El escritor barinés Guillermo Jiménez Leal presentó en la 20.ª Filven Portuguesa, instalada en Guanare, su más reciente libro de poesía Canto a la hondura de los frutos criollos, publicado por la editorial El perro y la rana (2024).
Se trata de un canto al llano como expresión de belleza poética; brinda poesía dedicada a la pasión de contemplar la vida criolla, la hermosura sutil de sus plantas y de su gente.
El autor también presentó su libro Botalón de luna, publicado igualmente por El perro y la rana en 2021. En este se compilan aventuras versales, elaboradas por dentro y por fuera, entre la observación y el recuerdo.
“Ambos libros tienen diferencias y semejanzas. En común tienen el cuidado de la escritura y se diferencian en que Botalón de luna es un libro de poesía de contenido llanero y Canto a la hondura de los frutos criollos aunque también incluye poesía llanera, no se limita a esta; incluye además poesía clasicista, sonetos y otras proposiciones nuevas”, comentó Jiménez Leal.
Por otra parte, este escritor barinés, quien asistió a la Filven Portuguesa como invitado nacional, dictó durante la fiesta literaria el taller denominado “El arte y la ciencia de la escritura”, dirigido a todo el público. Ahí participaron más de veinte jóvenes estudiantes de la unidad educativa Jesús, Maestro y Señor, ubicada en Guanare.
Jiménez Leal explicó que concibió el taller sobre dos vertientes fundamentales. Primero, el conocimiento de la historia evolutiva del idioma castellano, lo que conlleva trabajo de lectura y de investigación, y, segundo, el conocimiento de las normas respecto a la prosodia, la sintaxis y otros aspectos de la gramática, “para lograr una escritura fluida, que permita cumplir tus objetivos como escritor con eficacia”.
“Yo pienso que un escritor no está seguro de sí mismo hasta que no conoce la historia del idioma en que se está escribiendo”, expuso.
Jiménez Leal se crió y se fue formando entre libros, música y tradición llanera; sus estudios universitarios los comenzó con la Arquitectura (ULA, Mérida), luego Sociología (UCAB, Caracas), terminando con Arte y Etnomusicología en la Universidad de París-Sorbonne.
Ha recibido distinciones y condecoraciones como el Diploma del Congreso de la República de Venezuela, Orden “Alberto Arvelo Torrealba”; Orden “José Antonio Páez”, entre otras. En mayo de 2013, la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (Unellez) le confirió la distinción de doctor honoris causa de esa institución. En 2017 obtuvo el Premio Nacional de Cultura, mención Música.
En octubre del año pasado el escritor francés Miguel Bonnefoy, de unos 38 años de edad, ganó el Premio de la Academia Francesa de novela y el Premio Femina. La prensa lo cataloga como escritor franco-venezolano por ser hijo de un chileno y una venezolana y aseguran que se crio en el estado Zulia, Venezuela.
La obra con que se alzó con el premio fue con Le réve du jaguar, que apareció en agosto de 2024. “El sueño del jaguar” ha sido la traducción que han difundido en castellano, pero aún no ha sido traducida. Por eso, en vista de que este servidor sólo conoce —y con esfuerzo— la lengua de Cervantes, el compañero de esta página, Cósimo Mandrillo —que sí domina el idioma de Les Poètes maudits—, propuso que el libro de esta edición fuera Azúcar negra, de Miguel Bonnefoy, publicada en 2018 por Monte Avila Editores Latinoamericana —la edición española tiene por título Azúcar negro (Armaenia, 2018)—.
La obra narrativa de Miguel Bonnefoy ha merecido una variedad de premios y distinciones. Azúcar negra apareció en francés en 2017 y es su segunda novela. Su ópera prima, El viaje de Octavio, quedó finalista en el Premio Goncourt a la primera novela (2015). Luego, con Herencia (2020) consideraron la consolidación de Bonnefoy al llegar finalista en el Goncourt y el Femina. Y antes de Le réve du jaguar, apareció El inventor.
En Francia no es un autor desapercibido, aunque haya destacado en entrevistas que no lo tratan como escritor francés, sino como francófono. Es como si tuviera una patente de corso literaria en un país en donde los inmigrantes juegan un papel destacado en todos los órdenes. Algo que Michel Houellebecq ha resaltado en sus más recientes novelas.
La novela Azúcar negra pareciera un preludio de su obra. Escrita a los 30 años, pero con la madurez de quien cruza los 50, así como el autor anuncia el carácter o personalidad del personaje Severo Bracamonte.
La fantasía de pensar en un tesoro del filibustero Henry Morgan perdido en el río de una selva crea todos los mitos posibles de lo que puede estar enterrado en estas tierras. Si bien el pirata tomó Maracaibo a sangre y fuego, el territorio en donde transcurre la novela es el oriente del país, por donde pasó el pirata Gualterio, como le decían los españoles coloniales a Walter Raleigh.
