Los límites de la novela histórica

Las historias del pasado podrían ser un retrato de la actualidad o, tal vez, una forma de entrar en el tiempo que nos permite comprender el presente. De hecho, existe la tesis de Giorgio Agarben que quienes formaron los cimientos del pensamiento filosófico y político son nuestros contemporáneos, aunque esos hombres y mujeres hayan pertenecido a diferentes épocas.

El cine de Hollywood ha dejado una impronta en la creación de una imagen de los griegos y romanos de hace más de dos milenios. De estos últimos, han presentado a emperadores que fueron guerreros y algunos terminaron asesinados por sus delirios. La impresión que dejaron es que los atacó una epidemia de locura

A esa imagen también ha contribuido, en buena medida, la literatura. Pero Marco Aurelio y los límites del imperio, la más reciente novela de Pablo Montoya, rompe con esos mitos al presentar a un emperador con sus disquisiciones filosóficas y humanas.

El narrador de Montoya se pregunta: “¿cómo separar el pensamiento del poder político? ¿Cómo negar que la filosofía, en esa larga senda que une a Grecia con Roma, había superado el aposento familiar para ir ascendiendo hasta el control de los asuntos públicos?”.

Inmediatamente se responde: “Es más, lo que me ha llevado a la cima del imperio —asumir el poder con la convicción y el respeto exigidos— es saber que tengo de mi lado a la razón. Creo en ella y en su injerencia frente a la construcción de nuestro presente. Roma y su discernimiento de la criatura humana han sido ante todo la lenta y progresiva elaboración de un modelo en el que política y filosofía han de abrazarse. Por ello es lógico, propio de su avanzar en el tiempo, que hombres razonables o militares sensatos, y no payasos megalómanos y sedientos de violencia, sean quienes controlen las riendas de la administración del imperio”.

Montoya retrata una época, y podemos reflexionar sobre el imperio actual en donde abraza la guerra y el capital. Acumular y doblegar, sin dejar de lado aquella Roma sangrienta. Nada es idílico. Especialmente, porque la novela mantiene el hilo conductor del pensamiento de quienes se impusieron sobre otros pueblos y los esclavizaron.

La filosofía podría considerarse que era una abstracción que pasaba por la comprensión de las almas hacia lo humano mientras en la práctica hacían la guerra, aunque la época que se relata es la que fue considerada como pax romana.

En Marco Aurelio y los límites del imperio se mantiene la misma imagen y los mismos criterios sobre los bárbaros, que son considerados sinónimo de “bestias”, “salvajes”, porque usa como fuente los testimonios del emperador.

El origen de la palabra bárbaro “proviene del griego barbaros, un vocablo de formación onomatopéyica usado por los griegos para referirse a los extranjeros cuyas lenguas no entendían y de quienes solían comentar que únicamente sabían decir bar, bar, bar”, explica Ricardo Soca en La fascinante historia de las palabras y nos advierte que el “prejuicio de los griegos está presente en todas las civilizaciones, que ven como ‘extraño’ o ‘enemigo’ todo lo que es ajeno a ellas”.

Atila, rey de los hunos, es considerado bárbaro, pero también lo fue Aníbal, cuya travesía por Los Alpes inspiró a Simón Bolívar para atravesar con éxito Los Andes.

El historiador Miguel León Portilla recoge en Visión de los vencidos la misma pregunta de hace casi cinco siglos: “‘¿Quiénes son esos salvajes?’, dice el tlapaneca otomí Hecatzin cuando va a atacar a los españoles”.

“Sobre salvajes” es el poema que Gustavo Pereira escribió a inicios del siglo XXI en plena discusión política de la Constituyente. Algunos políticos consideraron irrelevante polemizar sobre nuestros pueblos originarios para no darles protagonismo en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, mientras que el poeta les dio la razón con la poesía.

Pablo Montoya comenzó a escribir la novela cuando la pandemia del Covid-19 mostró la peor cara. Y así empieza Marco Aurelio y los límites del imperio, con una peste —y la muerte rondando—. La de los imperios, hasta ahora no ha cesado, tampoco sus límites.

Esa antiquísima historia actual

Solo podemos escribir desde nuestro tiempo y desde lo que somos en tanto individuos y sociedad. Por tal razón, lo que llamamos novela histórica guarda siempre una estrecha relación con la época de su autor.

