El iceberg de la literatura venezolana

Cada época define qué es un clásico en cualquiera de las artes. Algunos autores se resisten a que sus obras cobren tal distinción porque esta se distancia de su tiempo. Prefieren verla sin polvo sobre sus portadas, en el caso de los libros.

También la palabra clásico cobra diferentes significados con el tiempo y con las obras. Pero a Rómulo Gallegos nada de esto parecía preocuparle una vez que sus novelas y cuentos comenzaron a tener el interés literario, que con el tiempo lo hizo trascender como un escritor, más que nacional, internacional.

En España apareció la primera edición de Doña Bárbara, en 1929, y recientemente la editorial venezolana Garzamora salió al ruedo editorial con una edición impecable que pareciera una novedad. Al fin de cuentas, Rómulo Gallegos es tan contemporáneo que regresa siempre con cada generación. 

Algunos críticos lo encasillaron en un género que llamaron “criollismo”, sin embargo es inevitable nombrar a Doña Bárbara cuando se habla de literatura. 

Julio Cortázar desconfió de la pregunta de Mario Vargas Llosa (1965): “—Hay quienes piensan que la «novela de la tierra» es la más auténticamente latinoamericana”. El autor de Rayuela respondió que si “por tierra se entiende el drama del hombre americano en su paisaje desmesurado (paisaje cotidiano, social, ideológico, histórico), no puede sorprender que de esa situación profundamente trágica haya surgido una novelística sobresaliente. Así, dados los llanos de Venezuela y sus condiciones de vida y de muerte, Doña Bárbara es casi una fatalidad”.

Las situaciones extremas generan conflictos que Gallegos supo colocar en personajes, espacio y tiempo. En 1967, Carlos Fuentes publicó un artículo sobre Cien años de soledad, aún inédita, de la que tan solo había leído 80 cuartillas y no pudo evitar mencionar la novela de Gallegos: “Cien años de soledad re-inicia, re-actualiza, re-ordena —hace contemporáneos— todos los presentes de una zona de la imaginación que parecía perdida para las letras, sometidas para siempre a la pesada tiranía de Doña Bárbara”.

Paradójicamente, Gallegos escribió contra ciertas tiranías que luego terminaron siendo un peso para que flotaran nuevas generaciones de escritores. Si eso sucedió con autores como Cortázar, Fuentes, Gabriel García Márquez, entre otros, como Camilo José Cela que por encargo de Marcos Pérez Jiménez escribió La Catira, también en nuestro patio para nuestros escritores de alguna manera era una vara que debían superar.

Orlando Araujo en Narrativa venezolana contemporánea colocó a Doña Bárbara como el cierre de una temática novelística que comenzó con Peonía (1890), de Manuel Vicente Romero García. Pero este fue el comienzo de una “crisis” en la literatura nacional. Es cuando surge un “movimiento renovador que, entre 1930 y 1940, nos ofrece una media docena de novelas (Las lanzas coloradas, Cubagua, Canción de negros, Mene, Puros hombres, Fiebre) que son distintas y que se desprenden y se divorcian del esquema típico de la novela criollista”.

Mientras se escribía y discutía sobre la nueva narrativa venezolana, Rómulo Gallegos viajó a Hollywood, Estados Unidos (1939), para afinar los detalles de una supuesta producción cinematográfica de la novela. Finalmente se llevó al cine en 1943 con la caracterización de la actriz mexicana María Félix como Doña Bárbara. Esta versión contó con la participación de Gallegos como libretista junto con el director Fernando de Fuentes. 

Posterior al fallecimiento del escritor aparecieron otras versiones fílmicas, pero en vida vio como su obra se convirtió en radionovelas y telenovelas. Incluso hasta una ópera llegó a montarse en el Teatro Municipal de Caracas (1966) con libreto de Isaac Chocrón y participación de la mezzosoprano Morella Muñoz.

Doña Bárbara es más que un clásico, es la punta del iceberg de la literatura venezolana sin pretender ser la suma de la cultura nacional. Rómulo Gallegos se acercó a los dramas humanos de su tiempo, que es el de todos los tiempos. No es casualidad que por ello termina siendo catalogado como el escritor nacional por excelencia.

Una doña múltiple e inacabable

Doña Bárbara es una novela que parece renovarse a medida que pasa el tiempo; un texto clásico que no ahorra sorpresas con cada nueva lectura.