Es en Venezuela en donde las familias Otero y Bracamonte forman un emporio con la destilación de ron, que en la medida que va contando parecieran las tribulaciones de Alberto Vollmer antes de empezar la siembra de la caña de azúcar. En los años que debe esperar para añejar el ron en barricas de bourbon. En la venta y exportación con denominación de origen. Es decir, debe estar atento de ser un agricultor, ingeniero químico industrial y negociante. Tres en uno si ponemos de lado la administración, en donde Serena Otero es diestra.
El tiempo en que se desarrolla el relato es difuso, aunque todo apunta a la época de la dictadura de Juan Vicente Gómez, a los inicios de los cambios por la modernidad con sus artefactos y de unos trenes que ha quedado en la imaginación.
Bonnefoy logra con la lengua esa magia de cruzar almas y naturaleza para construir metáforas que parecieran que no dicen nada, pero lo dicen todo.
Guarda reminiscencias de la literatura macondiana. “Llovió cuatro años, once meses y dos días”, así comienza unos de los capítulos finales de Cien años de soledad. En Azúcar negra los estragos del incendio que acaba con la plantación, el pueblo y la novela, dura menos, puesto que “dejó en el cielo una cubierta de cenizas que tardó tres años, diez meses y cinco días en desaparecer”.
La escritura lleva una carga de lectura, resalta Ricardo Piglia en El último lector, y Azúcar negra no escapa de ello. Hace guiños a la literatura francesa con las lecturas de Serena. Menciona lo nuevo con la modernidad, pero también lo antiguo, que lleva la tragedia y la muerte.
La mención de un sillón Voltaire nos hace recordar La vida exagerada de Martín Romaña, de Alfredo Bryce Echenique, que su crisis azul la vivió en Paris en búsqueda del amor en pleno Mayo Francés. En Azúcar negra la crisis es su naturaleza, mientras el amor pasa como un tren que ya no existe.
Azúcar negro es una novela literalmente llena de tesoros.
El primero de ellos es, sin dudas, el lenguaje de su autor, Miguel Bonnefoy. Se trata de un lenguaje torrencial, tumultuoso, barroco. Un verdadero ciclón de palabras que al escritor le vienen con una inusitada facilidad. Le ocurre lo mismo en el discurso oral. Pareciera no poder hablar sin incluir imágenes, símiles, metáforas que se atropellan unas tras otra y apuntan siempre a la desmesura.
No hay personajes ni acontecimientos “normales” en esta novela. Hay, sí, la clara intención de magnificar, para que hasta el más pequeño de los eventos sea percibido como un hecho salido de madre, que va más allá de lo natural, de lo racionalmente aceptable.
Y llegados aquí, es inevitable pensar que el escritor se mete a conciencia en las aguas de lo real maravilloso, de esa concepción del trópico, de Latinoamérica y, en especial, del Caribe donde lo inusual es lo cotidiano, al decir de Alejo Carpentier.
El asunto no deja de llamar la atención porque, en general, ya no se escribe así por estos lados. Verdad es que en algunas novelas donde se abordan eventos históricos —entre más alejados en el tiempo, mejor— aún surge con frecuencia una mirada exótica rastreable hasta los cronistas de indias. No es menos cierto, sin embargo, que el lenguaje de tales novelas se ha atemperado y ya no suele fantasear con el Barroco.
Pero para Miguel Bonnefoy, la condición maravillosa que se le endilga al Caribe sigue siendo una tentación que no puede evadir. No en balde su última novela, El sueño del jaguar, abre con una cita de William Ospina que reza al pie de la letra: “En el norte está la razón que estudia la lluvia, que descifra el relámpago. En el sur está la danza que genera la lluvia, que inventa el relámpago.”
A pesar de ello, en El sueño del jaguar es notorio cómo el lenguaje refrena lo torrencial y se hace más mesurado, aunque en ningún momento renuncia a lo extraño, lo desmesurado, lo grotesco, en fin, a la hipérbole.
El segundo tesoro es un legado del pirata Morgan. Bonnefoy comienza Azúcar negro recuperando algo de la tradición caribeña de la piratería. Este primer capítulo de la novela se ubica en una época muy anterior al resto y sirve para sembrar las claves que orientarán la anécdota en lo sucesivo. La distancia temporal le permite al narrador desentenderse de todo intento de verosimilitud para hundirse en la más descarnada fantasía. Le da pie, además, para aludir a ciertos episodios de piratería asociados con Maracaibo, ciudad de donde procede su familia materna, invadida en varias ocasiones por los filibusteros, entre ellos Alexandre Olivier Exquemelin, mejor conocido como El Olonés, alrededor de cuya figura se ha tejido una nutrida leyenda.
