Simón Bolívar tiene muchas aristas para hacer biografías. Es por ello que abunda literatura sobre su vida y pensamiento. Tiene los elementos para ser interpretado desdediferentes ópticas. Una palabra suya, una idea, un decreto de principios de la gesta libertadora, pueden ser utilizados en su contra siglos después. Pero todo tiene su contexto, porque, una vez que regresa del exilio en el Caribe, el Libertador ya no es el mismo hombre de la clase mantuana de la que formó parte.
Él es la revolución, de Sergio Guerra Vilaboy, es un libro que hace visible el contexto de las acciones y utopías de este hombre que con el transcurrir de los siglos no pueden ignorar quienes lo adversan en el tiempo. Tiene por subtítulo Biografía política de Simón Bolívar y en la portada de la coedición del Centro de Estudios Simón Bolívar y Monte Ávila Editores Latinoamericana (2025) el Libertador aparece con unos lentes oscuros, que en la narrativa de las redes sociales quiere decir “genio”.

La figura de Bolívar es quizás una de las fuerzas que el imperio de turno tiene y tendrá por enemigo. Su pensamiento sigue siendo clave para detonar la defensa de la independencia y la soberanía, porque ser bolivariano es sinónimo de revolución, de insurrección antiimperialista.
Desde las primeras líneas de Él es la revolución, el historiador cubano Guerra Vilaboy nos advierte de la profusa documentación que existe sobre el Libertador y la variada bibliografía que sobre él se ha publicado, destacando en cada caso la posición política de los autores, porque, en definitiva, todo lo escrito tiene ese signo.
Esta biografía tiene la particularidad de centrarse en sucesos que marcaron las acciones militares y los decretos cuyo contenido generalmente hacen surgir dudas sobre el Libertador. La narración comienza evocando el día en que, “hace ahora 200 años, Simón Bolívar remitió desde Lima a los mandatarios de la América Meridional las invitaciones al congreso de Panamá”. Se refiere al 7 de diciembre de 1824, dos días antes de la victoria de Ayacucho.
La estrategia narrativa que utiliza el autor es similar a la de Gabriel García Márquez en Crónica de una muerte anunciada. Conocidos los sucesos, interna al lector en qué fue lo que sucedió. Aunque a diferencia de la crónica del Gabo, no hay ningún crimen, sino el que la opinión pública peruana tiene contra Bolívar desde hace dos siglos y que en unas pocas páginas se puede entender por la diafanidad con que Guerra Vilaboy expone los hechos –con documentos debidamente referenciados– que explican por qué la oligarquía no perdona al Libertador después de que lo nombró dictador y, por donde pasaba, le hacían ofrendas que declinaba en favor de sus colaboradores.
El crimen de Bolívar fue decretar “el derecho de los aborígenes a sus tierras”. Firmado el 4 de julio de 1825, este disponía que “para evitar las usurpaciones de los curacas y hacendados sus propiedades no podían ser vendidas durante veinticinco años, ni pasar a poder de la Iglesia”.
La claridad revolucionaria de Bolívar de estos años, no es la misma que en los inicios de la gesta independentista, cuando su condición de clase solo le permitía ver los avances y retrocesos, triunfos y derrotas, como un asunto meramente militar.
El historiador Guerra Vilaboy no oculta las acciones del Libertador que a lospolíticos conservadores les son antipáticas, sino que las expone y les da el contexto en que fueron tomadas: decreto de Guerra a Muerte, la detención de Francisco de Miranda, el juicio a Manuel Piar, por tan sólo mencionar algunos de los hechos que de alguna manera, entre bolivarianos cuesta entender o explicar al no tomar la debida distancia por las pasiones que genera Bolívar.
Él es la revolución es una expresión del mariscal español Pablo Morillo, quien conoció Bolívar en 1820 en Trujillo, cuando acordaron el Tratado de Armisticio y Regularización de la Guerra.
Bolívar sigue siendo la revolución 200 años después y muchos más. No es un mero título, es una bandera izada. Es una biografía que se le debía al Libertador y Sergio Guerra Vilaboy nos la entrega para entender nuestros tiempos, que también son los de ayer, tiempos de decadencia de imperios.


Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.