Decía Octavio Paz que clásico es aquel escritor que agota las posibilidades expresivas de la lengua en su momento histórico. Agotar la lengua se traduce en múltiples niveles de lectura y de comprensión que alargan de manera indefinida la capacidad de una obra para ser interpretada.

La lectura que tradicionalmente se ha hecho de Doña Bárbara apunta al enfrentamiento entre civilización y barbarie. Intelectual perteneciente a una época que mantenía vivo el espíritu del Positivismo, es natural que Rómulo Gallegos creyera con firmeza en el poder de la razón para desarrollar la sociedad venezolana.

Su idea de civilización se afinca en una inamovible fe en el poder de la ley. Tan sólida es esa fe, que pasa por encima de la corrupción de un Jefe Civil como Ño Pernalete o el oportunismo y lo pusilánime de un secretario como Mujiquita.

Gallegos concibe la ley de un modo enteramente esencialista. Vale por sí misma, más allá de las condiciones concretas en las que deba aplicarse o de quienes sean los encargados de hacerla cumplir. Se trata de una especie de poder invisible que impacta con ímpetu en quienes detentan el poder real del latifundio, en ese llano dejado de la mano de Dios donde se desarrolla la novela.

El halo de cosa incuestionable y eficiente es el motivo por el cual personajes como doña Bárbara o Mr. Danger, a pesar de manejar a su antojo al Jefe Civil, no desestiman la posibilidad de que se les aplique esa Ley, con mayúsculas, con la que los amenaza Santos Luzardo.

Para validar aún más la fuerza civilizadora de la ley, Gallegos hace que dude de ella nada menos que el propio Santos Luzardo, quien ha regresado a su llano natal con lo jurídico como estandarte. Como un Cristo crucificado, que a ratos siente que su padre le ha abandonado, Santos Luzardo deserta de su fe en la ley y abraza momentáneamente los mismos métodos de sus enemigos, encarnación de la barbarie.

Esa duda vale, en realidad, para reforzar la validez de la civilidad. No es un detalle menor que sea un peón de Luzardo, que ahora comparte la fe del patrón, quien lo empuja de nuevo por la vía legal.

La vacilación de Santos Luzardo sirve adicionalmente para darle complejidad psicológica al personaje. De hecho, tanto Santos Luzardo como doña Bárbara se desdoblan en algún momento del relato hasta llegar a representar lo contrario del rol que parece haberles asignado inicialmente el narrador. Una prueba más del talento como novelista de Gallegos; talento que puede rastrearse en la mismísima doña Bárbara, cuyo accionar, a medida que transcurre el relato, se hace menos esquemático y más contradictorio con su personificación de la barbarie.

Para probar lo anterior, nada mejor que el capítulo final de la segunda parte de la novela. Gallegos despliega allí una extraordinaria maestría al tratar de esa entidad negativa conocida como el Socio. El lector no alcanza a saber con certeza si el diálogo allí presente sucede en la mente de doña Bárbara o si realmente hay una presencia exterior a ella que la induce al mal.

Se trata de apenas dos páginas en las que Gallegos, por un lado, roza lo fantástico al plantear la duda acerca de la existencia de lo sobrenatural; y por el otro, es capaz de hacer un abordaje respetuoso y de estricto carácter antropológico acerca de las creencias populares presentes en el llano venezolano. Él, que hasta ahora no había ahorrado el calificativo de superstición al tratar de tales creencias, en estas pocas páginas construye una semisombra en la que se actualiza el proceso interior de doña Bárbara con la sospecha nunca negada de una fuerza que desde afuera actúa sobre su alma.

Algo parecido había logrado en capítulos anteriores con los rebullones, esos pájaros premonitorios que alborotan la mente de Juan Primito. Vuelvo al inicio: cada lectura de Doña Bárbara encuentra nuevos sentidos y pone de relieve la variedad y riqueza del lenguaje del maestro, que a ratos salta, incluso, a territorios tan inesperados como lo fantástico.

Edgar Rubio ganó la XI Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo

El escritor zuliano Edgar Rubio ganó con su obra Noche de ronda la XI Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo mención Narrativa breve, convocada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del Centro Nacional del Libro (Cenal) y dirigida a escritores venezolanos o extranjeros residenciados en el país con trabajos inéditos.

