La sensibilidad de Ramos Sucre se aprecia tardíamente en nuestro país; es en los años setenta que los aportes literarios de este poeta venezolano se convierten en referencia ineludible. No había podido ser introducida en los registros culturales pues los críticos no ubicaban su obra en ningún movimiento literario, sin embargo a 126 años de su nacimiento su figura poética ha trascendido y se impone como eminencia de las letras americanas.
Cumanés, nacido en el estado Sucre el 9 de junio de 1890, comenzó a hilar su aprendizaje en Carúpano, entre las ramas de Derecho y Literatura, al mismo tiempo que se dedicaba a su labor poética. En 1917 se gradúa en la UCV de abogado, sin embargo es la educación la que lo sostiene para vivir, dando clases de Historia, Geografía, Latín y Griego.
Para entonces el carácter solitario y drástico de Ramos Sucre ya se dejaba leer en sus poemas y una enfermedad nerviosa que le aquejaba, se manifestaba en estado de insomnio, malestar que expresa en sus versos. Referencias genealógicas lo catalogan como un poeta artesano, artífice, selector excepcional de fórmulas poéticas y referencias críticas literarias lo han llegado a definir como un “poeta maldito”.
La incomprensión a la que hace referencia en sus escritos, viene a tender un ancho puente entre su obra y lo que se pudiera creer del origen de sus poemas. Reseñado en El Universal entre los años 1918 y 1929, los poemas de sus únicos tres títulos, La torre de Timón, publicado en 1925, El cielo de esmalte y Las formas del fuego, estos últimos editados en 1929, permiten ver a un poeta que buscó ser leído por el público y cuya intención se basa en la construcción y el arte por voluntad propia, todo ello en plena época gomecista donde temas como la soledad y la muerte eran tabú en aquella Venezuela de principios de siglo XX.
Duramente juzgado por los críticos de su época, confiaba en la certeza de su pensamiento: “Creo en la potencia de mi facultad lírica. Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores”, en una carta enviada a su hermano Lorenzo el 25 de octubre de 1929. Sin embargo no debe entenderse sólo el lado personal de la poesía ramosucreana sino también desde una perspectiva político – social que refleja a través de su conocimiento sobre historia de Venezuela, semblanzas sobre héroes patrios y personajes históricos.
En Ginebra, en 1929, suceden las últimas anécdotas de Sucre, cuando asume el cargo de Cónsul de Venezuela. Pese a los intentos de internado para su quebranto mental, decide una muerte temprana a sus 40 años de edad. Su último poema “Residuo” fue escrito para ese entonces.
LEGADO RAMOSUCREANO
Ramos Sucre cambió la poesía venezolana y latinoamericana, amplió el sentido literario y lo introdujo en la vanguardia, legado en el que coinciden numerosos escritores contemporáneos y que han sido parte del reconocimiento de este olvidado poeta después de su muerte. Uno de los encargados en este redescubrimiento, fue el grupo literario El Techo de la Ballena, a finales de los años 50. Un nuevo letargo precede a los años 70 cuando es publicado por Monte Ávila Editores, la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela y Biblioteca Ayacucho. Desde esa fecha en la “Casa Ramos Sucre” en Cumaná, se celebra la Bienal Literaria Jose Antonio Ramos Sucre, momento en el que también se editaba su obra en España.
El Ministerio del Poder Popular para la Cultura y el Centro Nacional del Libro auspician la Cátedra de Literatura Venezolana José Antonio Ramos Sucre creada por la Universidad de Salamanca en homenaje al poeta venezolano, mediante un convenio con el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) en noviembre de 1993.
Dos veces al año participan profesores en los cursos de Literatura Venezolana, integrados en el programa de Doctorado de Literatura y en el Máster de Literatura Española e Hispanoamericana, de la talla de Pedro Díaz Seijas, José Balza, Luis Barrera Linares, Domingo Miliani, Ednodio Quintero, Carlos Pacheco, Judit Gerendas, Laura Antillano, Alberto Rodríguez Carucci, Cósimo Mandrillo, Camila Pulgar Machado y Rosa Elena Pérez Mendoza. Estos cursos con créditos académicos se realizan en mayo y noviembre con un total de 30 horas cada uno.
La Cátedra de Literatura Venezolana José Antonio Ramos Sucre, está dirigida por la profesora Carmen Ruiz Barrionuevo quien realizó una compilación de los Encuentros de escritores venezolanos titulada: Voces y escrituras de Venezuela, publicado por el CENAL y la Editorial El perro y la rana, 2011. Sumando las actividades y eventos que realiza el Cenal en torno a esta figura literaria.
La poesía ramosucreana se ha convertido en objeto de estudio dentro y fuera del país, ubicándola en Europa, Estados Unidos (Universidad de Barclay, California) y México, en donde su obra se imparte a nivel de postgrado.
Aunque el venezolano sigue en camino de su descubrimiento, la resonancia entre las letras venezolanas ha sido importante en cuanto a referente en los centros de lectura e investigaciones. Gustavo Pereira, Francisco Perdomo, José Balza lo reviven nombrándolo como uno de los autores más renovadores que haya producido la poesía latinoamericana. “La suya es una escritura de rigurosa exactitud, tallada en erudición y perfeccionismo, pero al mismo tiempo en desdoblamiento y evasión imaginativa. En ella se expresa otro ser, un ser alterno escapado de un presente que tuvo por sombrío. Para sustraerse del mismo recreó mundos ilusorios, ajenos a toda contingencia del aquí y ahora, aunque un ejercicio de extrapolación puede depararnos sorpresas”, dijo en una oportunidad el poeta Gustavo Pereira.
Proponer la obra de Ramos de Sucre en el acervo cultural e indagar más allá del medio creador que ultilizó en su momento, es parte de la tarea para el rescate de un poeta venezolano que trascendió el olvido.
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado del brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.
(Preludio. Uno de los poemas más famosos de José Antonio Ramos Sucre)
T/CENAL