Es recurrente la interpretación de que la ciencia ficción es un asunto del futuro, de traspasar el tiempo, máquinas robóticas que podrían reemplazar a los humanos —incluso, eliminarlos—, vida en otros planetas, invasiones, en fin, la lista puede hacerse larga de los temas que la literatura y el cine han abordado sobre este género de ficción.
Hacer arqueología literaria nacional también es un acto de ficción porque los registros son escasos, más aún si nos conseguimos con un autor que tiene el mismo nombre de una esquina de Caracas ubicada en la actual parroquia San Juan. Ésta no lleva su nombre por él, sino por un sastre extranjero con nombre impronunciable y de quién tampoco hay mucha historia (o por lo menos, eso es lo que parece).
Federico León (1896-1953), periodista venezolano de origen cumanés, toma el nombre de “Pepe Alemán” para firmar sus artículos humorísticos en el semanario Fantoches, del que es redactor desde su fundación en 1932.
Antes de ser conocido como Pepe Alemán, formaba parte de un grupo de periodistas que llamaban “Tres en Uno”, puesto que Federico León conformaba el trío que redactaba la Crónica General en El Nuevo Diario (1914) junto a Leoncio Martínez y Francisco Pimentel —mejor conocido como Job Pim—.
El humor en tiempos de la dictadura de Juan Vicente Gómez era el ambiente que lo rodeaba. El poeta Aquiles Nazoa lo reseña en Los humoristas de Caracas como un “favorecido por su hermosa voz y por sus disponibilidades de causeur culto y de dicción refinada. En los primeros tiempos de la radiodifusión caraqueña sostuvo por algunos años una hora interdiaria de charlas destinadas a la mujer, que hicieron de él una figura popularísima, así por el acento confidencial de su discurso como por la propensión poética de su humorismo”.
En la breve nota de Nazoa en Los humoristas de Caracas, apunta que “con Blas Millán y Julio Garmendia —aunque con recursos de oficio menos generosos—, figura Pepe Alemán entre los escritores que reaccionaron, por los años de 1920 a 1930, contra los excesos localistas y limitación temática que agobiaban al humorismo venezolano. Su obra más interesante es El regreso de Eva, novela publicada por Editorial La Esfera en 1933”.
Por esos años, la ciencia ficción no era un género que había que destacar, más aún si el autor desde el inicio advierte que “si narrar es novelar, El regreso de Eva es una novela”. Asume el riesgo y sin ningún tipo de complejos, admite que “se limitó a seguir el hilo de la narración sin rebuscamientos literarios”.
Su búsqueda literaria está delineada como un escritor que desconfía de sí mismo como escribidor y agradece al periodismo porque, entre otras cosas, le dio acceso a información sobre las innovaciones científicas que luego colocó en sus historias.
“El imperativo de la costumbre; el hábito de escribir con ligereza y simplicidad de expresión, adquirido en largos años de vida periodística”, escribió Pepe Alemán en el prólogo de 1933.
Podríamos reescribir esta historia y contemplar a Julio Garmendia y Pepe —contemporáneos y en similar oficio— en una mesa tomando café, mientras este último le hace algún comentario sobre “La realidad circundante” y luego continúa con disquisiciones sobre cómo abordar los temas de una posible novela que escribiría en el futuro.
Umberto Eco dijo en Apostillas a El nombre de la rosa, que cuando fue a escribir la novela el único ambiente posible para el desarrollo de la historia —policial, negra— en donde se sentía a gusto, por conocer bien la época, era el siglo XIV.
Cincuenta años antes de esta reflexión de Eco, en Venezuela, Pepe Alemán se había dedicado a tocar temas sobre la mujer y para él fue evidente que lo más natural era escribir sobre un mundo y un tiempo en que las mujeres gobernaban.
A pesar de que Pepe Alemán tenía un público cautivo, El regreso de Eva tuvo una sola edición hasta que la Editorial El perro y la rana lo rescata del olvido en 2019.
Todo parece indicar que la ciencia ficción venezolana se inició con esta novela y pareciera que aún está en la esquina Pepe Alemán.
Escritor, periodista y editor. Presidente del Centro Nacional del Libro desde noviembre de 2018. En febrero de 2019 asume la Dirección General de la Fundación Editorial El perro y la rana y en agosto es nombrado Viceministro de Fomento para la Economía Cultural. Es autor de los libros de cuentos El bolero se baila pegadito (1988), Todo tiene su final (1992) y de poesía Algunas cuestiones sin importancia (1994). Es coautor con Freddy Fernández del ensayo A quién le importa la opinión de un ciego (2006). Gracias, medios de comunicación (2018) fue merecedor del Premio Nacional de Periodismo en 2019, mención Libro. Actualmente dirige y conduce Las formas del libro.