Selva Almada no es un río

Selva Almada es enfática con el título de su novela No es un río, en donde todas las vidas se agolpan en un mismo tiempo y el misterio en su narrativa forma parte de la historia.

No es el regodeo de contar por contar, sino de crear una tensión que permita al lector ir tras la búsqueda de los personajes que aparecen y desaparecen sin artificios, vivos o muertos.

Los personajes cruzan ríos como vidas o sueños. 

“El que tenga miedo de morir, que no nazca”, reza el dicho popular y la literatura de Almada tiene algo de este dicho, en especial, esta novela que cierra una trilogía —catalogada de “varones”— que completan El viento que arrasa y Ladrilleros.

El río, así como el mar, es un misterio. Podríamos hacer una larga lista de misterios, pero nos detenemos en lo acuático porque el mito fundacional de la creación está en las aguas y la ciencia lo confirma.

Los waraos, que habitan entre ríos, en el delta del Orinoco, llaman al cielo kuay nabaida: “La mar de arriba”. 

El cronista que cuenta la travesía del Tirano Aguirre bajo la expedición de Pedro de Ursúa y, posteriormente, bajo su propia intuición de navegante, se enteró como los pobladores originarios llaman al río: “serpiente sin ojos”.

Selva Almada nació en Entre Ríos, Argentina. El lugar en donde nacemos o residimos dice muchas cosas y las historias de No es un río tiene ese resplandor, así como los cuentos de Horacio Quiroga, en donde el misterio fluye como la corriente.

La vida es sinónimo de extraño y, a la vez, de misterio. Incluso, puede parecer que la muerte, cuando se narra, es un sueño. En esto, el manejo de los tiempos en No es un río hace de la novela su atractivo. Constatar qué es lo que sucede en el tiempo indicado puede ser una necesidad lectora, pero en la escritura de Almada es un juego que le permite a los personajes respirar debajo del agua o del texto.

El conflicto de la novela no tiene a la naturaleza como telón de fondo, sino que forma parte de la corriente cotidiana de la vida.

Todos persiguen algo, pero también son perseguidos. Nadie escapa de su destino que está escrito en las manos, en la piel, el fuego o los ríos; en la selva o los arbustos que van apartando a un lado mientras avanza el relato; en el hambre, la sed o el sexo, que pareciera ser lo mismo, si es que no lo es realmente.

Los hilos de cada historia se cruzan, pero el tiempo —otra vez al tiempo, porque nada de lo que se cuenta tiene orden cronológico—, forma parte esencial de cada personaje. 

Nada de lo que sucede es extraordinario. Lo que importa es cómo se cuenta la vida o la muerte del hombre o la mujer. Tampoco importa cuándo vivió o murió, quién primero y quién después. Definitivamente, no importa. A ratos parece un wéstern, aunque todo tiene la apariencia de ser muy real para ser ficticio. 

Cada conversación o respuesta de los personajes parecen disparos a quemarropa. No hay artificios ni imágenes poéticas porque es suficiente el drama que arrastra cada personaje para encontrar algún destello que pueda ser una luz sin perderse en el camino.

Aunque no hay nada extraordinario en la novela, tampoco es predecible. En eso radica el suspenso que le imprime Selva Almada.

“Si alarga la vista, donde la calle baja, llega a ver el río. Un resplandor que humedece los ojos. Y otra vez: no es un río, es este río. Ha pasado más tiempo con él que con nadie”.

No es un río tiene la peculiaridad que no es cualquier libro. Ha logrado ser finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2025 y del Premio Booker Internacional 2024 de Gran Bretaña. En 2023 obtuvo el Premio IILA-Literatura de Roma. Un dato no menor: ha sido traducida a más de 30 idiomas.

Está previsto que sea una película adaptada por el director argentino Diego Martínez-Ulanosky, quien la define como “un wéstern lírico sobre la hermandad y los fantasmas que cargamos”.

Los fantasmas siempre están a la orden del día en la literatura. También en la cotidianidad.

Cuántas veces hemos repetido a Pedro Calderón de la Barca, pero Selva Almada nos cambia el título del drama y, más que la vida, la muerte es un sueño.

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