Así lo indica el veredicto del jurado integrado por Jesús Ernesto Parra, Miguel Ángel Pérez Pirela y Esmeralda Torres, el cual, tras la evaluación de 94 manuscritos concursantes, decidió otorgar el premio a la referida obra, presentada con el seudónimo Carapaica y que, una vez abierta la plica, resultó ser de Edgar Rubio.

De acuerdo con Parra, Pérez Pirela y Torres, se trata de un compilado de relatos provisto de un ecosistema propio que recrea desde esta singular propuesta una atmósfera envolvente, sin socavar la autonomía de las piezas que lo componen.

“Estamos frente a una obra que se inscribe en la mejor tradición literaria latinoamericana, demostrando amplia maestría en el manejo de la teoría quiroguiana del relato. Noche de ronda, desde una notable poética de la crueldad y las ‘situaciones límites’, destaca por una probidad en el uso del espacio redaccional y el lenguaje: una literatura diáfana, que no redunda en explicaciones, imágenes o adjetivos”, señala el veredicto.

El jurado también destaca de la obra “un sorprendente uso del recurso de la trama y una bien lograda confección de los cierres dramáticos. A partir de este estilo, Noche de ronda abre una inusitada ventana a nuestra literatura, sin pretensiones ni tremendismos: únicamente con una literatura directa y poderosa”.
 
El autor de la obra ganadora recibirá certificado y un premio de cien mil bolívares (Bs 100.000,00), otorgado por Cenal, y la publicación del libro por Monte Ávila Editores
(impreso y digital).

Edgar Rubio, nacido en Maracaibo, estado Zulia, ha publicado El libro del Augur (relatos, 1996) y Alicia y otras cuestiones (novela corta, 2013). Ganó los concursos literarios de la Universidad de los Andes en 1989 y 1993 y el Premio Nacional Alfredo Armas Alfonzo de narrativa en 1992. Obtuvo la mención publicación en 2012 del Premio Nacional de Novela Corta del Fondo Editorial del Caribe.

La XI Bienal Orlando Araujo, junto a otras seis bienales nacionales de literatura convocadas también por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura en 2024, forma parte de las políticas culturales del Gobierno Bolivariano orientadas a incentivar el desarrollo de autores.

La naturaleza de las pasiones

Las pasiones son inherentes a todas las almas. El conflicto existe cuando se tienen que reseñar y poner orden en una lista. El filósofo Miguel de Unamuno corregía a aquella persona que al presentar a un médico, agregaba que además era poeta. El autor de Del sentimiento trágico de la vida invertía el orden. 

En ese mismo libro ser filósofo o poeta se equiparan cuando se refiere a los “escolásticos metidos a literatos —no digo filósofos metidos a poetas, porque poeta y filósofo son hermanos gemelos, si es que no la misma cosa—”.

Si eres escritor —y cuando decimos “escritor” generalmente se entiende que es aquel que escribe cuentos y novelas—, poeta, periodista y alpinista, como es el caso del napolitano Erri De Luca, uno se pregunta cuál de todas ellas son pasiones y en qué orden las pondría si le tocara hacerlo.

Son incógnitas que quizás nunca son conflictos, más si se toma en cuenta que ejerció oficios tan disímiles como albañil, conductor de camiones o trabajador de pista en un aeropuerto.

Involucrado además en política, es natural que evidentes rastros de esas experiencias se filtren en su obra literaria. Pero su accionar político es parte de esa esencia que tiene que ver con las posturas personales ante los actos injustos del poder.

Hay que acotar que en temas de política y profesiones, el periodismo propagandístico hace uso de la profesión para decir que el poder cercena a profesionales. Por ejemplo, el periodista alemán Günter Wallraff, autor del célebre libro Cabeza de turco, protestó contra la junta militar fascista de Grecia, en 1974, y fue preso, torturado y enjuiciado. Él nunca dijo que fue como periodista sino como activista político.

Similar actitud tiene De Luca. Arma manifiestos que luego escritores e intelectuales firman debajo de él su acción solidaria.

Hombre de mentalidad liberal, llena sus novelas de personajes populares que las más de las veces muestran un frontal desacuerdo con el sistema social, cuando no se oponen a él abiertamente.

En La natura expuesta, es fácil comprobar que, en la práctica, todos sus personajes viven al margen del sistema. Desde un narrador confinado entre las nieves de Los Alpes, hasta los migrantes que, en plan de coyote, ayuda a cruzar la frontera en abierta burla de la ley.

