Los viajes de Andrea Mejía

Literatura, más allá de lo que los diccionarios de las reales academias puedan decir, es un viaje. Y si queremos buscar certezas, una sola prueba, se puede conseguir con la La sed se va con el río, de la escritora colombiana Andrea Mejía, que resultó finalista de la XXI edición del Premio Internacional Novela Rómulo Gallegos.

También es una búsqueda, que en lo estrictamente literario tiene muchas implicaciones, puesto que Mejía nos sumerge en una o varias historias cotidianas que traspasa el tiempo como si fuera uno solo, lineal, pero estimado lector, la historia es tiempo pasado, pero se escribe en presente porque puede estar ocurriendo en este instante en cualquier pueblo de Colombia, aunque sus pobladores desconocen que existe ese país.

Sus personajes vivos o muertos están en la búsqueda de sus vivos o muertos, incluso de sus cenizas. Algunos perdidos, otros desaparecidos, sin alusiones a nada que pueda parecer a lo que ha padecido el pueblo colombiano después de una guerra que pareciera no terminar.

Es una historia con alucinaciones en donde la naturaleza genera algo mítico que, desde otras latitudes, utilizan el marco del realismo mágico para describir estas tierras. Y no les falta razón, porque ciertas historias superan a las ficciones.

Sin embargo, La sed se va con el río me transporta a los años 80, cuando Griselda Navas, profesora de Lengua y Literatura del Liceo Fermín Toro, nos explicó con fragmentos de María, de Jorge Isaacs, como la naturaleza cobra un papel importante en la novela al punto que el autor la humaniza.

La sed se va con el río

Nada ha cambiado, sólo la experiencia literaria acumulada se ve reflejada en esta nueva generación de escritores colombianos que han logrado zanjar diferencias con aquella que cabalgó junto al boom de Cien años de soledad y que terminó por emular la prosa de Gabriel García Márquez. 

Tuvo que pasar una par de décadas para que nuevas generaciones de escritores tomaran rumbos diversos. Santiago Gamboa dijo en una oportunidad que logró zafarse de imitar al Gabo porque lo leyó como si fuera un clásico de la literatura.

La novela de Mejía bebe de la literatura colombiana, así como sus personajes beben el líquido destilado de los bejucos por Jeremías o Esther, que hacen que aligere el cuerpo y el alma. 

La muerte no es muerte, ni es ceniza. La Virgen con oro o sin él tiene el don de estar cuando no está porque se la nombra. El cielo no es el cielo sin el viento. Así va la literatura de Andrea Mejía, con elogios bien merecidos, porque no pocas veces se consigue una narrativa que siendo una historia cotidiana logre con serenidad contar una y otra vez que algo sucedió en el pueblo.

La muerte, un incendio, la desaparición de un personaje o de la Virgen son parte de la vida y de un territorio único, frágil, de donde nadie puede escapar. 

Alguien llega al pueblo, la narradora, por ejemplo, que está desde el principio porque alguien tiene que narrar, pero no está claro, porque no hay quien encomiende a quién para ser el narrador o narradora. Los personajes van apareciendo sin orden cronológico o es lo que el lector termina por creer, como si fuera parte de la historia y también termina ingiriendo el brebaje de bejuco de Jeremías o Edith. 

Todo depende en qué época se sitúa o advierte estar el lector, en dónde quiere que su alma desaparezca o sus cenizas se las lleve el viento.

La travesía de Andrea Mejía es para llegar a ninguna parte, porque nadie puede apartarse de dónde está, por más que se aleje, incluso el lector, siempre va a estar en el mismo sitio. 

Quien está perdido, deambula a lo largo de la historia, mientras el lector se va sumergiendo en las vidas y muertes que nadie lamenta, “…ella sabe que la vida es más que los árboles entreverados en el patio, más que el sonido de las ranas y la lluvia escurriendo entre los árboles. Más y también menos”.

Andrea Mejía en La sed se va con el río se da la mano con Umberto Eco en Seis paseos por los bosques narrativos: “Pobre del texto si dijera todo lo que su destinatario debería entender: no acabaría nunca”. 

El río está ahí, lo escuchamos, aunque no lo veamos.

El húmedo camino de Sanangó

Al referirse a La sed se va con el río, de Andrea Mejía, Juan David Correa afirma que “Su voz no está inscrita en ninguna tendencia, la suya es una de esas miradas únicas, bellas, imperfectas, llenas de poesía, que hacen mejor a cualquier tradición.” 

Extraña forma, por decir lo menos, de valorar una obra literaria, desgajándola del hilo evolútivo de la creación literaria y  otorgándole una originalidad absoluta imposible de defender en Mejia o en cualquier otro autor.

