A principios del siglo XIX, cuando el Libertador, Simón Bolívar, libraba una gesta heroica para consagrar la libertad de Venezuela y otros pueblos de la región, mediante un proyecto de soberanía y leyes que respeten al hombre, Estados Unidos (EE.UU.) se encargaba de expandir su proyecto, que consistía en colonizar y perpetuar su dominio sobre territorios oprimidos.
Esta es la mirada que la historiadora venezolana Anahías Gómez hace de un momento histórico de Venezuela, en el espacio denominado «Carabobo: La proeza de un pueblo por su
Independencia», como parte de la 16° Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven).
Junto al escritor y director de Redacción de Misión Verdad, Ernesto Cazal, la historiadora analizó la misión fallida del agente Juan Bautista Irvine, a Venezuela, en 1818.
Para ese momento Venezuela, que aún peleaba su independencia, se impuso ante las solicitudes irrespetuosas de Irvine, personaje que le tocó enfrentarse en la batalla de las palabras con un Bolívar defensor de leyes y soberanías.
El hecho ocurrido hace 202 años, antecede a una situación en la que dos barcos de bandera estadounidense identificados como Tigre y Libertad, violaron un decreto de bloqueo emitido por el Libertador en 1817 y entraron a territorio venezolano de manera ilegal para vender armas y
productos varios como tabaco a los españoles, principal enemigo del país, explicó Gómez.
Al verse aprehendidos y confiscados sus goletas ante las leyes venezolanas, los dueños de las embarcaciones presionaron al gobierno estadounidense, dirigido por James Monroe, para exigir a Venezuela la indemnización y pagos de mercancía, y éste responde enviando al agente Irvine, un periodista con prontuario por difamación.
Resaltó la docente, que este hombre al llegar a suelo caribeño pretendió a través de las mentiras engañar al Libertador, asegurando que Estados Unidos les visitaba para reconocer su independencia y declarar la guerra a España.
“Él usa la maldad y una vez que consigue le entreguen las credenciales, lo primero que solicitó fueron las goletas. El Libertador no entendió qué estaba hablando y pasó siete días para fesponder”, pues Bolívar confió en la diplomacia de ese país, hasta que comprendió las intenciones ocultas.
Con las cartas sobre la mesa, Bolívar e Irvine comenzaron a intercambiar cartas en las que el venezolano le propone diversas soluciones, siempre y cuando EE.UU. aceptara que Venezuela actuó apegado a las leyes.
Esto pasa en las llamadas 11 cartas de la dignidad entre Norteamérica y el gobierno venezolano.
Sin embargo, Irvine empieza a utilizar un lenguaje despreciable, a lo que Bolívar no sucumbió y reiteraba que se trataba de un país que estaba determinado a conquistar su independencia, pero en medio de ese proceso existían leyes y procesos que se tenían que cumplir, sin pretensiones extranjeras que pasaran por encima de la defendida soberanía de su país.
“El Libertador le dijo ‘Aquí hay poderes y eso hay que cumplirlo’, eso demuestra el espíritu de Bolívar en defensa por la soberanía. ‘Te entrego los barcos pero reconoce que actuamos apegados a las leyes’. El Libertador no se la entrega y él -Irvine- se va hablando mal del Libertador”, contó la historiadora.
Años más tarde, el agente protagonizaría un bochornoso escándalo para el gobierno de Monroe, al intentar invadir por propia iniciativa a Puerto Rico, hecho que fue despreciado por la prensa estadounidense y que obligó a Monroe a solicitar incluso, un juicio a Irvine, en el cual fue condenado a 30 años de prisión por poner en riesgo el gobierno estadounidense al violar leyes; pero solo pagó 16 meses de cárcel.
“Estados Unidos buscaba expandir su territorio e intereses en la captura y dominación de las colonias, es un proyecto expansionista. El proyecto de nosotros, el de Bolívar, es liberar el continente, pero liberar haciendo su propia constitución y levantándose cada pueblo por sus propios pies. «Seamos independientes y soberanos que cada uno tenga su presidente y leyes’, eso era lo que proponía Bolívar”, aclaró Gómez.
La docente e investigadora del Centro Nacional de Estudios Históricos instó a quienes escriben los hechos pasados a enaltecer el ímpetu y el espíritu del Libertador, con palabras que destaquen sus luchas por encima de las pretensiones extranjeras de los actores que vinieron a territorio venezolano con intenciones oscuras.
“Algunos textos se manifiestan mal de Libertador y en la forma de escribir, se nota lo bien que hablan de los extranjeros. A Irvine, algunos lo referencian como el periodista que vino a Venezuela, pero hay que agregar que también tenía un prontuario y no era por nada digno, sino por mentiroso”, enfatizó.
Prensa Cenal.