Marco Aurelio y los límites del imperio de Pablo Montoya no escapa de esa norma. Es verdad que se ocupa del emperador romano autor de Meditaciones; es cierto también que, al menos en apariencia, recorre todas las etapas de la vida del personaje; que explora sus ideas y su inclinación estoica; que recuenta los afanes como gobernante; sus íntimas contradicciones con el rol que le tocó desempeñar; y, en fin, su poca afición por la guerra. Muy a pesar de tanto arraigo en lo histórico, la novela parece estar dominada por un inocultable afán de proyectarse hacia el presente.

Montoya ha declarado que escribió la novela en tiempos de pandemia. No es casual, entonces, que la peste sea una presencia constante a lo largo de todo el relato. Este solo elemento sirve para insertar el tiempo remoto del Imperio Romano en nuestro propio tiempo y es un ardid del narrador para comenzar a establecer similitudes.

Si puede decirse que la novela es un género literario imposibilitado de evadir el ámbito político, puede decirse, con más razón, que algunas novelas son políticas incluso sin que lo parezcan o, más aún, sin que se lo haya propuesto su autor.

En este sentido, Marco Aurelio y los límites del imperio navega entre dos aguas. Se trata de una novela abierta y actualmente política, si bien finge abordar el poder solo en una época lejana a la nuestra.

El engarce entre ambas épocas es el vértigo colectivo que produce la decadencia de un imperio.

El imperio romano acosado por los bárbaros recuerda en abundancia nuestro propio tiempo. Aquellos bárbaros respondían a las mismas necesidades de los migrantes contemporáneos. “El gran problema con los bárbaros es que, atraídos por las bondades del imperio, invadían nuestras tierras (…) los empujaba el hambre y clamaban por dominios para el sembradío y la cría de animales”, dice de ellos el propio emperador.

Otro tanto podría decirse del largo dialogo del emperador con Livio Túsculo sobre el papel de la religión, y en especial del cristianismo, tema que Marco Aurelio, por cierto, no toca en sus Meditaciones. Es un guiño al lector de hoy que de los cristianos al emperador le moleste “La inclinación de los presbíteros por las mujeres y los niños. Ese continente afeminado que reinaba en sus asambleas.”

Lo lúdico no se circunscribe solo a lo político o a lo religioso. Montoya ha incluido un afectuoso homenaje a Jorge Luis Borges. Se trata de un ciego vagabundo que recorre el mundo apoyado en un bastón y acompañado de “una mujer delgada cuyo origen se ubicaba en la tierra más extrema. Allá donde residen los hombres de piel amarilla (…) La mujer era mucho más joven que él.”

Este ciego, quien tiene una particular manera de concebir el universo, parece haber leído con dos siglos de antelación “La biblioteca de Babel”, de Borges, pues asumía el universo “al modo de un intrincado asunto literario y la biblioteca, como su metáfora más elevada (…) La conformaban galerías hexagonales dueñas de anaqueles que contenían libros infinitos.”

A pesar de narrar la vida de un emperador romano dado no solo a la reflexión filosófica sino comprometido también, muy a su pesar, con la guerra, la novela se desarrolla con el tono de una crónica en la que predomina el acto reflexivo y el intento de interpretación de los acontecimientos a la luz de la filosofía estoica. No hay en el escrito fruición por lo épico, incluso cuando de batallas se trata, ni descripción alguna de variados aspectos centrales de la vida humana, como el erotismo y el sexo.

Marco Aurelio y los límites del imperio expone, un código de conducta del individuo con respecto a sí mismo, a los demás y, en general, hacia el universo. Y, por medio de las reflexiones de un emperador culto y sensible, provee una visión del poder ampliamente humanista que desborda la época del relato e invade, sin excesivo disimulo, nuestra contemporaneidad.

El tiempo implacable de los gallos

A mediados de la década de los 80, cuando formaba parte del grupo de teatro de la Escuela de Economía de la UCV —como actor de segunda, valga la acotación—, tuve la posibilidad de visitar un pueblo que fue protagonista de una de nuestras novelas emblemáticas y que, cuando la leí, supuse que todo era invención del autor, incluso el lugar en donde habitaban los personajes que poco a poco iban muriendo o desapareciendo.

—¡Vamos a Ortiz! —dijo un compañero con tal alegría que parecía que iba a descubrir algo que hasta ese momento solo era un libro de ficción—. ¡El pueblo de Casas muertas!

No fui a Ortiz, pero las personas que lo visitaron regresaron decepcionadas, puesto que no se encontraron con el pueblo fantasma que esperaban encontrar.