La sed se va con el río es una hermosa novela cuyo mérito, entre otras cosas, reside en establecer un diálogo abierto con la tradición que le antecede, sin que sintamos, en momento alguno, que recorremos un camino trillado donde toda novedad queda excluida.

A contracorriente de lo propuesto por Correa, el libro de Andrea Mejía reelabora un conjunto de contenidos que la novela en general, y en especial la novela latinoamericana, ha trabajado a lo largo de décadas, si no de siglos.

La sed se va con el río

Se trata de un relato de ambiente rural en el que la naturaleza juega un rol primordial; no el de una naturaleza pasiva, meramente botánica, sino una cargada de fuerzas desconocidas, mágicas, que la convierten en motor de la historia. Es esa misma naturaleza que puede ser rastreada hasta los primeros escritos de los cronistas españoles y que la llamada novela de la tierra utilizó con contundencia para oponerla al supuesto avance de la civilización. 

En Venezuela tenemos un magnífico ejemplo de ese tipo de naturaleza en Canaima, de Rómulo Gallegos, donde la naturaleza es una potencia viva que se opone con fiereza a ser conquistada y que convierte la realidad en un ambiente tocado por todo tipo de fuerzas, desde las más naturales hasta las más inexplicables y fantásticas.

Nada muy distinto sucede con la selva venezolana en Los pasos perdidos de Alejo Carpentier.

La sed se va con el rio retoma igualmente la tradición novelesca asociada con poblaciones que adquieren un carácter mítico. En ellos, la vida cotidiana está tocada por lo extraño, lo inexplicable, en fin, lo maravilloso. Sanangó, el poblado a mitad de camino entre el valle y la montaña, que ha creado Andrea Mejía, tiene, en este sentido, estrechos lazos de parentesco con los relatos que le anteceden.

El recurso ha sido explotado con profusión, y cualquier lector medianamente experimentado podría asociar el Sanangó de La sed se va con el rio con experiencias tan cercanas como el Macondo de Cien años de soledad o la Comala de Pedro Páramo; pero también podría alejarse hacia otros derroteros como el Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson o Yoknapatawpha, el famoso condado donde transcurren las historias de William Faulkner.

Se trata, en general de pueblos abandonados de la mano de Dios, donde rigen leyes que no son tales sino costumbre de miseria, de sufrimiento y de sometimiento. Pueblos donde cada personaje se convierte  en encarnación de seres arquetípicos acechados, a su vez, por multitud de fantasmas. Un paisaje que recuerda lo simple y conocido pero que en realidad encarna el mito, la dimensión de los descomunal, del exceso y lo grotesco. En sus escasas calles y míseras casas todo se vuelve fantasmagórico, como si se diluyera en una campo de nubes, que oculta y multiplica las visiones, y donde el mundo  real y el sobrenatural se unen sin contradicciones.

Roberto González Echevarría creó su teoría de “El archivo” para analizar la novela latinoamericana como un proceso de ficcionalización de todo tipo de discursos que le anteceden, sean estos antropológicos, legales o literarios. Con frecuencia, “El archivo” suele estar representado por un personaje que conserva la memoria del pueblo a lo largo de generaciones. En La sed se va con el río, ese rol le corresponde a Lidia y a Esther. La primera, depositaria de los hechos que integran la saga de Sanangó, atraviesa el relato desde su infancia hasta su muerte; la segunda ha de encargarse de escribir la historia de ese pequeño pueblo arropado por una naturaleza omnímoda.

Andrea Mejía ha sabido, en fin, recombinar elementos y recursos de la novela latinoamericana desde una originalidad alimentada, mayormente, por un lenguaje poético y una anécdota compleja que, a lo largo de la obra, enriquecen ambiente, actos y personajes dotándolos de una sugerente condición a mitad de camino entre lo real y lo maravilloso.

Vicente Battista recibió Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por “El simulacro de los espejos” 

 El Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg) entregó este sábado 2 de agosto, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos al escritor argentino Vicente Battista por su obra “El simulacro de los espejos”.

El acto coincidió con la celebración del 141 aniversario del nacimiento del insigne escritor venezolano Rómulo Gallegos.

El ministro del poder popular para la Cultura, Ernesto Villegas, manifestó que Doña Barbara y Vicente Battista se unen en un abrazo literario que representa un hito cultural para América Latina. Además, hizo mención al nacimiento de Rómulo Gallegos, elogiándolo como referente cultural de gran importancia para el país y aprovechó la oportunidad para felicitar a todos los trabajadores y trabajadoras del sector cultural en su día.