Una vez sembrado el señuelo del botín oculto del pirata Morgan, el narrador puede dedicarse a un tratamiento mucho más alegórico del concepto de riqueza y de las vías por las cuales se accede a ella. De este modo, el libro se ofrece para una lectura orientada a lo sociohistórico y que apunta en especial a Venezuela. En esa lectura desfila el tercer tesoro, el petróleo concebido como riqueza fácil, equiparado con el botín de Morgan. Ambos tesoros se contraponen al trabajo productivo, que en la novela se ejemplifica con el cultivo de la caña de azúcar y su posibilidades industriales.
Una vez llegados aquí, puede decirse que la novela ha desvelado sus secretos. El lector se encuentra ahora frente a la reformulación novelada de la parte de nuestra historia que se inicia con el descubrimiento del oro negro; esa historia que se ha debatido, a lo largo de décadas, entre la monoproducción y la esperanza de utilizar los recursos de la explotación petrolera para ampliar la base productiva del país.
Resulta interesante escuchar al propio Bonnefoy citar, en una entrevista, a Arturo Uslar Pietri y su propuesta de sembrar el petróleo. A pesar de tan consciente inclusión de elementos que apuntan a una interpretación cerrada de la historia, el escritor tiene éxito en dotar a su escrito de un carácter aventuresco que a la vez recuerda y enriquece la leyenda latinoamericana de la piratería, haciéndola, eso sí, mas compleja e incluyente.
La 20.ª Filven Táchira se celebró exitosamente en la Biblioteca Pública Dr. Leonardo Ruiz Pineda de San Cristóbal desde el jueves 27 de febrero y cerró con broche de oro este sábado 1° de marzo con el anuncio del ganador del I Concurso Nacional de Poesía “Ciudad de San Cristóbal”.
Alexander García, director de Cultura de la alcaldía del municipio San Cristóbal, informó que este primero de marzo, conforme a los estatutos publicados por la alcaldía mediante su Dirección de Cultura, se dio a conocer el veredicto y se declaró como ganador a Ernesto Román Orozco por su poemario “Brote santo”.
García indicó que el jurado estuvo conformado por los poetas Leonardo Gustavo Ruiz Tirado, Julio Borromé y Elí Caicedo.
“La decisión es unánime, el ganador es el poemario titulado ‘Brote Santo’ de Ernesto Román Orozco, por la limpieza y profundidad, así como la sutileza de las imágenes, estética y poética”, resaltó Caicedo, a cargo de la coordinación de Literatura de la alcaldía de San Cristóbal.
El lanzamiento de este concurso se realizó con el apoyo del alcalde Silfredo Zambrano el 15 de octubre de 2024 y las inscripciones cerraron el 20 de febrero de este año.
Además, este concurso nacional de poesía se enmarca en lo que será el primer encuentro binacional de poesía Colombia-Venezuela a realizarse en San Cristóbal los días 28 y 29 de marzo, coincidiendo con el aniversario 464 de la capital tachirense.
Caicedo destacó que estos encuentros van más allá de la simple reunión de poetas por cuanto considera que son un tributo a la palabra misma. “Para quienes amamos el arte de la palabra, estos espacios son sagrados, lugares de encuentro y hermandad”, refirió.
Para el cierre de la 20.ª Filven también se sumaron decimistas invitados, entre ellos Neguel Machado, Juan Echeverría y Danni Ortega, acompañados con el ritmo del cuatro, y se entregaron reconocimientos.
Ysley Carrero, directora del Gabinete Estadal de Cultura de Táchira, expresó su alegría por la realización satisfactoria de la vigésima Filven en esta entidad y por la importancia de rendir con este evento un homenaje a los patrimonios culturales vivos, como los escritores Reina Durán y Máximo Labrador, además de valorar y fomentar la lectura y la escritura.
Carrero anunció que el trabajo cultural continuará más allá de la feria, con propuestas como un punto de encuentro para poetas y escritores y un recorrido con libreros para promover la lectura en el estado Táchira.
Acceso a novedades literarias
Entre la oferta literaria se presentaron títulos publicados por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de las editoriales El perro y la rana, Monte Ávila y Biblioteca Ayacucho. Se sumaron novedades también de otras editoriales públicas, privadas e independientes.
Entre los títulos presentados en la Filven Táchira están “Caracol de páramo” de Máximo Labrador; “Decimistas Zulianos” de Neguel Machado y Danni Ortega; “Pictografias indígenas” de Venezuela” de Saúl Padilla (El perro y la rana); “Antología de la ciencia ficción venezolana” de Julio Miranda (El perro y la rana); “Las curiosidades de Búho” de María Julia Rojas (Fondo Editorial Carmen Bencomo / IASBP Mérida); “Caminos, Huellas Y Destinos” de Balbino Zambrano; “Condor Dorado se ha enamorado”, Luis Darío Bernal Pinilla (Editorial Tinta, Papel y Vida); “Reflejos Curativos. Acupuntura Y Fitoterapia” de Yris Villamizar.