A veces creemos que las cosas, e incluso las personas, permanecen intactas con el transcurrir del implacable tiempo. Por esos mismos años conocí a Luis Lira, cuando él era estudiante de Medicina y un inquieto lector, que a medida que se adentraba en las lecturas de escritores venezolanos y latinoamericanos, bien fueran de ficción o no ficción, las tertulias más que amenizarse con café, cervezas o ron, él mostraba ventaja al diseccionar con bisturí un discurso y suturaba con frases literarias y una sonrisa de complicidad a la hora de sentenciar definiciones.

Una vez que culminamos los estudios en la universidad, la vida nos separó hacia destinos diferentes, aunque, como son las amistades verdaderas, cuando por casualidad nos reunimos, continuamos la conversación del último encuentro.

Hace un par de años me escribió que estaba en la búsqueda de un editor. Pensé que alguien allegado a él tenía un libro en ciernes. La sorpresa fue que a los meses publicó su primer libro de poesía, Trazos límbicos (2023), y unos meses después apareció La isla que fuiste (2023), también de poesía.

La sorpresa no es que Lira sea poeta, no. Más bien radica en la capacidad de guardar secretamente estos dos poemarios que se tocan en los extremos; y al año siguiente, aparece con la novela Pluma Negra (2024).

Ahora se presenta como novelista con un libro que retrata el realismo social de una época a través de las historias cotidianas de un pueblo que comienza a cambiar su realidad debido a la incipiente explotación de petróleo.

Al principio, Pluma Negra pareciera una escritura gallegiana. El tema, la presentación de los personajes en la escena, la influencia es indiscutible, incluso de otros autores como Arturo Úslar Pietri y Miguel Otero Silva —no en balde comencé este escrito con Casas muertas—. Pero lo que realmente marca este libro, más que influencias, es la lectura de nuestra herencia literaria.

El ¿novel? escritor en las primeras páginas se desprende de eso que acabo de señalar como “influencias”, al contar una historia de un expolio, una estafa, los amores, los desafíos, con un ritmo trepidante en donde el escritor vuelca su carga afectiva, con sus amores y odios, pero sobre todo, sus esperanzas. 

Pluma negra pudo ser una historia oral, de esas que van pasando de generación en generación, y la narración de Luis Lira no podía dejar de lado ese género donde la ficción hace posible que un recinto de pelea de gallos y estos mismos animales, pasan a ser más que un ritual.

Gabriel García Márquez contó que conoció, a través de su hijo, que para ingresar en cierta universidad anglosajona había que hacer un ensayo sobre El coronel no tiene quien le escriba. Su hijo no fue admitido por mamador de gallo, es decir, en el ensayo concluyó que al gallo del Coronel sólo le faltaba la gallina de los huevos de oro. 

Los que respondieron que el gallo era la representación del pueblo oprimido, fueron admitidos, y García Márquez se congratuló por su visión política, puesto que uno de los finales que tenía previsto era hacer un sancocho con el plumífero.

Pluma Negra mira al pasado sin nostalgia. Luis Lira lo trae a nuestro presente con un lenguaje literario lúdico, propio de estos tiempos, con la certeza de una vida —y aquí estoy parafraseando al autor sin rubor— y de intentar andar un camino, acompañado de un río de donde bebe “después de momentos de mucha sed”.

Alegoría del gallo y el silencio

Se dice que Hernán Cortés, antes de quemar las naves, salvó de ellas sus armas y sus gallos. Aunque el dato no está confirmado, puede dar una idea bastante precisa de cuándo inició el furor por las peleas de gallos en nuestro continente. Ese mismo entusiasmo habrá privado en Luis Lira Ochoa para hacer de este animal el protagonista de su novela Pluma negra.

Que Luis Lira haya elegido el gallo como elemento central de su relato debe considerarse de alto riesgo. Al fin y al cabo, se trata de un ser cargado de tan nutrido simbolismo que ha hecho posible que, a lo largo de siglos, el arte y la literatura hayan explotado su presencia representándolo de muy diversas manera y adjudicándole una casi infinita variedad de significados e interpretaciones.

Tal parece que Colón no traía gallos en su primera expedición, pero cuando le toca dar cuenta del colorido de los peces que encontró a su llegada a La Española, no dio con mejor referente, al describirlos para sus reyes, que el colorido plumaje de los gallos. De allí en adelante, cronistas, novelistas y poetas no se dieron descanso a la hora de hacerlos parte de sus creaciones.

Sus incontables simbolismos, en especial el que lo asocia con el sol, ha hecho del gallo un motivo  que se repite una y otra vez en la poesía. En Venezuela, contamos como los maravillosos versos de Ramón Palomares en su poema “El sol”: “Andaba el sol muy alto como un gallo / brillando brillando”.