La máxima autoridad de la cultura venezolana, comparó a quienes intentan “manchar” el premio con el personaje de Míster Danger de la novela Doña Bárbara. Lo describió como representante del imperio con intenciones injerencistas. “No pudieron ni con Gallegos, ni con el pueblo de Venezuela. No es un premio para el mercado, es un premio para el libro que emancipa las conciencias y acaricia el alma”, puntualizó.

Asimismo, destacó que la convocatoria del premio trasciende el océano, demostrando que el pueblo venezolano no está solo. Mencionó que la “dictadura del algoritmo y de la tecnología” busca imponerse, y sugirió usar la tecnología de forma estratégica, ya que “hoy Míster Danger está disfrazado de tecnología”.

También convocó a los miembros del jurado y al ganador del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, Vicente Battista, a sumarse a la iniciativa encomendada por el presidente Nicolás Maduro: “convertir a Venezuela en la más grande sala de lectura y de escritura de toda la humanidad”. Con su “pluma, sabiduría, empeño y dignidad”, los invitó a acompañar esta nueva etapa de promoción de la lectura, aprovechando para enviar un saludo al pueblo argentino, expresando su confianza en que “más temprano que tarde va a liberarse de las amarras que le impiden cabalgar junto al resto de las fuerzas positivas de la humanidad”.

Villegas destacó que los escritores que persisten en su camino son a menudo poco apreciados por el mercado, pero su labor confirma la vitalidad de la identidad cultural del país. “Jamás Venezuela va a ser una mala palabra, aunque pretendan convertirla en una mala palabra, incluso hacen cada vez más grande a Venezuela”, afirmó.

El ganador, Vicente Battista, expresó su alegría y emoción por el reconocimiento. “Voy a cumplir 85 años y recuperé alegrías de mucho tiempo atrás”, comentó. El escritor argentino reafirmó la vigencia de la novela, asegurando que “mientras quede una historia para contar la novela seguirá viva, el premio internacional Rómulo Gallegos es la mejor prueba de ello”. Hizo alusión a que le hubiera encantado conocer al insigne escritor Rómulo Gallegos. Sin embargo, agradeció la oportunidad de encontrarse en el marco de la actividad con la hija y nieta del expresidente y referente de la literatura venezolana, sintiendo que de alguna manera estuvo cerca del autor de Doña Bárbara.

Para Battista, el género literario perdurará “si el viejo pescador cubano no abandona su lucha por el pez espada, si Doña Bárbara continúa devorando hombres, y mientras los Buendía sigan habitando Macondo”. Afirmó que, “en tanto quede una historia por contar, la novela seguirá viva, siendo el Premio Internacional Rómulo Gallegos la prueba más contundente de ello.”

Por su parte, el presidente del Celarg, Pedro Calzadilla, informó que para esta edición se recibieron 474 novelas de 32 países, un incremento significativo con respecto a años anteriores. Destacó, que Venezuela se convierte en “el epicentro de la novela y el escrito en lengua castellana” y celebró la masiva participación de escritores, incluyendo la cifra inédita de 69 obras escritas por autores venezolanos.

En su derecho de palabra, el presidente de la Comisión de Cultura, Deporte y Recreación de la Asamblea Nacional, Cristóbal Jiménez, elogió la narrativa Argentina y manifestó su acuerdo con el ministro Villegas en que “el imperio no va a acabar con la tranquilidad de Venezuela”. Además, subrayó la importancia de incentivar y motivar la lectura, así como lo manifestó el Jefe de Estado.

El evento contó con la presencia del viceministro de Fomento para la Economía Cultural, Raúl Cazal; la junta directiva del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe Rómulo Gallegos (Celarg); miembros del jurado calificador de la XXI edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y el cuerpo diplomático acreditado en el país. Además, la ceremonia incluyó la participación del Orfeón Libertador perteneciente a la Alcaldía del municipio Bolivariano Libertador, que interpretó magistralmente el Himno Nacional y piezas emblemáticas de la Caracas de antaño.

Prensa MPPC

Casa de las Américas de Cuba y Centro Nacional del Libro de Venezuela acuerdan impulso de proyectos literarios

Los presidentes del Centro Nacional del Libro de Venezuela, Raúl Cazal, y de la institución cultural cubana Casa de las Américas, Abel Prieto, firmaron este lunes un acuerdo para fortalecer las relaciones interinstitucionales y avanzar en materia de cooperación editorial y cultural en beneficio de los pueblos de ambas naciones.

