No me parece que se pueda escribir sobre El eternauta si no es recordando de antemano que su autor, Hector Germán Oesterheld, fue primero desaparecido y después asesinado por la sangrienta dictadura argentina de los años setenta y ochenta.
Si el sadismo tiene límites, tales límites no se manifestaron en el caso de Oesterheld. Estando el escritor ya preso, la tiranía mató, una por una, a sus cuatro hijas. Como si esos crímenes no revistieran suficiente crueldad en sí mismos, durante el periodo de cárcel y tortura de Oesterheld los esbirros tuvieron buen cuidado, según contó José Pablo Feinmann. de mostrarle las fotos de los cadáveres torturados de sus hijas a medida que esos crímenes se sucedían.
Opositor radical del fascismo, Oesterheld, siguiendo el ejemplo de hijas y yernos, se afilió al movimiento Montoneros para resistir a la dictadura.
Tiene sentido, en este contexto, preguntarse qué pesó más en su arresto, si la militancia política o el impacto popular de la segunda parte de El eternauta, eventualmente leído como un alegato en contra de la junta militar.

Si se juzga por la feroz censura que en ese período se impuso no solo a los medios de comunicación, sino a la cultura en general, se puede concluir que alguien en el gobierno vio con claridad el efecto que El eternauta podía tener en la resistencia a la autocracia.
No cuesta, pues, imaginarse a los esbirros que torturaron a Osterheld hasta la muerte haciendo chistes sobre extraterrestres o llamándolo irónicamente Juan Salvo, personaje principal de la historieta, mientras pasaban de una técnica de tortura a otra.
Y sin embargo, en la propia historieta no es del todo manifiesta la relación entre los invasores venidos del espacio exterior y el feroz despotismo de Videla y compañía. De hecho, es probable que muchos lectores recorrieran las páginas de El eternauta con la misma actitud con la que se lee una buena historia de aventuras, es decir, imbuidos de lo allí narrado, pero sin buscar ulteriores significaciones; lo cual prueba que, a pesar de la clara intencionalidad del autor, El eternauta evadió, dada su calidad artística, el peligro de caer en el panfleto. Partiendo de lo anterior, podría darse una larga discusión sobre la eficacia política de El eternauta, que si no fue advertida a conciencia por algunos lectores, tenemos pruebas más que suficientes de que no escapó a la sensibilidad fascista de los gestores de la junta militar.
Y aquí es necesario insistir en la calidad estética e imaginativa de la obra de Oesterheld. Una calidad que se hace evidente, antes que nada, por la manera tan personal -y argentina- con la que el autor construye una historia cuyo germen, la invasión extraterrestre, había sido trabajado con anterioridad por múltiples autores.
Si la historia que se narra en El eternauta refleja, como tantas veces se ha dicho, la postura política de Oesterheld en contra del gobierno militar, ese reflejo habrá sido de mucha más fácil percepción por parte de los lectores ideales de su obra es decir, el pueblo argentino, que en ese momento sufría la represión indiscriminada. No en balde Oesterheld situá su relato en Buenos Aires e incorpora en él un conjunto de marcas que anclan profundamente el relato en suelo argentino. En esas marcas, ademas de expresiones culturales como el tango, figuran locaciones precisas de Buenos Aires. La ironía quiso que entre esas locaciones se encuentre la famosa ESMA, Escuela de Mecánica de la Armada, que la junta militar convertiría en su momento en sitio icónico de tortura y de muerte.
El eternauta se distingue también por un lenguaje que rebasa en mucho la llaneza verbal que suele exigirse en las narraciones ilustradas, como las historietas. En ellas se espera que el texto escrito sea poco menos que un apéndice de las ilustraciones. Muy por el contrario, en El eternauta sorprende la preeminencia del lenguaje y su calidad estética. Oesterheld era un consumado escritor de literatura y, cabe recordar, a este respecto, que la primera versión de esta historia fue en realidad un cuento largo que publicaría póstumamente, en 2001, la editorial Colihue con el título El eternauta y otros cuentos.



Escritor, doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Iowa, magíster en Literatura Latinoamericana y profesor jubilado de la Universidad del Zulia. Fue galardonado con el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Losada (2000). Asimismo, se hizo acreedor del segundo lugar del concurso Los niños del Mercosur, de la editorial Comunicarte (Argentina, 2007).
One thought on “La sensibilidad del fascismo”
Lo leí de un tirón (la reseña) con el aliento contenido.