De la presencia del gallo en la narrativa latinoamericana tenemos un ejemplo que se ha  popularizado gracias a la adaptación televisiva de Cien años de soledad en Netflix. La larga anécdotade esa novela tiene como punto de partida una pelea de gallos, después de la cual José Arcadio Buen día asesina a Prudencio Aguilar.

En una función recurrente en la narrativa, el gallo encarna la esperanza de salir de la miseria. Sucede con José Gabino en el cuento de Uslar Pietri titulado, precisamente, “El gallo”. Pero  José Gabino tiene todo en contra: el gallo es robado, no lleva encima un centavo que le sirva para apostar y tiene además la certeza de que será reconocido como ladrón si se atreve a presentarse en la gallera. Su única ganancia, al final, es comerse el gallo.

Con todos esos antecedentes, y muchos otros que sería largo enumerar, queda claro que Lira Ochoa ingresaba en aguas movedizas cuando decidió escribir Pluma negra.

Su primer hallazgo, literariamente hablando, es hacer del gallo una presencia absoluta que se mantiene sin mengua a lo largo de toda la obra. No hay capítulo de Pluma negra donde el gallo no aparezca y no tenga, además, un rol esencial en la conducción de la anécdota. Dicho de otro modo, no se trata de una presencia transitoria, anecdótica o momentánea, sino que el animal, representado por una verdadera cuerda de gallos, se convierte en eje vertebral de los distintos acontecimientos que nutren la historia.

Esa presencia constante tiene, además, características particulares. Por ejemplo, no se trata de animismo, es decir, de personajes que asumen la forma de anímales pero siguen siendo humanos en cuanto a sus capacidades de expresión, desempeño y psicología. Los gallos de Pluma negra son simplemente gallos y no otra cosa.

Los gallos son el repositorio de todas las pasiones y de toda la violencia que esas pasiones son capaces de generar. Más allá de los múltiples antagonismos sobre los cuales se mueven los personajes, lo cierto es que toda violencia se transpone a las peleas de gallos; así como toda contradicción propia del andamiaje social descrito en  la novela parece afianzarse o resolverse solo el redondel de la gallera.

Pero, a pesar de que la existencia de los gallos parecería transcurrir en paralelo a la de los humanos, lo cierto es que en Pluma negra estos animales por un lado acarrean y por el otro hacen viable el desarrollo de los acontecimientos entre humanosque conforman la trama de la novela.

Los conflictos amorosos, las diferencias sociales y económicas o las estrategias de expoliación de las  petroleras, todo se filtra a través del mundo  catártico  del gallo, lo que parece prevenir una siempre inminente violencia social.

Venezuela ratifica solidaridad con Palestina en la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo

El ministro del Poder Popular para la Cultura de Venezuela, Ernesto Villegas, ratificó la solidaridad del pueblo venezolano con Palestina a propósito de una visita al pabellón de este país ubicado en la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo, donde Venezuela participa con una importante muestra de su producción literaria.

“He tenido el honor de saludar a los palestinos que tienen participación en esta feria”, dijo.

“El año pasado estuvimos aquí y así, como hace un año, expreso nuestra solidaridad con el pueblo de Palestina así como con los pueblos árabes”, manifestó el alto funcionario venezolano.

A propósito de la Feria Internacional del Libro de El Cairo y la presencia de Venezuela, Villegas también mencionó que “Venezuela y Egipto tienen mucho por dar al equilibrio del mundo”.

Acompañaron al ministro como parte de la delegación venezolana presente en la cita literaria, una de las más grandes de Oriente Medio, el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro, Raúl Cazal, y el embajador de Venezuela en Egipto, Wilmer Barrientos. Junto a ellos estuvo el presidente de la Entidad Egipcia del Libro, Ahmed Bahy Eldin.

Como parte de su agenda, el ministro de Cultura se reunió con su homólogo egipcio, Ahmed Hanno, para avanzar en materia de cooperación cultural entre ambas naciones y compartió su libro Maja mía con una presentación a cargo del profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo Mohamed Mursi.

La Feria Internacional del Libro de El Cairo, con lugar en el Centro Internacional de Exposiciones de Egipto, abrió el 23 de enero y finaliza el 5 de febrero con la asistencia de 80 naciones. Venezuela participa por segunda vez consecutiva siendo el único país latinoamericano presente con un pabellón en el marco de la celebración este año del 75 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Venezuela y Egipto.

“Maja mía” en la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo

Este sábado 25 de enero el escritor, periodista y ministro del Poder Popular para la Cultura de Venezuela, Ernesto Villegas, presentó en la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo su más reciente obra literaria: Maja mía, en compañía del Dr. Mohamed Mursi, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo, quien destacó la publicación como extraordinaria por los valores humanos que contiene.