La firma del acuerdo se efectuó este 28 de julio, fecha en la que se conmemora el natalicio del Comandante Hugo Chávez Frías, y, además, se produce en la víspera del centenario del nacimiento de Fidel Castro, a celebrarse en 2026, por lo que con este acuerdo el Cenal y la Casa de las Américas honran la memoria de estos líderes revolucionarios y grandes promotores del libro y la lectura.

Prieto destacó que el convenio busca “impulsar proyectos de interés para ambas instituciones y para nuestros países asociados a la lectura y a la integración cultural de Nuestra América y el Caribe”.

Raúl Cazal, presidente del Cenal y también viceministro de Fomento para la Economía Cultural del MPPC, destacó la naturaleza continua de este esfuerzo de colaboración, arraigado en la Revolución Cubana, la Revolución Bolivariana y el pensamiento descolonial.

“Este acuerdo une a la Casa de las Américas y el Cenal, ente rector de la plataforma del libro y lectura del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, para promover objetivos compartidos”, apuntó.

El viceministro Cazal resaltó la importancia de la misión conjunta de promover la lectura y los libros de América Latina y el Caribe.

“La colaboración se centrará en proyectos literarios y actividades intelectuales, beneficiando a los lectores de Venezuela y Cuba”, afirmó el viceministro Cazal.

Sostuvo que el principal beneficio de este acuerdo es para el pueblo, por cuanto con este se busca una mayor difusión de la literatura y un mayor acceso a los libros y materiales de lectura.

El lugar de las ficciones reales

Las historias casi siempre parten de otras historias o, por lo menos, eso es lo que creemos. El asunto está en cómo se cuenta.

Pongo sobre la mesa las referencias literarias que pudiera tener una historia —que sin dudas las debe tener porque hay una literatura que precede y en la que se sostienen las ficciones— porque el veredicto del Premio Rómulo Gallegos que dio por ganadora a la novela El simulacro de los espejos, de Vicente Battista, argumenta que es “una obra de inspiración kafkiana, que crea una atmósfera opresiva muy particular y refleja algunos de los rasgos principales que definen a la sociedad contemporánea”.

Es cierto que vivimos en un mundo y un tiempo con desquicio desmesurado, es por ello que la novela de Battista genera esa imagen, de la que se han convencido los lectores de Kafka, de que todo encierro —así como de ciertas locuras e incertidumbres— es kafkiano. Lo mismo que, podríamos decir, todo absurdo es digno de Ionesco.

Pero la realidad hecha artificio con personajes que aparecen y desaparecen por actos impropios según las normas establecidas por ciertos lugares, hace de la novela El simulacro de los espejos más que un guiño a nuestra sociedad contemporánea. La retrata como si estuviera contando la reclusión de personas que según “normas” —que en este caso se desconocen y trasgredirlas pasa a ser un delito— como tener tatuajes en la piel y ser de nacionalidad venezolana, que “merecen” ser expulsados, secuestrados, separados de su familia, especialmente de sus hijos.

Cualquier parecido con la realidad, es fantasía. No sé en donde leí o escuché esta frase, podría decir uno de los personajes de El Lugar, sitio enigmático que Battista escogió para contarnos una historia que puede ser factible, incluso en la ficción, porque retrata las relaciones humanas que se sostienen como si los personajes fueran actores que están siendo observados.

La clave de la historia está en los diálogos. Los personajes están dibujados por cómo piensan, expresados con el habla. Como dijera José Martí: “¿Quién no sabe que la lengua es jinete del pensamiento, y no su caballo?”.

El narrador también es un personaje o actor que desconoce en partes las claves que sostiene la historia que se devela con diálogos, fetiches y olvidos.

Vicente Battista expone cómo la moral conservadora hace uso de un discurso, que es hegemónico, para mostrar todas las prohibiciones y restricciones a las cuales la sociedad ha sometido a los individuos. La posibilidad de la transgresión es mal vista y si se logra, los individuos son desaparecidos.

Hay escritores que no se repiten aunque son considerados cultores de un género literario. Battista primero se formó en el cuento y obtuvo mención en Casa de Las Américas por Los muertos (1969) y su primera novela, El libro de todos los engaños (1984), es publicado cuando estaba exiliado en Europa. Siroco (1985) y Sucesos Argentinos (premio Planeta Argentina de Novela, 1995), son el comienzo de jugar en el género policial aunque el enigma es una carta que siempre está en juego en su literatura. Este último libro fue publicado por la editorial Gallimard en 2000.

El narrador de Gutiérrez a secas (2001) tiene un dejo en el tono de El simulacro de los espejos. Más bien al revés, quizás. Sin duda, es el mismo autor pero con la madurez que da el tiempo. Así como Cuaderno del ausente (2009) y Ojos que no ven (2012) son un díptico que puede leerse en el orden cronológico en que fueron publicadas, si el lector así lo prefiere.