A diferencia de su última novela, Imposible, en la que un exrevolucionario se enfrenta a un fiscal que representa, aunque a su manera, el orden establecido, en La natura expuesta ni siquiera los representantes de la iglesia están en disposición de asumir de manera ortodoxa la tarea que se le impone.

De Luca ha llegado a afirmar que la “verdadera historia de este siglo se halla en la narrativa, no en los libros de historia, porque ha sido una historia colectiva que solo puede ser explicada por los interesados directos”.

Esa historia está marcada por el incesante paso de migrantes que desde África se dirigen a Italia como punto de llegada o de tránsito hacia otros países de Europa. De Luca aborda a esos migrantes no desde una mirada sociológica o caritativa. Su abordaje del asunto se acerca más a una concepción de la vida marcada por el cinismo.

La novela está narrada desde el desarraigo y el distanciamiento. Una voz que se vuelve, en su propia tierra, tan errante y fuera de lugar como esos migrantes con quienes se relaciona de igual a igual.

Migrantes perseguidos, religiosos tomados por la duda, o un narrador que descree de todo son los personajes protagonistas de La natura expuesta, y son a la vez esos interesados directos en el devenir de la historia.

Las novelas de De Luca suelen resumar política. No una política explícita, como la de quien toma partido abiertamente. Se trata de una cierta inconformidad que se filtra por diversos medios a través de los personajes. Es una visión sombría de la sociedad desde una conciencia que ejerce un existencialismo difuso, sin otro anclaje que una experiencia vital marcada por la derrota y el desinterés.

Las instituciones podrán tener diferentes políticas u opiniones que esculpidas en piedra de nada sirven. Sin embargo, las pasiones siguen el curso de la historia.

Venerado órgano lleno de sangre

Preguntado acerca de su religiosidad,  Erri De Luca respondió que no era creyente y no era ateo.

Semejante paradoja es un buen punto de partida para ingresar a su novela La natura expuesta, en la que un particular concepto de lo religioso juega un papel destacado.

Uso el adjetivo destacado, y no central, porque esta novela no tiene centro. Tampoco tiene una historia, al menos no una única historia. De hecho, lo esencial en este libro es el tránsito de una conciencia cuya voz cruza espacios y momentos temporales  cual si se tratara de una saga interior, de un reconocerse frente al mundo, al que se mira siempre con suspicacia y no poca ironía.

Aunque la lectura avanza de manera armónica y secuencial, lo cierto es que no hay en esta novela una anécdota que pueda considerarse el eje de la narración. Se trata, en cambio, de un registro de acciones y eventos que pueden presentarse en simultáneo o cronológicamente organizados, aunque nada de ello subsane la sensación de caos que se apodera del lector.  

Acorde con esa estrategia narrativa,  la obra se imprime en pequeños fragmentos separados por líneas horizontales, que, si es cierto que suelen tener continuidad en lo que cuentan, no dejan de ser como pequeñas escenas más apropiadas para un guion cinematográfico.

La fragmentariedad da pie a la multiplicidad de personajes y de eventos que se suceden a lo largo del texto. Tan así, que algunos de esos eventos nunca se cierran, dando pie a escenas inconclusas y a personajes cuyo rol no se define. En ese caso,  el intento de darles significado en el contexto de la novela queda todo en manos del lector.

De la variedad de peripecias ejecutadas por el personaje narrador -conducir migrantes a través de Los Alpes o una fugaz relación amorosa a punto de terminar en tragedia- destaca la solicitud de un sacerdote de rehacer el sexo de una estatua de Cristo, cubierto con un drapeado por una mano censora. De ese encargo surge un poderoso, aunque ambiguo, misticismo por cuyo medio se expondrá una manera igualmente ambigua de abordar lo religioso. Ya sabemos que De Luca se define a sí mismo como no creyente y no ateo. Por si eso fuese insuficiente, en el texto de La natura expuesta abundan indicaciones más precisas acerca del tipo de religiosidad que concibe el narrador:

“¿Es usted creyente? —No en la divinidad, creo en algunos representantes de la especie humana. — ¿Qué entiende por sagrado? —Aquello por lo que una persona está dispuesta a morir.”