Maja mía, publicada por la editorial Nosotros mismos, contiene la biografía de Maja Poljak, madre del autor, una periodista croata de origen judío que huyó de la Europa nazi y sembró en los años 40 sus raíces en Venezuela.

Villegas se pasea por episodios históricos desde la primera Guerra Mundial y finales de la primera década del siglo XXI, adentrándose así junto a Maja en las historias del mundo, continentes, países, guerras, organizaciones, religiones y personajes.

El profesor Mursi destacó que se trata de una novela histórica y de investigación documental donde no hay personajes de ficción sino seres humanos reales en torno a una madre, periodista y revolucionaria de “una talla humana a la altura del valor con el que encaró los oscuros tiempos que le tocó vivir”.

Además, destacó la magnitud informativa y meticulosidad en los datos que aporta el libro.

Expuso que la obra contiene valores humanos “necesarios para la defensa del propio ser humano frente a un mundo cambiante, un mundo controlado por el capitalismo y donde se marginan los pueblos que luchan por la paz”. El académico egipcio aseguró que el libro es digno de ser leído e invitó a los jóvenes a leerlo.

Por su parte, Ernesto Villegas mostró su satisfacción por la presentación de su libro en tierra egipcia.

Acerca del texto, señaló que es imposible no establecer paralelismos entre los momentos que se viven actualmente y los vividos por su madre.

“Hubiésemos querido que sus sueños por una humanidad en paz, en equilibrio, con respeto a todos los pueblos, fuese el escenario que nos tocara vivir”, lamentó el autor. “Hay fuerzas en el mundo que parecieran inspirarse en lo peor del recuerdo de aquellos tiempos. Paradójicamente, mi madre era judía y hoy los sufrimientos de los judíos de aquel tiempo son sufridos por el pueblo palestino en nombre de aquellos sacrificados”, comentó.

Villegas también manifestó que el libro surgió por el deseo de hacer un homenaje a su madre por el centenario de su nacimiento.

“La vida de mi madre es una vida cinematográfica y fue muy apasionante reconstruirla durante un año”, detalló.

Informó que está trabajando en una segunda edición del libro corregida. “Y con esas correcciones pretendo lograr su traducción al árabe y otros idiomas”, apuntó, por lo que la edición en árabe podría estar en la próxima Feria Internacional del Libro de El Cairo.

También aprovechó la oportunidad para recordar que Egipto será el país invitado de honor en la 21.ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), a celebrarse en julio de este año en Caracas, y manifestó que existen grandes expectativas sobre el brillo de Egipto en este evento.

“Estamos ávidos de un relacionamiento más estrecho de nuestras culturas. El mundo necesita que los pueblos amantes de la paz se encuentren”, sostuvo Villegas.

“Desde la cultura, y particularmente el libro y la lectura, nosotros estamos dando los pasos en la dirección correcta. No hay barreras en idioma y distancia. Nuestra identidad es mucho más grande”, afirmó.

Ministros de Cultura de Venezuela y Egipto se reunieron en el marco de la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo

Este sábado 25 de enero el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas, acompañado por el embajador de Venezuela en Egipto, Wilmer Barrientos, y el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro, Raúl Cazal, visitó la 56.ª Feria Internacional del Libro de El Cairo, donde Venezuela participa por segunda vez con una importante muestra de su producción literaria.

Ahí la delegación venezolana fue recibida por el ministro de Cultura egipcio, Ahmed Hanno, y el presidente de la Entidad Egipcia del Libro, Ahmed Bahy Eldin, quienes mostraron su satisfacción por la participación de la nación latinoamericana.

Villegas y Hanno manifestaron el deseo común de avanzar en diferentes materias culturales como parte de las relaciones de cooperación y amistad entre las dos naciones, especialmente en el marco de la celebración este año del 75 aniversario de sus relaciones diplomáticas, establecidas el 15 de noviembre de 1950.

El ministro Villegas recordó que Egipto será el país invitado de honor en la 21.ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), a celebrarse en julio de este año en Caracas, y entregó la invitación formal a su homólogo para la participación de la nación árabe en esta cita literaria.

En ese sentido, ambos ministros expresaron que existen grandes expectativas.

“La participación de Egipto como invitado de honor en la Filven es una buena excusa para mostrar su diversidad cultural”, destacó Villegas, quien expuso que en este encuentro con las letras además de la promoción del libro y la lectura se realizan muestras de cine, recitales y gastronomía.