El simulacro de los espejos fue publicada en 2024 por Hugo Benjamín (Argentina) y Garzamora Ediciones (Venezuela). El título lo toma de un texto de Jorge Luis Borges, un alérgico a la escritura de novelas por dos razones: una, su “incorregible holgazanería”, y la otra, porque gustaba vigilar lo que escribía “y, desde luego, es más fácil vigilar un cuento, en razón de su brevedad, que vigilar una novela”.

En El simulacro de los espejos Vicente Battista vigila la novela con maestría singular, humor y fidelidad con sus personajes porque lo ha escrito desde El Lugar hasta el punto final.

Solo existe lo que no existe

Nada es real.

Tan tajante afirmación puede que sea la clave para desvelar el sentido de El simulacro de los espejos, la novela de Vicente Battista ganadora de la última edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.

Al menos a eso apunta el título de la obra, un guiño al lector para advertirle que está ingresando a terrenos movedizos. En el mismo sentido discurre el epígrafe en el cual Borges afirma su convicción de que espacio y tiempo son nociones del todo subjetivas: “El espacio y el tiempo (…) son instrumentos mágicos del alma”.

Tal vez valga la pena que quien entre a esta novela se familiarice con los conceptos de simulacro y simulación del filósofo francés Jean Baudrillard. Para Baudrillard, la realidad ya no existe en lo concreto sino en el conjunto de signos y símbolos que lo sustituyen. Esa realidad otra termina por ser tan autosuficiente que guarda poca o ninguna relación con aquella que le antecede.

En sintonía con tales propuestas, Battista ha creado un mundo alternativo que parece flotar en una burbuja hermética, sin contacto con lo que solemos entender como mundo real. Se trata de un espacio en el que toda regla se reinventa, se reforman las rutinas y se sigue un código particular de conducta cuya lógica no llegaremos nunca a dilucidar.

Se ha dicho que esta es una novela kafkiana por su cercanía con lo absurdo. Algo de cierto hay en ello. Resalta, sin embargo, una diferencia clave entre ambos autores: los personajes de Kafka se ven oprimidos por una fuerza cuyo origen desconocen y de la cual les es imposible escapar; los personajes de Battista, en cambio, se someten voluntariamente a arduas pruebas con el objetivo de colmar el deseo de entrar, con la categoría de Escogidos, a ese “Lugar” donde toda lógica, costumbre e historia parecen quedar fuera.

Esta realidad paralela se caracteriza por tocar lo trascendente a través de lo banal. De hecho, todo el relato está montado sobre la reiteración de los actos cotidianos más sencillos y triviales. Constreñida la acción a un espacio reducido identificado como La Sala, parece natural que lo que allí sucede hoy sea idéntico a los sucesos de ayer y a los que ocurrirán mañana.

Para reforzar la sensación de ciclo, de cosa cerrada, el narrador reitera sin descanso las mismas fórmulas verbales, de modo de transmitir al lector un ambiente de rutina que destierra hasta las más elementales emociones.

 Así pues, los eventos se describen una y otra vez con las mismas palabras. Los cuatrillizos Malerba hablan “en una lengua extraña, tal vez eslava o acaso ucraniana”. La fórmula se repite no menos de diecinueve veces a lo largo del relato.

Octavio, a quien se podría considerar el personaje principal y el único que cuestiona el orden existente en “El lugar” , se pregunta en no menos de cuarenta y cuatro ocasiones “¿Y ahora qué?”. Seguramente por eso es considerado una anomalía por la Administración de El Lugar.

La maestría de Battista reside en ir creando, en ese ambiente de aburrida rutina, un vigoroso suspenso, la expectativa de que algo está por ocurrir, que empuja al lector a seguir adentrándose en las páginas de la novela.

Hay un carácter lúdico que toca de principio a fin a El simulacro de los espejos. Sembrada de enigmas que nunca se resuelven, la novela es tierra fértil para todo tipo de interpretaciones. Una verdadera opera aperta cuyo mecanismo de funcionamiento ha sido anunciado, dentro del propio relato, por esas series que se muestran en las pantallas dispuestas en La Sala de las que se elimina el último capítulo, para que sean los espectadores quienes construyan los posibles desenlaces.

Hay, en fin, en El simulacro de los espejos una omnipresente virtualidad. Si nada es real, como se afirmó en la primera línea de esta nota, entonces todo es virtual. Hay una demostración evidente en esos espacios que se crean con solo depositar una mano sobre una pared vacía y de la cual surge lo que se desea en el momento, un bar, una biblioteca o un gimnasio.