Ocurre, en el decurso de la novela,  que aquello por lo cual una persona está dispuesta a morir se asocia estrechamente con el ámbito religioso. Es el  caso del migrante musulmán que recibe con veneración un ejemplar del Corán salvado de las mismas aguas donde murieron quienes lo traían consigo: “—Es nuestro libro sagrado. Salvado de las aguas es más sagrado aún.”

Tal parece que la idea de divinidad que maneja De Luca se concreta en una fuerza misteriosa que puede o no estar asociada con algún sistema de creencias de los variados al alcance del ser humano contemporáneo.

En el caso del escultor de la estatua que requiere ser restaurada, el novelista logra un juego de espejos entre el artista y la obra que, como era de esperar, humaniza al dios y diviniza al hombre.

Una incipiente erección en el Cristo le permite al narrador profundizar en la dimensión humana de la divinidad representada, y, además, siguiendo el proceso de identificación entre el artista y la obra, dejar establecida una concepción si no sagrada, sí misteriosa del arte en sí mismo.

Si la erección responde a los espasmos del condenado que “culminan a menudo en una erección mecánica”, la posterior muerte del escultor reviste todos los visos de una búsqueda mística que incluye cambios físicos que lo habrían acercado al objeto divino.

En esta brevísima novela, que no excede las ochenta páginas, De Luca logra, mediante la fragmentariedad y la organización caótica de eventos y personajes, un discurso no solo original sino de una estimulante complejidad conceptual capaz de convocar a lectores con muy variados puntos de vista.La natura expuesta puede descargarse http://libgen.is/

Ramón Alirio Contreras Guerrero ganó la V Bienal Nacional de Literatura Manuel Felipe Rugeles

El escritor caraqueño Ramón Alirio Contreras Guerrero ganó con su obra “Lelel es polvo de estrellas” la V Bienal Nacional de Literatura Manuel Felipe Rugeles, mención Poesía infantil, convocada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC), a través del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, y dirigida a escritores venezolanos y extranjeros residenciados en el país con trabajos inéditos.

El jurado calificador, integrado por Carlos Ildemar Pérez, Iván Pérez Rossi y Graeldi Jiménez, procedió por unanimidad a otorgar el premio a la referida obra, presentada bajo el seudónimo Patterson y que, una vez abierta la plica, resultó pertenecer a Ramón Alirio Contreras Guerrero.

De acuerdo con el jurado, el texto invita a trabajar con las niñas y los niños aspectos esenciales de la sensibilidad humana, como lo axiológico, el amor y la fraternidad, y permite, no solo a los niños sino a los adultos, descubrir nuevas formas de mirar la diversidad humana. En ese sentido, resaltan “la hermosa manera en que esta obra ofrece una aproximación poética para conocer y valorar a las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), en un marco de respeto y empatía”, y reconocen en ella “una contribución excepcional al panorama de la poesía infantil en Venezuela”.

“Esta obra ha destacado por su ternura, interés y carácter lúdico, logrando captar de manera excepcional el tono de alegría y esperanza que caracteriza la mejor poesía infantil”, expone el veredicto.

“La temática poética logra un equilibrio entre lo imaginativo y lo real, tejiendo una trama en la que los personajes Lelel y el yo poético construyen un universo que trasciende las diferencias de los mundos que habitan. El autor equilibra y armoniza estos contrastes con una delicadeza singular, evitando caer en melodramas o lamentaciones y envolviendo todo ‘como una caricia”, exponen Carlos Ildemar Pérez, Iván Pérez Rossi y Graeldi Jiménez.

Además, el jurado afirma que, en el contexto de la poesía infantil venezolana, Lelel es polvo de estrellas “se proyecta como una obra renovadora, rompiendo con los patrones tradicionales que, por años, han dominado este género en el país. Su enfoque fresco, profundo y sensible apunta hacia la necesaria transformación de la poesía para niños, una tarea urgente que esta obra cumple con brillantez”.

El autor ganador recibirá certificado y un premio de cien mil bolívares (Bs 100.000,00), otorgado por el Cenal, y la publicación del libro por Monte Ávila Editores (impreso y digital).

Ramón Alirio Contreras Guerrero (Caracas, 1974) es licenciado en Letras con maestría en Literatura Latinoamericana y maestrante en Política Exterior de Venezuela, docente en Lengua, Literatura y Comunicación.