Asimismo, Villegas manifestó que la Filven, después de realizarse en Caracas, recorre toda Venezuela, por lo que, agregó, durante todo el año los venezolanos pueden disfrutar de la identidad cultural de Egipto en las ediciones regionales de la Filven.

El ministro Villegas aseguró que mediante la cooperación ambas naciones pueden avanzar juntas en muchas áreas, por encima de las limitaciones que podrían representar la distancia y el idioma, y entre las propuestas de Venezuela mencionó profundizar la colaboración en el campo audiovisual, la música y otras artes, además de afianzar la cooperación en el intercambio de libros y la traducción de obras para el alcance de los pueblos de ambas naciones, incluyendo autores contemporáneos.

El ministro egipcio indicó que Egipto tiene la suerte de tener conocimiento acerca de obras literarias de Venezuela y Latinoamérica en general, mientras que el ministro Villegas manifestó el deseo de Venezuela a acceder a más autores egipcios en español.

“La experiencia en lo cultural nos augura que podemos avanzar mucho más rápido”, dijo el ministro Villegas.

Entre otros temas, el ministro Villegas también manifestó el desarrollo de actividades culturales en Venezuela en las que puede participar Egipto, como el Festival Internacional de Teatro Progresista y el Festival Mundial Viva Venezuela, mi Patria Querida. “Tenemos una agenda amplia en la que Venezuela le gustaría compartir con Egipto”, refirió el ministro Villegas.

Como parte del encuentro entre los ministros de Cultura de Venezuela y Egipto, el alto funcionario venezolano entregó como obsequio a su homólogo egipcio diversos libros, entre ellos Maja mía y Abril, golpe adentro, de su autoría, El libro azul, del Comandante Hugo Chávez Frías, y textos del Libertador Simón Bolívar. Además, hizo entrega de una muestra de la obra del artista plástico venezolano Juvenal Ravelo. El ministro Villegas también recibió como gesto de afecto del ministro Hanno al pueblo venezolano una muestra de la cultura egipcia.

Tras el encuentro, el ministro Ahmed Hanno acompañó a la delegación venezolana durante un recorrido por diferentes espacios de la feria.

Como parte de su agenda en la feria, el ministro Ernesto Villegas también presentó su libro Maja mía junto al Dr. Mohamed Mursi, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo, y tuvo encuentros con periodistas de diferentes medios de comunicación egipcios.

La Feria Internacional del Libro de El Cairo, con lugar en el Centro Internacional de Exposiciones de Egipto, abrió el 23 de enero y finaliza el 5 de febrero. Venezuela participa por segunda vez consecutiva siendo el único país latinoamericano presente.

Venezuela participa en la 56ª Feria Internacional del Libro de El Cairo

La República Bolivariana de Venezuela, a través del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) y su embajada en Egipto, participa con una importante muestra de su producción literaria en la 56ª Feria Internacional del Libro de El Cairo, que tiene lugar en el Centro Internacional de Exposiciones de Egipto.

La feria se inauguró este jueves 23 de enero y estará abierta hasta el próximo 5 de febrero, con la asistencia de editoriales de 80 naciones, siendo Venezuela el único país latinoamericano presente.

Es la segunda vez que Venezuela asiste a este evento literario, uno de los más grandes de Oriente Medio, tras participar por primera vez con su propio estand en la edición número 55, celebrada en 2024.

La participación de Venezuela es resultado de las relaciones de cooperación en materia cultural que han sostenido ambas naciones y se realiza además en el marco de la celebración este año del 75 aniversario de sus relaciones diplomáticas, establecidas desde el 15 de noviembre de 1950.

Con el propósito de que se continúen elevando estas relaciones, el ministro del Poder Popular para la Cultura de Venezuela, Ernesto Villegas, arribó a El Cairo este viernes 24, donde fue recibido por el Secretario General del Consejo Supremo de Cultura, Ashraf Al-Azzazi, acompañado por el embajador de Venezuela en Egipto, Wilmer Barrientos.

Está previsto que este sábado 25 de enero el ministro Villegas, junto al viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro, Raúl Cazal, y el embajador Wilmer Barrientos, sostenga en el marco de la 56ª Feria Internacional del Libro de El Cairo una reunión con su homólogo egipcio, Ahmed Hanno.

En ese sentido, la participación de Venezuela en este evento literario representa una garantía efectiva de acercamiento entre los pueblos de ambos países y un terreno fértil que posibilita la conexión cultural y artística de sus creadores para la difusión de sus obras y avanzar de cara a la conformación de un mundo pluricéntrico y multipolar.