Se unen a la lista “Ifigenia” de Teresa de la Parra (Monte Ávila Editores); “La caja de los truenos” de Benito Yrady (Monte Ávila Editores); “Divorciado y ahora qué hago” de Niurka Valero; “Historia del Señor Cody” de Benito Yrady (Monte Ávila Editores); “Más Allá Del Fin” de Manuel Rojas; “Crítica De La relación sociedad y naturaleza” de Aquiles José Amares Pugarita (Trinchera); “Los Sun Sum Verdi” de Carlos Angulo; “Décimas trasnochadas y otros escritos encubiertos” de Juan Echeverría (Editorial El perro y la rana).
Asimismo, “Lolita pequeña” de Sonia Jaramillo (Fondo Editorial Carmen Bencomo / IASBP Mérida); “El Río” de Blas Perozo Naveda (Editorial El perro y la rana); “La Doctrina Chávez” de Blasco Graterol “Guameño (Trinchera); “Transparencia del signo” de Efraín Hurtado (El perro y la rana); “Cine en clave ecofeminista” de Aminta Beleño Gómez (Trinchera); “Caminos, Huellas Y Destinos” de Balbino Zambrano Balbino Loreto; “Diablos Danzantes De Aragua” de Natchaieving Méndez (El perro y la rana); “Once poemas y una canción para que Lydda baje de la sierra” de Blas Perozo Naveda (El perro y la rana) y “Literatura tachirense: una comarca olvidada” de Jesús Alejandro Sulbaran Molina (Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida).
La Filven Táchira fue organizada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través del Centro Nacional del Libro y el Gabinete Estadal de Cultura, en coordinación con la Gobernación de la entidad y la Alcaldía de San Cristóbal, bajo el lema Leer transforma.
La 33° Feria Internacional del Libro de La Habana se presentó la “Colección ALBA de los Pueblos”, un compilado de textos que convoca a la batalla del pensamiento, de las ideas y a la defensa del planeta, a partir del análisis de nuestra historia y del descubrimiento de un pensamiento propio y descolonizado.
La compiladora de esta colección, Nerliny Belén Carucí Lugo, destacó que la obra aborda, desde distintas perspectivas, las amenazas reales de la humanidad, así como también las alternativas antisistémicas que tienen los pueblos.
“Es una colección que nos convoca a la batalla de las ideas, a pensar nuestro propio pensamiento, a pensar lo que vivimos, lo que nos afecta, las formas cómo nos interrelacionamos (…) a entender que las cosas no son como son, sino cómo las vemos”, enfatizó.
Carucí resaltó que desde la Secretaría Ejecutiva del ALBA-TCP querían ilustrar parte de la visión global del comandante Hugo Chávez en esta colección. “Chávez nos invitó a ahondar en las raíces de nuestros problemas, de lo que nos pasa, de lo que vivimos como nación, a mirarnos desde lo que somos y entendernos desde nuestras contradicciones”.
Por tanto, la obra se puede visualizar también como un llamado a “fundar y defender un proyecto nuestro de unidad, un proyecto político que nos permita recuperar la relación con nuestra historia, la relación sagrada con la Madre Tierra”.
En la actividad se presentaron tres libros: “El imperialismo al desnudo”, “El laberinto de un sistema en decadencia” y “El desafío y el sentido histórico de la unidad y crisis ambiental global”. Este último es un llamado a entender las crisis que vive el mundo, “porque hemos rebasado los límites planetarios y vivimos una crisis global”.
De igual manera, la Colección se apoya en las voces de filósofos, pensadores y catedráticos de distintos países, como Atilio Borón (Argentina), Carlos Barrientos (Guatemala), Juan Carlos Monedero (España), Joao Pedro (Brasil, entre otros. Cada uno expone su visión y la necesidad de cambiar el modelo capitalista ante la crisis global.
“Hay textos compuestos por versos cargados de imágenes sobre la injusticia, la resistencia y la memoria de los pueblos (…) metáforas que danzan entre la oscuridad y la luz, bosquejando un espacio de lucha y redención”. En ese espectro se encuentran las obras de quien Hugo Chávez llamó el “Poeta de la Revolución”, Tarek William Saab, actual fiscal general de la República Bolivariana de Venezuela.
Así lo definió el comunicador y guionista cubano Michel Torres Corona, director de la Editorial Nuevo Milenio, durante la presentación de dos libros de Saab en la 33ª Feria Internacional del Libro de La Habana (FILHCUBA 2025). Los textos en cuestión son: “Hoguera de una adolescencia intemporal. II Edición” y “Discursos al pie del hemiciclo. Parte II. 2014-2021”.