Publicó en 2007 con El perro y la rana los libros de poesía Lejanías cotidianas y la antología Amanecieron de bala. Autor de Los hijos del Sol y de una selección de poemas titulada Ojo gigante en el cielo, publicada en Italia en la revista Cuadernos del Hipogrifo y en México en el Círculo de poesía. Poemas suyos han sido traducidos al francés. Ha participado en recitales poéticos en Uruguay, Argentina, Chile y Guatemala, así como en el World Festival of Poetry.

En 2023 se alzó con el 14º Premio Nacional de Literatura “Stefania Mosca”, mención narrativa, con la novela Elena, la noche y la niebla. Es autor, además, del ensayo monográfico Luis Beltrán Guerrero, una vida a caballo entre la literatura y la política (El perro y la rana, 2007).

Se ha desempeñado como director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) y profesor de las cátedras de Escritura Creativa, Comprensión y Producción de Textos. Fue director Ejecutivo de la editorial Monte Ávila Editores Latinoamericana y coordinador general de Operaciones del Centro Nacional del Libro. > Abrahan Fermín: Entre los años 2006-2009 ejerció como diplomático en Uruguay y Chile, como Agregado y Primer Secretario, respectivamente, a cargo de la gestión de Cultura y Comunicación.

20.ª Filven Falcón ofreció presentaciones literarias en Coro

La 20.ª Filven Falcón con epicentro del 4 al 7 de diciembre en Punto Fijo, en el Ateneo Rubén Ismael Padilla, contó con una extensión en Coro, capital de la entidad.

En el marco de esta fiesta literaria, se efectuó en el emblemático Balcón de Los Arcaya, en el corazón del Centro Histórico de Coro, un encuentro con escritores, académicos y estudiantes de la Escuela Nacional de Poesía Juan Calzadilla.

Ahí se presentaron obras del Fondo Editorial de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) que exploran diferentes temáticas y géneros literarios.

Entre los títulos de la UNEFM dados a conocer se encuentran Memorias del barro y otras nostalgias, de José Nava, una emotiva obra que reflexiona sobre la vida y la memoria; La ira de los buenos, de Wilmem Borges, una novela que promete cautivar a los lectores con su trama intrigante; Antología poética del municipio Sucre, de Melissa Suárez, una compilación que recoge la riqueza poética de la región falconiana; La esquina de la casa quemada, de Calixto Gutiérrez, una obra que invita a explorar los rincones más profundos del alma.

También desde este espacio autores y amantes de la lectura se dieron cita para celebrar la palabra escrita con las presentaciones de obras literarias que exploran la riqueza histórica y cultural de la región, entre ellas Serranía de los Jirajaras y Afrodescendientes, de Fulvia Polanco, Reina Álvarez, William Perozo y Juan Ramón Lugo (EI perro y la rana); Subalternación africana y resignificación de sus memorias en la Sierra de Coro, de Nereyda Ferrer (EI perro y la rana); Trata con duendes, de Rafael José (El perro y la rana); Signos del pasado. Petroglifos de Venezuela, de Eva Hofle (Fondo Editorial de la UNEFM), y Hugo Chávez. Convocante de la Patria Liberada, de lremu-Fensur.

La Filven Falcón fue posible a través del trabajo coordinado entre la Gobernación de la entidad y el Instituto de Cultura del Estado Falcón (Incudef) con el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) y el Centro Nacional del Libro (Cenal).

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20.ª Filven en Tovar mostró riqueza literaria y cultural de merideños

La 20.ª Filven Mérida celebrada en el municipio Tovar, del 5 al 7 de diciembre, reunió a escritores, artesanos y cultores en una cita histórica al realizarse por primera vez en esta localidad la máxima fiesta literaria del país, siendo cuna de escritores y artistas.

Así lo aseguró karelyn Buenaño, especialista del libro y la lectura del Gabinete Estadal de Cultura de Mérida. “Un logro posible gracias al apoyo incondicional de diversas instituciones, entre ellas el Gabinete de Cultura Mérida, Gobernación del Estado Mérida, Misión Cultura, Alcaldía del Municipio Tovar”.

“Queremos extender un agradecimiento muy especial a nuestro alcalde, Iván Pulitti, quien no solo caminó junto a nosotros durante la feria, sino que también compartió momentos inolvidables al leer poemas y participar activamente en la experiencia cultural con su pueblo”, agregó.