No en balde, la última tertulia organizada por Requejo, ese alter ego del autor, tiene como tema central la inteligencia artificial. Probablemente, el oscurecimiento final de las claraboyas que iluminan El Lugar se deba al accionar del botón de apagado que anula toda la simulación.

Néstor Kohan aborda la figura de Simón Bolívar desde una perspectiva revolucionaria y popular

Una revisión de la figura de Simón Bolívar y su visión de la Patria Grande, desde una perspectiva revolucionaria, popular y continental, ofreció este viernes 25 de julio en Caracas el escritor e intelectual argentino Néstor Kohan con la presentación de su obra “Simón Bolívar y nuestra independencia. Una mirada latinoamericana”, bajo una reedición a cargo de la editorial El perro y la rana, adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura de Venezuela (MPPC).

La presentación del libro se desarrolló en la Librerías del Sur ubicada en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). Acompañaron a Kohan el ministro del Poder Popular para la Cultura, Ernesto Villegas, y el presidente del Celarg, Pedro Calzadilla. También participaron el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, y el viceministro de Educación e historiador, Alejandro López.

Este libro, con el que Kohan resalta la vigencia del pensamiento bolivariano como guía para la unidad en la región, fundamentado en un análisis crítico de la historia, fue presentado también en la reciente edición número 21 de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) como una de las más de cien novedades literarias que brinda este año la plataforma del libro y la lectura del MPPC.

El autor traza paralelismos entre Simón Bolívar y otros pensadores influyentes, como Karl Marx, Antonio Gramsci, Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro, destacando la interconexión de sus ideas revolucionarias.

Además, Kohan profundiza en las acciones y estrategias de Bolívar y el militar y político argentino José de San Martín durante la lucha por la independencia sudamericana contrastando sus enfoques sobre el papel del ejército, la participación popular y la forma de gobierno.

“Si bien Bolívar y San Martín compartían el objetivo de la independencia, sus concepciones sobre el orden político y social diferían sustancialmente. Bolívar apostaba por una integración latinoamericana y un modelo republicano con fuerte liderazgo, mientras que San Martín priorizaba la liberación militar y un enfoque más pragmático en la construcción de las naciones”, afirmó Kohan.

Fortalecimiento de la identidad latinoamericana

El ministro Ernesto Villegas celebró la reedición del libro de Néstor Kohan realizada por El perro y la rana calificándola como una valiosa adición a los estudios sobre el Libertador y su continua vigencia.

Destacó la relevancia de este tipo de publicaciones para fortalecer la identidad latinoamericana y promover una visión crítica y comprometida de la historia.

El titular del despacho de Cultura resaltó cómo la figura de Bolívar sigue generando debate y reacciones, lo que demuestra que su legado está vivo, pese a la existencia de corrientes antibolivarianas que promueven la desunión en la región y benefician a intereses contrarrevolucionarios e imperialistas.

Además, recordó la contribución del Comandante Hugo Chávez en el rescate y defensa del pensamiento bolivariano y abogó por abrazar a los referentes históricos como Bolívar y José de San Martín para encauzar las luchas de los pueblos latinoamericanos en un mismo camino.

Por su parte, Pedro Calzadilla, historiador y presidente del Celarg, elogió la obra de Kohan por su rigor investigativo, su enfoque innovador y su contribución al debate historiográfico sobre la figura de Bolívar y la independencia de América Latina.

“Para nosotros, Bolívar es identidad, un nervio central de la venezolanidad. Es el proyecto histórico de Simón Bolívar que hemos recuperado en el siglo XXI con Chávez”, resaltó Calzadilla.

Néstor Kohan (Buenos Aires, 1967) es un destacado pensador, intelectual y militante marxista argentino; ha publicado 58 libros sobre teoría social, historia y filosofía en los que ha profundizado en las complejidades de la política, la historia y los movimientos sociales latinoamericanos, considerándose así su obra como una importante contribución al pensamiento político y cultural contemporáneo.

Un tren viaja al cielo de la media noche, de Tarek William Saab, lidera lista de libros más vendidos en Filven

La obra Un tren viaja al cielo de la media noche, de Tarek William Saab y publicada por Vadell Hermanos Editores y Monte Ávila Editores, fue el libro más vendido de la 21a Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2025), clausurada este domingo.

El anunció lo hizo al final de la ceremonia Raúl Cazal, viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro, Cenal, que organiza la Filven, quien precisó que tuvieron que cruzar los datos enviados por las distintas editoriales para dar un número aproximado que “puede cambiar”.