“En Saab hay una palabra que es su signo vital: coherencia. En estos libros ese signo trasluce y gravita sobre cada letra impresa. Nunca deja de ser poeta, ni cuando escribe de torturas o de burgueses, de guarimbas o de lucha contra privilegios espurios”, enfatizó Torres Corona.
A su juicio, Saab “se expresa con lirismo y objetividad sobre el mundo que asume y pretende transformar, con la sana ambición de un rebelde con causa. Sus versos, cargados de imágenes sobre injusticia, resistencia y memoria de los pueblos son un puente entre su pensamiento y su acción, un eco que resuena vibrante y delata con transparencia su visión sobre conflictos sociales y luchas populares”.
Torres destacó que “Hoguera de una adolescencia intemporal” es un homenaje a la obra poética de latinoamericanos como Víctor Valera Mora, Juan Liscano, Esteban Buch, Eduardo Sifontes, Javier Heraud y Roque Dalton. “A Tarek, la poesía y sus poetas predilectos lo permiten hallarse en aquellos a los que rinde homenaje. En su cruzada contra la muerte y el olvido, resuena su impronta en la inspiración evocada”.
En “Discursos al pie del hemiciclo”, Torres resaltó que “Tarek es más político, más orador, más estadista, pero no deja de ser poeta e intelectual, ni por un segundo. Sus discursos políticos forman parte de su corpus literario, que al igual que su poesía no es cuestión de palabras, sino de un compromiso con la vida forjado con sueños y anhelos para construir un mundo con dignidad”.
Dos mujeres insoslayables
Por su parte, el autor aseguró que ambos libros “hablan de lo que implica la vida de un intelectual, de un escritor orgánico de origen”. Con mayor énfasis en “Hoguera de una adolescencia intemporal”, lo catalogó como “un extraño libro, resucitado de un largo olvido, gracias a un premeditado azar”.
Saab detalló que la obra es “el resultado de un misterioso fervor: el amor a la literatura, a la poesía y al oculto paisaje que se esconde tras las hojas de mi juventud perdida, hoy fugazmente recuperada por este sorpresivo viaje a la memoria, en donde reaparecen por arte de vidas pasadas mis primeros encuentros con el mundo exterior, mis amores iniciales y troncos, los amigos que no volvieron jamás, el sentimiento de siempre hacia los entrañables poetas y sus obras, la vuelta a casa, el hogar y la hermosa familia expuesta a los senderos infinitos del alma”.
En ese sentido, agradeció a “dos mujeres insoslayables por el hallazgo de este cofre cedido al lector: Francis, nuestra eterna novia de juventud, y Alia, mi siempre leal y venerada madre. Gracias a la primera por haber ordenado en una carpeta, desde finales de los años 80 hasta el año 2010, todas estas notas, artículos, crónicas y ensayos, algunos de ellos publicados en diarios de la época y otros mecanografiados sin haber visto nunca la luz”
Igualmente, agradeció a “la segunda por haber rescatado de una caja grande, sobreviviente durante largos años de mudanzas, precipicios y azares, aquella rota y melancólica carpeta, hoy vuelta a nacer en forma de libro para no ser olvidada jamás desde el otro lado de la cerca por cada uno de ustedes”.
Entre conversatorios, conferencias y presentaciones de libros, al menos 30 actividades con sello venezolano dejaron su marca en la 33ª Feria Internacional del Libro de La Habana (FILHCUBA 2025), celebrada del 13 al 23 de febrero. Año tras año, este espacio constituye una oportunidad única para que editores, escritores, poetas y gestores literarios del mundo compartan sus experiencias y las realidades de sus países en una sociedad que cambia y evoluciona año tras año.
El viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro de Venezuela, Raúl Cazal, quien encabezó la delegación de escritores venezolanos que asistió a La Habana, fue uno de los encargados de levantar el telón para conversar sobre “La lectura y el libro en tiempos de inteligencia artificial”. En la actividad, explicó cómo el concepto “inteligencia artificial” data desde hace siglos, pero de forma camaleónica se ha transformado en lo que hoy conocemos, todo gracias al cúmulo de conocimientos que los seres humanos han imprimido en libros.
Los escritores Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional; Ernesto Villegas Poljak y Freddy Ñáñez, ministros para la Cultura y la Comunicación e Información, respectivamente; Tarek Wiliam Saab, fiscal general de la República; Adán Chávez, presidente del Instituto Hugo Chávez Frías; Gustavo Villapol y Carlos Sierra, diputados a la Asamblea Nacional; Carmen Bohórquez, Amilcar Figueroa, Leonardo Ruiz Tirado, Alirio Liscano, Aminta Beleño Gómez y Carlos Pou fueron apenas algunos de los autores venezolanos que dijeron presente en esta fiesta literaria, entre otros miembros de la delegación.