Señala Karelyn Buenaño que las actividades se desarrollaron en las salas llamadas Giandoménico Puliti y Carmen Delia Bencomo, escritores a los que se les rindió homenaje por la huella imborrable que dejaron en el acervo cultural del estado Mérida; y en la sala de Carmen Delia Bencomo se celebró el cierre de este evento cultural.

Este año, la feria destacó por su rica programación literaria. Se realizaron varios conversatorios, talleres, charlas y presentaciones de libros, donde hubo intercambios de ideas entre los escritores, presentadores y el público. Además se abrió una sala para la exposición de obras de arte.

Presentación de títulos

Se presentaron los libros “La fugaz noche del poeta” de la homenajeada Esmeralda González; “Lírica Hispana: Mujer Gestión Editorial” de Kristel Guirado; “La parteria afro. Saberes colectivos-compartidos-entretejido de las mujeres afrovenezolanas” de Dionys Rivas e Ismenia de Lourdes Mercerón; “Mahmud Darwish: Palestina en el corazón”; “Cumbre, cumbe, cumbo” de Flor Alba Cabrera; Colección Gertrudis Moreno del sistema nacional de las imprentas, Mérida; “Peregrinaciones de una paria” de Flora Tristán, todos editados por la Fundación Editorial El perro y la rana.

Además presentaron el libro póstumo de Giandoménico Puliti titulado “Almenar”, como parte del homenaje a su vida y legado. Fue presentado por su hermano Yván Puliti, Enrique Plata, Pausides Reyes, Héctor Molina, Miguel Marrufo y Marinės Puliti.

Se presentó “Si acaso me contradigo” Antología poética de Sor Juana Inés de la Cruz, editado por Nila ediciones. Presentaron la línea editorial Antibloqueo, “Cine en clave ecofeminista” de Aminta Beleño; “Crítica de la relación sociedad y cultura” y “Descolonizar para emancipar” por la fundación trinchera del séptimo arte.

Presentaron el libro “En primera” de Ennio Tucci por Monte Ávila Editores; “Mi bosque sorprendído” de Carmen Delia Bencomo, Fondo Editorial Carmen Delia Bencomo; “I Antología de escritores del municipio Campo Elías” por ediciones Catajarria; “El libro de Cruz Quinal” de Benito Yrady por Fundarte; “Los Sum Sum Verdi de Carlos Ángulo editorial Oikos.

Realizaron una ofrenda floral a Carmen Delia Bencomo en la plaza de los escritores de Tovar, donde pueden apreciarse monumentos a escritores como Don Claudio Vivas, Anastasia Gutiérrez de Ruíz, Gianfomenico Puliti y Elbano Méndez Osuna.

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20.ª Filven Lara finalizó entre décimas y sones de negros

Los escritores nacionales invitados a la 20.ª Filven Lara en Tintorero, Neguel Machado y Danni “Olegario” Ortega, presentaron como parte de la jornada de clausura de esta fiesta literaria el libro “Decimistas zulianos”, para rendir honor a estos compositores.

Entre ellos a Chevoche y el Indio Miguel por ser un referente de la décima. “La décima es Lara, es Zulia, es Miranda, es La Guaira, es Aragua, es Sucre…”, destacó Machado durante su presentación.

El público disfrutó esta presentación del libro escuchando las décimas zulianas a cargo de Danni Ortega.

El viceministro de Identidad y Diversidad Cultural, Ignacio Barreto, estuvo presente en la clausura de la Filven, en la que destacaron presentaciones tradicionales.

“Creo que fue sumamente acertado hacer la feria aquí en Tintorero, creo que fue sumamente acertado hacerla con los artesanos”, destacó.

También como parte de las actividades de clausura se realizaron distintas presentaciones de libros, recitales poéticos y presentaciones culturales.

La sones de negros estuvieron presentes con sus melodías y bailes. De esta manera cerró la feria con una parranda bailable con los presentes y los violines.

La Filven Lara estuvo instalada del 5 al 7 de diciembre en Tintorero, una parroquia larense conocida por sus tejidos y su música.

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Eduardo Mariño Rodríguez ganó la VIII Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu

El escritor cojedeño Eduardo Mariño Rodríguez ganó con su obra “Memoria de árbol” la VIII Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu mención Novela histórica, convocada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, y dirigida a escritores venezolanos y extranjeros residenciados en Venezuela con obras inéditas.

