospreciados por los autores de esas novelas. Al fin y al cabo, constituyen una fauna que vive vicariamente de lo que otros escriben. No les falta razón a los ofendidos  literatos  cuando a una opinión que denigra de su obra responden desafiantes que la perfecta crítica literaria sería escribir un texto superior, en calidad estética, al despachado por el crítico.

En La última vez, el argentino Guillermo Martínez revierte una parte de tan prejuiciados conceptos y elige como protagonista de su novela a un crítico literario joven y brillante,  admirado y temido por quienes a un tiempo anhelan y se horrorizan frente a la posibilidad de que ese joven se ocupe de sus obras, pues “lo extraordinario en Merton, -nombre del joven crítico-  era que siempre decía la verdad íntegra, la verdad imperturbable”.

La contraparte de Merton, es un moribundo escritor que, contraviniendo el lugar común sobre los críticos y la crítica, anhela que ese acucioso lector no solo se ocupe de su obra, sino que sea capaz de descubrir en ella lo que nadie, según él, ha logrado descubrir hasta ahora. Sin temor  a los simbolismos, Guillermo Martínez nombra a este personaje con una económica, pero sugerente letra A.

La novela soporta sin sobresaltos ser leída con el punto de mira que al lector más le interese. Tocada con elementos de  novela policial, aunque no haya crimen, pero sí misterio -como lo deja asentado el propio autor en alguna entrevista- el relato se presta bien a ese adelantarse a los acontecimientos en busca de resolver el enigma, tan propio de los lectores de novela negra.

En este caso, lo policial parece encarnarse en dos búsquedas paralelas: la primera concierne al supuesto misterio no desvelado en la obra de A; la segunda se interna en los meandros del oficio literario como territorio de la vanidad, de la competencia e incluso de lo patológico.

El lector puede también enfocarse en las aventuras eróticas del atareado crítico, quien a lo largo del texto demuestra que le sobra tiempo para ocuparse en simultáneo del corpus literario y de los cuerpos que lo rodean.

En lo que a mí respecta, elijo quedarme con esa especie de repaso del mundo de la creación literaria que campea en cada página de La última vez y que no ahorra en ironía. Por sus páginas desfilan el tan hipertrofiado como inseguro ego de los escritores; el rol determinante, aunque no siempre evidente, de los agentes literarios; y la oculta mano de la industria editorial que, además de  decidir qué se publica o qué no, impone a los autores reglas, temas y condiciones.

Una de las presencias más llamativas de esa panorámica es la apenas oculta de Carmen Barcells. En palabras del propio narrador: “la gloriosa agente literaria (…) espléndida en derroches y desplantes que dio vuelta a su antojo a la escena literaria española”.

 Martínez se divierte poniendo en juego lo que muchos otros escritores, y no pocos lectores, suelen pensar acerca del mundillo literario; al tiempo que actualiza la vieja interrogante sobre la esencia de esa cosa movediza que llamamos literatura. Tan movediza que da pie al narrador para afirmar, por ejemplo que  “la lectura, fatalmente, es un malentendido: cada quien encuentra lo que quiere”.

El mérito mayor de Guillermo Martínez en La última vez tal vez sea el haber logrado darle un carácter aventuresco a unos temas y a unos personajes que, si bien aparecen en otros autores, suelen ser tratados desde una atalaya intelectual que los aleja del lector común.

Martínez, en cambio, convierte tales temas en bloques de una narración fluida y entretenida que niega a rajatabla la propuesta según la cual “Entretenerse, ya se sabe, es algo que puede sacar de las casillas a cualquier crítico, en el sentido más literal”. La última vez puede descargarse en libgen.is