Venezuela llevó hasta la isla caribeña temáticas que iban desde la vida y obra del comandante Hugo Chávez, el ideario bolivariano, la guerra híbrida y los bloqueos contra pueblos libres, pasando por los peligros de las redes sociales, los algoritmos y la inteligencia artificial en una sociedad dominada por las élites capitalistas; hasta algunos procesos internos y la lucha de Venezuela por liberarse de la decadente hegemonía estadounidense en el mundo. Adicionalmente, en el stand de Venezuela y en algunas de las presentaciones se obsequiaron libros a quienes visitaban la Feria.
Títulos presentados
Entre los títulos presentados se pueden mencionar Maja mía, del escritor, periodista y ministro de Cultura de Venezuela Ernesto Villegas Poljak. A través de una videoconferencia el autor presentó su obra literaria, una emotiva biografía que honra la memoria de su madre, Maja Poljak, una militante revolucionaria comunista de origen judío.
A la sede de la FILHCUBA llegó Jorge Rodríguez Gómez con la segunda edición de su poemario Río quemado, el cual se plantea como una forma de exorcizar el dolor de un niño de 11 años tras la tortura y vil asesinato de su padre a manos del represivo gobierno de Carlos Andrés Pérez, el 25 de julio de 1976. “La poesía siempre será una forma de sanar”, dijo el autor. La presentación de Río quemado coincidió con el 83 aniversario del natalicio de Jorge Rodríguez padre, a quien el autor rinde homenaje a los largo de su libro.
Por su parte, Saab, en medio de testimonios entrañables de su carrera literaria, presentó la segunda edición de Hoguera de una adolescencia intemporal y el segundo tomo de Discursos al pie del hemiciclo.
Entretanto, el escritor y poeta Freddy Náñez presentó su más reciente libro titulado Sobre blanco. Villapol compartió su texto La dictadura global del algoritmo. Una batalla por la humanidad.
El profesor Adán Chávez presentó el libro Hugo Chávez. El candidato del pueblo, publicado por el Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Chávez Frías. Este contiene ocho de los emblemáticos discursos pronunciados por el Comandante Eterno y líder histórico de la Revolución Bolivariana en distintos procesos electorales, desde 1998 hasta el 2012.
La filósofa e historiadora Carmen Bohórquez presentó La mujer indígena y la colonización de la erótica en América y Carlos Sierra compartió su más reciente publicación titulada Más allá de la locura. Claves para la salud mental.
Un puente que conecta culturas
“La literatura es un puente que nos conecta a través de culturas y orígenes geográficos. Nos permite compartir experiencias, esperanzas y sueños”, expresó Bertha Peace Mabe, viceministra del Ministerio de Deportes, Artes y Cultura de Sudáfrica, país invitado de honor, ante la presencia de más de 400 invitados de 40 naciones del mundo.
Los propios organizadores calificaron a FILHCUBA como “una fiesta cultural necesaria (…) esperada por aquellos que apuestan y defienden la importancia de enriquecer la espiritualidad, especialmente en los tiempos actuales”. Por eso, durante 10 días, del 13 al 23 de febrero, la Feria tomó los espacios del Parque Histórico Militar Morro-Cabaña y otras subsedes en La Habana, y próximamente se extenderá a barrios, bibliocasas, centros estudiantiles y de trabajo.
En la cita literaria se exhibieron casi dos millones 400 mil ejemplares impresos y dos mil 600 títulos digitales. “Leer es una manera de crecer, de mejorar la fortuna, de mejorar el alma” expresó una vez el líder revolucionario cubano José Martí. Por eso, este año la Feria adoptó como lema la frase “Leer es crecer”, en el marco del 130º aniversario de su caída en combate.
El “fin de la historia” fue el grito de victoria del neoliberalismo. Era la época en que intelectuales y poetas preferían refugiarse en la “palabra”, el “lenguaje”, como si esa fuera la Patria. También renegaron de los héroes, pero resultó que la historia continuó su curso.
Aún hay vestigios de esa visión en que es mejor no tener historia de independencia y héroes, de ver el pasado como la “tragedia” del presente y pretender responderlas con personajes del imperio.
Pongamos por caso El Pacificador, de Francisco Suniaga, que narra las vicisitudes del general realista Pablo Morillo en tierras venezolanas. Aunque la novela histórica comienza en Cádiz, con una supuesta conversación con el generalísimo Francisco de Miranda preso en La Carraca, el autor da a entender que Venezuela era la gran “preocupación” del enviado del rey Fernando VII desde antes de partir hacia Tierra Firme con más de 10 mil hombres en 42 barcos y 18 buques de guerra.