Además, Egipto será el país invitado de honor de la 21ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) a celebrarse en Caracas este año. La invitación fue extendida por el ministro Villegas al Ministerio de Cultura egipcio durante la participación de Venezuela por primera vez en la Feria Internacional del Libro de El Cairo.

En el estand de Venezuela ubicado en la feria con el número B23 se exhiben publicaciones de diferentes géneros literarios producidos por diversas editoriales del Estado venezolano, entre ellas El perro y la rana, Monte Ávila y Biblioteca Ayacucho, las cuales están adscritas al MPPC, así como títulos de casas editoras privadas e independientes.

En el estand también se muestran creaciones de pueblos originarios de Venezuela así como elementos representativos de sus manifestaciones culturales y se dan a conocer sus diversos destinos turísticos como parte de la participación del país.

Conoce a los ganadores de las bienales nacionales de literatura 2024

Cada año el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC), a través del Centro Nacional del Libro (Cenal), convoca a escritores venezolanos y extranjeros que residan en el país a participar con sus obras inéditas en diversas bienales nacionales de literatura.

Los autores ganadores tienen la oportunidad de ser publicados por Monte Ávila Editores y recibir un premio en bolívares.

Para el año 2025 ya se están preparando nuevas convocatorias. Antes te presentamos a los ganadores de las siete bienales nacionales de literatura celebradas en 2024 en las menciones Narrativa breve, Novela histórica, Poesía, Ensayo, Ensayo teatral, Dramaturgia y Poesía infantil.

Edgar Rubio

El escritor zuliano Edgar Rubio ganó con su obra Noche de ronda la XI Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo, mención Narrativa breve.

El jurado decidió otorgar el premio a la referida obra por ser un compilado de relatos provisto de un ecosistema propio que recrea desde esta singular propuesta una atmósfera envolvente, sin socavar la autonomía de las piezas que lo componen.

Edgar Rubio, nacido en Maracaibo, estado Zulia, ha publicado El libro del Augur (relatos, 1996) y Alicia y otras cuestiones (novela corta, 2013). Ganó los concursos literarios de la Universidad de los Andes en 1989 y 1993 y el Premio Nacional Alfredo Armas Alfonzo de narrativa en 1992. Obtuvo la mención publicación en 2012 del Premio Nacional de Novela Corta del Fondo Editorial del Caribe.

Eduardo Mariño Rodríguez

El escritor cojedeño Eduardo Mariño Rodríguez ganó con su obra “Memoria de árbol” la VIII Bienal Nacional de Literatura José Vicente Abreu, mención Novela histórica.

El jurado halló “una obra que se afinca en la crónica para hurgar en la historia de algunos poblados del llano venezolano. Narrada en primera persona por un personaje que regresa a la zona tras los pasos de su hermano fallecido, despliega voces de un rico imaginario, sin dimitir a la exposición apegada al hecho histórico, controversial y bien documentado”.

Eduardo Mariño Rodríguez (San Carlos, 1972) tiene publicados doce libros, seis de cuento, tres de poesía, una novela y dos publicaciones en artes visuales. El Centro Nacional del Libro le otorgó el Premio Nacional del Libro, mención Creación Literaria (2002), por su obra La vida profana de Evaristo Jiménez.

María Virginia Guevara Carrillo

La autora merideña María Virginia Guevara Carrillo ganó la IV Bienal Nacional de Literatura Lydda Franco Farías, mención Poesía, dirigida a escritoras.

El jurado consideró la obra “por su alta elaboración en el lenguaje, que es laboriosa y cuidada composición de imágenes poéticas cuya aleación entre forma y fondo logran, en cada poema, piezas únicas de notoria belleza y profundidad, lo que hace de esta obra un corpus luminoso y revelador, de rico contenido temático. Sin duda, una poesía y una voz poderosa, del más alto vuelo”.

“Sólo dioses” es el primer libro de María Virginia Guevara Carrillo, quien es editora, traductora y promotora cultural, graduada en Lenguas y Literaturas Clásicas. Es cocreadora de las colecciones Taima-Taima y Juventudes Comandantes de la Fundación Editorial El perro y la rana, casa editora de la cual fue directora ejecutiva. Es cofundadora de la Editorial La Estrella Roja, directora de la revista Síntesis y ha sido colaboradora en diversas casas editoriales del país, como Biblioteca Ayacucho y el Fondo Editorial Fundarte.

Rolando José Graterol Guzmán

El escritor larense ganó la VII Bienal Nacional de Literatura Argimiro Gabaldón, mención Ensayo, con su obra “Petróleo y poder: la injerencia extranjera en Venezuela 1902-1958”.