Cazal comentó bromeando que el poeta y abogado, actual fiscal general de la República, “compite consigo mismo” en el ranking, “porque tiene como tres libros” que fueron vendidos en esta edición de la Filven. Los otros dos también se encuentran en la lista de los más vendidos.

El segundo en la lista de ranking es la Trilogía del desamor, de Miguel Ángel Pérez Pirela, publicado por Monte Ávila Editores y La Iguana Ediciones.

El tercer libro más vendido es Él es la RevoluciónBiografía política de Simón Bolívar, de Sergio Guerra Vilaboy, también lanzado por Monte Ávila Editores.

Y la cuarta obra más adquirida por los lectores fue La barca de nuestros sueños inconclusos, de Rosinés Chávez, impresa por la editorial El perro y la rana, adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura.

El adelanto fue recibido con aplausos entusiasmados del público presente, que saludó conocer de primera mano estos detalles.

“Autores que no se sientan conformes pueden adquirir sus libros y mover los números”, bromeó entretanto el ministro del Poder Popular para la Cutura, Ernesto Villegas, presente también en la ceremonia en una abarrotada Sala Filven.

“Desde esta mañana superamos los números de todas las ferias anteriores”, añadió. “Se han vendido más números, más ejemplares y hemos tenido más visitas de personas que en ninguna otra feria en sus 21 ediciones”.

“No podemos dar números más exactos porque mañana haremos una rendición de cuentas ante las autoridades”, volvió a expresar, visiblemente satisfecho.

Los otros seis libros más vendidos

El quinto más vendido en esta edición de la feria es Héctor Lavoe: La voz del barrio, de Sergio Santana Archbold (El perro y la rana). El sexto y el séptimo, respectivamente, Los ríos de la ira (Monte Ávila y La Espada Rota) y Soñando el largo viaje (Editorial Acirema), ambos de Tarek William Saab.

El octavo libro más vendido fue Anda nada, de Luis Britto García (Monte Ávila Editores) y el noveno María Lionza. Divinidad sin fronteras, de Daisy Barreto (Editorial El perro y la rana).

Los libros de dos de los escritores homenajeados en esta 21a Filven fueron los líderes en venta, décimo y undécimo respectivamente y ambos publicados por Monte Ávila Editores. Se trata de Reflexiones críticas en torno al Caribe, de Esteban Emilio Mosonyi, y WatunnaUn ciclo de creación en el Orinoco, de Marc de Civrieux.

Cazal señaló que las cifras “no son irreversibles” sino que pueden cambiar de aquí hasta entrada la noche o, inclusive, hasta el día lunes 14.

FILVEN/MCV/REP

Cultura, literatura y artesanía: así palpita el Pabellón Egipto en la Filven 2025

Entre aromas a papiro, pirámides y libros que cruzaron fronteras, el Pabellón Egipto se ha convertido en una parada obligatoria de la 21a Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) 2025. Bajo el cuidado de su delegación diplomática, quienes se muestran muy contentos con la receptividad, los visitantes en estos espacios encuentran no solo literatura, sino también artesanía y una particular hospitalidad egipcia que ha sabido conectarse profundamente con el alma de los venezolanos.

Greis Greige, integrante de la delegación de la Embajada de Egipto, cuenta con orgullo que la respuesta ha sido inesperadamente hermosa. “La gente se acerca al estand para hablar, para comprar artesanías…y los egipcios están maravillados con la atención del Gobierno, del personal de la Filven. Les encanta Venezuela”. El Pabellón Egipto exhibe libros en árabe, inglés y también en español. Al respecto, Greige comentó que los encargados se han sorprendido con la acogida de sus obras en árabe. “Aunque muchos no pueden leerlas, las adquieren atraídos por sus ilustraciones, el diseño y el deseo de llevarse un pedacito de Egipto a casa”.

Entre los más buscados también destacan libros infantiles para colorear con imágenes de paisajes y monumentos egipcios, así como el libro sobre el exmandatario Gamal Abdel Nasser. Por otra parte, una joya narrativa que ha capturado miradas son los cuentos de Alejandra, una niña venezolana que viaja por Alejandría, Aswan y Luxor descubriendo la historia del papiro y creando metáforas que enlanzan ambas culturas. Estas obras de Iliana Gómez, publicados por la editorial egipcia Hapi, se presentaron como parte de las actividades de la Feria.

La recreación de una esfinge y una pirámide dentro del recinto son testigos de esta experiencia que convierte la visita en un pequeño viaje inmersivo. Quienes no adquieren libros, aprovechan la oportunidad para tomarse fotos y sumergirse en esta cultura. “Se siente como si estuvieramos visitando un pedazo de Egipto aquí en Venezuela”, comentó Greis con una sonrisa que parece envolver todo el pabellón.