Suniaga se propone hacer una radiografía de un tiempo violento en donde hombres y mujeres son sospechosos para el general realista. Cada quien, desde su postura política, religiosa, filosófica —quién la tuviera— y militar, se expresa sobre el contrario como ser aborrecible. Pero, si el contrincante es un republicano o, por tomar un solo ejemplo, Simón Bolívar, aumentan las maledicencias contra el héroe independentista, considerado como un joven mantuano desleal al rey de España y sanguinario.
A través de los personajes se mantiene la tesis de que la guerra de independencia fue cruenta y despiadada por culpa del Decreto de Guerra a Muerte. Es decir, ayer y hoy, Bolívar es el causante de todos los males de Venezuela.
Esta concepción conservadora y al mismo tiempo liberal —porque en definitiva, liberales y conservadores abonan la misma causa política— ha calado en ciertos personajes de la “izquierda” e incluso en quienes consideran intelectuales. Tomaremos como ejemplo a José Ignacio Cabrujas que escribió a su antojo a favor y en contra de Bolívar, como héroe o bufón, todo con tal de desmontar el argumento del contrario.
En las novelas históricas se da por sentado que hay ficción y datos rigurosos de la historia, de los personajes. En El Pacificador se desconoce qué hay de lo uno y lo otro, hasta el punto de descreer que quien venció a Napoleón Bonaparte, hombre de batallas entre la espada, la sangre y la muerte, se perturbe emocionalmente porque cometió en nuestras tierras pecado carnal fuera del matrimonio en dos oportunidades y que sólo se sintió librado de culpa cuando logró confesarse en Caracas.
El texto está plagado de citas extensas entre comillas, que parecieran cartas o memorias que juegan un extraordinario papel literario como diálogos. También es notorio que al término de cada capítulo van unos textos en cursivas que al principio se desconoce quién es el personaje que habla, pero a medida que avanzan los capítulos, se percibe que quien escribe es un Miranda amargado y, a veces, reiterativo.
De acuerdo con los personajes y el autor —en la medida que maneja los hilos invisibles—, la peor decisión fue haberse embarcado tanto para liberar a Venezuela de la colonia española (Miranda), como ir en defensa del rey Fernando VII (Morillo). Es condescendiente con los realistas Domingo de Monteverde y José Tomás Boves, porque al final de cuentas no eran militares sino unos personajes a quienes arrastró la vorágine de la guerra independentista incitada por Bolívar.
Antes de llegar al colofón, es necesario precisar que El Pacificador apareció en España bajo el sello Editorial Alfa (diciembre, 2024) y en Venezuela se puede conseguir una pésima edición del departamento de publicaciones de la Universidad Católica Andrés Bello (abediciones, 2024), en donde quedan mal parados, además de los editores, quienes estuvieron a cargo de la diagramación, corrección e impresión.
El Pacificador es la novela de los derrotados y de los que sostienen la conseja conservadora de que todo tiempo pasado fue mejor, incluso si ese pasado es de hace más de doscientos años.
Francisco Suniaga sabe echar un cuento; maneja un lenguaje profuso sin excesos; lo usa con una fluidez que lleva al lector con placidez de una página a otra; y mantiene una tensión narrativa que hace difícil despegarse de la historia.
Suniaga, más que hechos, suele contar ideas. Digo contar y no exponer porque una parte medular de su trabajo consiste en disponer un escenario para que los personajes desplieguen su interpretación de los acontecimientos, sus creencias políticas e, incluso, su filosofía de la vida; todo sin que se pierda la dinámica propia de una anécdota concreta.
Suniaga se decanta por esta forma de narrar a partir de su segunda novela El pasajero de Truman, en la que expone su visión de Venezuela al momento de la malograda candidatura presidencial de Diógenes Escalante. Antes había escrito unas magistrales crónicas sobre la isla de Margarita y una novela negra, que para nada anunciaban su posterior evolución.
Tanto El pasajero de Truman, como El Pacificador, su última novela, encajan a la perfección en la categoría de novelas históricas, pero más allá de eso, son también novelas de tesis, un poco al estilo de Rómulo Gallegos; obras en la que se puede percibir la interpretación de la historia del propio autor y su proyección al presente.
El Pacificador reposa sobre una galería de conceptos políticos. No en balde, toda la novela es una reflexión acerca de la conquista, la colonia y, en particular, el período independentista.
Tal la razón por la cual en una novela que comprende un período lleno de eventos bélicos, con las consiguientes movilizaciones de tropas, batallas, negociaciones y conciliábulos, la parte gruesa del relato se nutre de discursos analíticos, reflexivos, o memoriosos. Ello da pie, claro está, a la emisión de juicios sobre todos los aspectos y personajes de la etapa independentista, de donde sale, sin mucha ambigüedad, una posición del autor acerca de aquellos acontecimientos.