El trabajo de Graterol Guzmán fue seleccionado “por su agudo análisis del desarrollo histórico de la industria petrolera nacional, la cual se documenta con suficientes fuentes documentales”.

Este autor, nacido en El Tocuyo (1975), es un escritor e historiador con una amplia experiencia en el estudio de la historia local, nacional y de América Latina. Tiene una trayectoria de más de 25 años en la investigación y la docencia en la que cuenta su participación en diversos congresos y seminarios sobre historia y cultura.

Daniel Enrique Herrera Malaver

El escritor aragüeño ganó la II Bienal Nacional de Literatura César Rengifo, mención Ensayo Teatral, con su obra “La ciudad como escenario: Vito Modesto Franklin, duque de Rocanegras”.

De acuerdo con el jurado, se trata de un ensayo con rigor investigativo y argumental que “presenta la historia del teatro venezolano enmarcada en la sociología de un siglo que aún nos falta revisar”.

Daniel Enrique Herrera Malaver (Maracay, 1987), residenciado en Nueva Esparta, basó su ensayo en la investigación que realizó para su Tesis de Grado La escritura de una obra dramática a partir de la revisión histórica del
Duque de Rocanegras (2021), con la que optó al título de Licenciado en Artes.

Lolimar Del Valle Suárez Ayala

La escritora zuliana ganó la II Bienal Nacional de Literatura Apacuana con su obra teatral “Los cuatro de Copenhague”, seleccionada “por su aporte a la dramaturgia venezolana, valorizando a la tercera edad, su solidaridad y amistad”.

El jurado indicó que la obra “ofrece intensidad y riqueza en sus metáforas, agilidad en los diálogos y personajes de calidad humana; personajes tradicionalmente relegados que muestran una actitud de convivencia más allá de las diferencias entre ellos”.

Lolimar Del Valle Suárez Ayala es escritora, formadora teatral, directora escénica y licenciada en Comunicación Social. Autora de las obras teatrales El puente, Señor Ministro, Piso 5, Rouge Cabaret, Amigas, La fiesta de la Princesa, Serpentario, Tres regalos, todas llevadas a escena.

Ramón Alirio Contreras Guerrero

El escritor caraqueño ganó con su obra “Lelel es polvo de estrellas” la V Bienal Nacional de Literatura Manuel Felipe Rugeles, mención Poesía infantil.

El texto invita a trabajar con las niñas y los niños aspectos esenciales de la sensibilidad humana, como lo axiológico, el amor y la fraternidad, y permite, no solo a los niños sino a los adultos, descubrir nuevas formas de mirar la diversidad humana. En ese sentido, el jurado resaltó “la hermosa manera en que esta obra ofrece una aproximación poética para conocer y valorar a las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), en un marco de respeto y empatía”, y reconoció en ella “una contribución excepcional al panorama de la poesía infantil en Venezuela”.

Ramón Alirio Contreras Guerrero (Caracas, 1974) es licenciado en Letras con maestría en Literatura Latinoamericana y maestrante en Política Exterior de Venezuela, docente en Lengua, Literatura y Comunicación. Publicó en 2007 con El perro y la rana los libros de poesía Lejanías cotidianas y la antología Amanecieron de bala.

Abierto I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra 

El Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC), por medio del Centro Nacional del Libro (Cenal), invita a las jóvenes estudiantes de bachillerato en todo el país a participar, hasta el 15 de marzo de 2025, en el I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra.


Este concurso convocado por el MPPC  tiene como misión esencial celebrar la vida y obra de quien es una de las más insignes representantes de la literatura venezolana, cuyo legado se mantiene vigente como una influencia insoslayable en la escritura de distintas generaciones de creadores en el país.


Podrán participar niñas y adolescentes venezolanas o extranjeras residenciadas en el país  de 12 a 14 años con cartas o cuentos y de 15 a 18 años con cuentos, cartas o ensayos. 


La temática es libre y los textos deben ser inéditos. Se recibirán los trabajos por el correo electrónico: concursoteresadelaparra@cenal.gob.ve que cumplan con las bases publicadas en el sitio web www.cenal.gob.ve.


El jurado seleccionará un cuento, una carta y un ensayo por estado, los cuales serán publicados en una antología por Monte Ávila Editores (impreso y digital).


Las autoras de las obras ganadoras recibirán un certificado otorgado por el Centro Nacional del Libro (Cenal).

Te invitamos a conocer las bases:

I Concurso Nacional Juvenil de Literatura Teresa de la Parra