La Filven entra en su recta final

Esta fiesta que celebra la literatura, fomenta también los encuentros que trascienden el idioma, la geografía y el tiempo. El Pabellón Egipto, con su calidez y riqueza cultural, es una prueba viva de ello.

Queda solo un día para recorrer sus pasillos llenos de historias, encuentros, experiencias y aprendizajes. Las familias aún tienen tiempo de sumarse a esta celebración de la palabra, disfrutar las actividades culturales y, sobre todo, de visitar este espacio, un rincón encantado donde literatura, la tradición y el arte se funden en una experiencia que trasciende fronteras. ¡El corazón de Egipto sigue latiendo en Caracas por un día más!


‎FILVEN/GG/MR

Un viernes familiar en la Filven: libros, arte y encuentros

Un ambiente distendido caracterizó el viernes a la 21a Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) 2025. Desde temprano, familias completas y grupos de amigos recorrieron los estands de la plaza de la Juventud y la Galería de Arte Nacional, donde la exposición de obras venezolanas dialogaba con las novedades editoriales. Se registró una gran afluencia de público, con un ambiente de curiosidad y alegría compartida entre libros y obras artísticas.

La poesía y la historia abrieron la jornada. En la Sala Filven, Pedro Calzadilla y Raúl Cazal presentaron el libro (bifronte) Hojas sueltas y Guacho, de la homenajeada Judith Valencia, mientras en la Mosonyi, Luis Britto García acompañaba el foro “Entre el Orinoco y el Nilo” con académicos venezolanos y egipcios. Dos salas más allá, Roger Herrera desgranaba a “Bolívar y el discurso poético” ante un público ávido, y en la sala Civreaux, Egidio Gabriel Saldivia, de la Biblioteca Nacional, tejía estrategias para crear comunidades lectoras.

La mañana continuó celebrando raíces culturales: en Civreaux, Vladimir Sosa Sarabia y Humberto Castillo presentaron la Filmografía venezolana 1954-1972, testimonio de 59 años de trabajo de la Cinemateca Nacional. En paralelo, Armando Carías defendía los “Derechos de niños a escuchar cuentos”, con intervenciones teatrales del grupo Comunicalle, y la ministra Gabriela Jiménez mostraba nuevas publicaciones del Ministerio del Poder Popular para la Ciencia y Tecnología.

Al mediodía, la memoria tomó la palabra: en la sala Civreaux, José Gregorio Linares reveló secretos del Archivo Histórico de Miraflores, mientras en la Sala Filven, Jessica Serrano Jayaro guiaba a madres y padres en el abordaje del autismo con Umbrales e infinitos.

La tarde tejió rutas simultáneas. En la Sala Mosonyi, Daisy Barreto desentrañaba las raíces de María Lionza: divinidad sin fronteras, fusionando investigación científica con la exaltación de esta figura sagrada que encarna tradiciones ancestrales venezolanas. Además, contrastes literarios brillaban en otros espacios en la presentación de la autora argentina Natalia Bericat, quien presentaba su novela Los jardines de Juana, sobre salud mental, en la Sala Filven, mientras el peruano Jorge Millones analizaba el impacto social de la tecnología con Inteligencia Artificial y estupidez natural, en la Sala Egipto

Afuera, en la Plaza de la Juventud, el grupo La Obra de los Mimos transformaba mitos egipcios en teatro gestual con “Los misterios del antiguo Egipto”, rodeado de familias que disfrutaron la presentación. Dentro, en la Sala Fragui, Enrique Hernández D’Jesús rendía tributo al vanguardista Libro mudo, de Carlos Contramaestre, sumergiendo al público en la irreverencia del arte experimental.

Al caer la noche, la Sala Filven se convirtió en santuario de memoria. La investigadora Joanna Cadenas presentó Cine y revitalización indígena, junto al cineasta Carlos Azpúrua y el antropólogo homenajeado, Esteban Emilio Mosonyi. El acto incluyó la proyección del documental fundacional Yo hablo a Caracas (1978) y el avance del próximo largometraje Mosonyi, guardián de las palabras, tejiendo un diálogo entre luchas originarias y resistencia cultural.

Al cierre de la jornada también se presentó Sobre blanco / On white, de Freddy Ñáñez, una obra que busca derribar las percepciones que ubican a la poesía fuera de la racionalidad, lejos de su verdadero arraigo: el lenguaje.

Este sábado, la Filven extiende su invitación final: un último fin de semana para perderse entre libros abrazados por el arte, donde cada sala es un refugio y cada palabra, un puente hacia el otro.

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