El jurado conformado por Alexander Torres Iriarte, María Elvira González y Enrique Hernández D’Jesús, otorgó el premio a la mencionada obra presentada con el seudónimo Jürgen Knotch, y que resultó pertenecer, una vez abierta la plica, a Eduardo Mariño Rodríguez, reconociendo en ella “un tejido armónico en la sencillez y precisión de su lenguaje, y en el basamento histórico del relato, destacando a través de las voces de sus habitantes a la comunidad como participante y destinataria de la historia”.

De acuerdo con el veredicto, el jurado halló “una obra que se afinca en la crónica para hurgar en la historia de algunos poblados del llano venezolano. Narrada en primera persona por un personaje que regresa a la zona tras los pasos de su hermano fallecido, despliega voces de un rico imaginario, sin dimitir a la exposición apegada al hecho histórico, controversial y bien documentado”.

Además, Torres Iriarte, González y Hernández D’Jesús indican: “En una estructura en apariencia sencilla, mediante diálogos y escenas de situaciones comunes en el entorno, logra ahondar en la historia del lenguaje común, en ciertas tradiciones que aún se conservan, en la espiritualidad, y en las diversas identidades de los lugareños que conviven con lo insondable como parte de su realidad cotidiana, enriqueciendo la trama con una erudición, que en ningún momento desentona con el hilo conductor del relato”.

El ganador recibirá certificado y un premio de cien mil bolívares (Bs. 100.000,00), otorgado por el Centro Nacional del Libro (Cenal), y la publicación del libro por Monte Avila Editores (impreso y digital).

Trayectoria de Eduardo Mariño Rodríguez

Eduardo Mariño Rodríguez (San Carlos, 1972) tiene publicados doce libros, seis de cuento, tres de poesía, una novela y dos publicaciones en artes visuales. El Centro Nacional del Libro le otorgó el Premio Nacional del Libro, mención Creación Literaria (2002), por su obra La vida profana de Evaristo Jiménez.

Sus libros de cuentos son: Del diario de un cautivo (Instituto de Cultura, San Carlos, 1994), Cacería (Círculo de Escritores, San Carlos, 1999), La salvación por el hastío (IPASME, Caracas, 2005), Gente (IPASME, Caracas, 2007), Aprendizaje del paraíso inferior (Monte Ávila Editores, Caracas, 2012) y Viaje (Fundación Editorial El perro y la rana, Apure, 2011). Su novela se titula Silvia (Editorial Verbigracia, España, 2006).

En poesía escribió Por si los dioses mueren (Círculo de Escritores, San Carlos, 1995), La vida profana de Evaristo Jiménez (CELARG, Caracas, 2002) y A la salida del fastuoso recital (Monte Ávila Editores, Caracas, 2009). En Artes Visuales ha publicado Demetrio Silva: Hacer el arte como la vida, y Manos del Sueño: Artesanos de Cojedes (Instituto de Cultura, San Carlos 2007).

Textos suyos han aparecido en numerosas antologías, periódicos y revistas literarias dentro y fuera del país, y su obra literaria se ha hecho merecedora también del Premio Nacional de Poesía “Fernando Paz Castillo” (2002), el XII (2004) y XIV (2006) Premio Anual de Literatura del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación, IPASME, así como la I Bienal Nacional de Literatura “José Vicente Abreu”, del estado Apure (2008).

Acerca de su obra han escrito los investigadores Arex Aragón (Aproximación a la obra poética La Vida Profana de Evaristo Jiménez, CONTEXTO, Universidad de Los Andes, 2004), Julio Rafael Silva Sánchez (Eduardo Mariño: La luz y la sombra de una escritura heteróclita, CONAC-Ministerio de la Cultura, 2005), así como los críticos Teresa Cacique, José Carlos de Nóbrega, Mercedes Franco y Rubén Wizotski entre otros.

Mariño Rodríguez ha sido coordinador Editorial y de Literatura del Instituto de Cultura del Estado Cojedes, ICEC; coordinador de Unidades Técnicas del Museo La Blanquera, en San Carlos; director general del Ministerio del Poder Popular para la Cultura en Cojedes, coordinador nacional de la Red de Escritores y Escritoras Socialistas de Venezuela y editor jefe del Diario Ciudad Cojedes.