En esta novela, el narrador asume el reto de presentar la gesta independentista desde la óptica de un militar español, Pablo Morillo, de quien se nos dice, desde la primera línea, que se trata de un personaje honesto y lleno de buenas intenciones. Opinión, por cierto, con la que ya hace mucho difiría Rafael María Baralt, quien calificó a Morillo de ser “duro y cruel por sistema más que por inclinación (…) Lo que le hacía mayormente temible era su profunda ignorancia en todas las materias…”.
En esta visión de la guerra desde la perspectiva de un español, quizás demasiado inclinada a atenuar la violencia ejercida por la metrópolis, resalta la abundancia de juicios negativos y maledicentes acerca de Simón Bolívar; algo que se mantiene a todo lo largo de la novela, salvo en los dos capítulos finales. Por momentos, resulta difícil determinar si tal visión negativa responde al mero trabajo de construcción del personaje, o si por allí se filtra la particular visión del escritor, siempre interesado en sugerir la identidad entre lo que él concibe como caudillos del pasado y del presente.
En esta misma dirección, Suniaga incluye la figura de Francisco de Miranda como una especie de corifeo que comenta, interpreta y profetiza, en el último párrafo de cada capítulo, los eventos de la guerra de independencia, con una visión bastante negativa y distanciada de la de los rebeldes independentistas.
Atrapado por la historia, parecería que, por momentos, Suniaga hubiese sido incapaz de deslindar lo pertinente de los subsidiario al armar su anécdota. No son pocos los capítulos que abundan en digresiones acerca de acontecimientos secundarios, que alargan sin necesidad la obra. Aunque no abundan, vale la pena resaltar los pocos episodios en los que Suniaga se permite abandonar la rigurosidad del discurso histórico para narrar, con una poética de sugestión, los encuentros eróticos entre el general español y su amante Bernarda, una bella mulata que sirve de bálsamo a los peores momentos, físicos o morales, de Pablo Morillo. Esas pocas líneas son también un respiro para el lector, que puede alejarse momentáneamente del rigor analítico para mirarse en el brillo untuoso de la piel de Bernarda.
El escritor y periodista cubano José Ernesto Nováez presentó el libro “La dictadura global del algoritmo: Una batalla por la humanidad”. En su disertación abordó la amenaza real que constituye el sector de las “big tech” en el mundo contemporáneo y cómo únicamente a través del pensamiento crítico la sociedad puede liberarse de esa hegemonía comunicacional y tecnológica.
El texto es obra del periodista, escritor y diputado venezolano Gustavo Villapol. “Es un arma de lucha en contra de la dominación simbólica que, a la vez, sustenta y produce la dominación económica y política real del capitalismo contemporáneo”, resaltó Nováez desde la 33° Feria Internacional del Libro de La Habana.
“Es un libro que nos ayuda a entender las redes sociales y el funcionamiento del algoritmo como una lógica aglutinadora de muchos de estos espacios virtuales en los cuales existimos y a los que gustosamente cedemos todos los días información de qué comemos, qué nos gusta, a dónde vamos, con quién salimos, todo. Saben más de nosotros que nuestros padres, nuestras parejas o nuestros hijos”, explicó.
Nováez considera que la única forma de combatir esa manipulación mediática y esa construcción de sentido hegemónico es con la educación del pensamiento crítico. “Y el primer momento de surgimiento del pensamiento crítico reside en la sospecha de que la verdad que consumimos por los medios hegemónicos de comunicación pudiera no ser toda la verdad o, incluso, no ser verdad”.
Asimismo, instó a estudiar las armas teóricas e intelectuales que generaciones de hombres y mujeres han forjado. “El libro sistematiza mucho conocimiento e incluye la perspectiva crítica de diversos pensadores contemporáneos que se han acercado a ese tema. (…) En ese sentido, la lectura y el estudio del pensamiento comprometido es fundamental”, aseveró.
Por último, recordó que hoy los grandes motores económicos del capitalismo contemporáneo son las empresas de la comunicación y las telecomunicaciones, cada vez más interconectadas con la estructura del poder en los Estados Unidos como país hegemónico.
La plusvalía de los datos
Por su parte, el autor del libro, Gustavo Villapol, explicó que la función más importante que tienen los algoritmos es procesar millones de datos que nosotros mismos les damos al utilizar las aplicaciones digitales que concentran hoy la atención del ser humano. A este proceso lo denominó “plusvalía de los datos”, por ser una “mercantilización ingente de nuestras vidas, a través de nuestros datos”, que hace a sus creadores cada vez más multimillonarios.
“Hay una dictadura y es global, personalizada en los algoritmos”, enfatizó. Entonces, definió su libro como un llamado de alerta sobre un conjunto de temas vinculados al mundo digital que cada quien debe analizar con luz propia y así saber escoger qué uso darle a las aplicaciones, qué contenidos consumir y cómo interpretarlos: si como un espejo de la realidad o como un espejismo que debe corregirse.