Tres cuerpos frente a la hoguera

Inusitadamente los lectores de la ciencia ficción se han topado con la novela El problema de los tres cuerpos del escritor chino Cixin Liu. Hace casi una década, cuando fue traducida al inglés por Ken Liu, ganó el Premio Hugo de novela y algunos fanáticos no podían concebir que una obra escrita originalmente en otra lengua diferente a la inglesa fuera merecedora del premio más prestigioso del género, que tiene entre sus ganadores a Ursula K. Le Guin, Philip K. Dick, Isaac Asimov, entre otros.

Se publicó inicialmente por entregas en la revista mensual china Science Fiction World (2006) y ese mismo año ganó el premio Yínhé. Recientemente se estrenó por Netflix una versión que generó las más variadas controversias. Primero, la temporada de ocho episodios comienza con imágenes de tortura y muerte cometidas por imberbes estudiantes durante la Revolución Cultural china y, segundo, que la historia, experimentos y reflexiones sobre mecánica celeste se desarrolla en Oxford, Reino Unido. Es decir, los chinos mal vestidos se matan irracionalmente haciendo una revolución, pero los occidentales son gentes estudiosas y científicas que disfrutan de la vida mientras unos colegas se suicidan inexplicablemente.

Cixin Liu

Algunos seguidores de ciencia ficción al no tragar la propaganda netflixense se animaron a buscar la versión china que consta de 30 episodios, mientras otros mantenían la discusión sobre lo insulso de las teorías físicas de Cixin que podrían ser tomadas de Wikipedia. Quienes sostienen esto no han descubierto que esta fue creada un lustro antes de que se publicara en Science Fiction World.

El sociólogo y crítico Pedro Perucca resume como “filosofía barata” que “una científica china que, resentida porque la Revolución Cultural liquidó malamente a su padre y a su hermana, decide que cualquier cosa es mejor que el comunismo, incluyendo una invasión alienígena” y desacredita la obra por pésimo estilo literario.

Sin embargo, el escritor Ángel Luis Sucasas considera a Cixin “el Tolstoi chino de la ciencia ficción que, con aparente clasicismo, dinamita las convenciones del género”.

La diatriba llega a tal paroxismo que los pontificadores de la ciencia ficción han colocado una placa virtual como la que Platón colgó en la entrada de la Academia: «Que no entre aquí ningún hombre que no sepa geometría».

En otras palabras, si usted no sabe de astrofísica, genética, electromagnetismo, poder colocarse en el futuro y regresar a este miserable mundo sin rastro de contaminación de cualquier tipo, no escriba ciencia ficción, porque además, ya todo está escrito. Pero, como dijo Heráclito: “Si no esperáis lo inesperado, no lo encontraréis, dado que es penoso descubrirlo, y además, difícil”.

El problema de los tres cuerpos abunda en discusión sobre mecánica celeste y filosofía con guiños del autor sobre su postura antiaristotélica

Uno de los aportes de la obra de Cixin Liu —si es que ya alguien lo ha hecho, quizás Daniel Arella puede darnos luces al respecto— es que se puede hacer literatura de ciencia ficción con el presente y el pasado. Algo que Netflix cree que puede explicar con efectos especiales, pero que en el libro El problema de los tres cuerpos abunda en discusión sobre mecánica celeste y filosofía con guiños del autor sobre su postura antiaristotélica cuando cambia el nombre del usuario de “Navegante” a “Copérnico” en el juego de realidad virtual “Tres Cuerpos”.

Allí empieza un divertimento filosófico con personajes que nunca estuvieron juntos en carne y hueso, pero sí en el tiempo con las ideas, independientemente de si existe un planeta en el que se puede visualizar tres soles. Los personajes son: Aristóteles, Leonardo da Vinci, Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y Giordano Bruno.

Aristóteles nunca se enteró, pero sus discípulos y la iglesia católica se unieron para que sus teorías fueran hegemónicas por siglos hasta que comenzaron a percatarse de que el geocentrismo no tenía ni pies ni cabeza. Pero estar en contra del establishment era ir directo a la hoguera. Cixin lo expone así en el juego: “—Giordano Bruno —dijo Aristóteles, señalándole a Wang el cuerpo carbonizado—. Otro que vino a decir tonterías antes que tú”.

La historia se repite. Ahora quieren mandar a la hoguera a Cixin Liu. Los habitantes del planeta trisolaris quizá pidan perdón dentro de 400 años cuando lleguen a la Tierra.

Suspender la incredulidad

Al igual que las de terror, las novelas de ciencia ficción requieren de un tipo particular de lector. Siguiendo a Coleridge, quien prescribió la suspensión de la incredulidad para enfrentarse a textos que evaden lo que consideramos lógico, el lector de ciencia ficción debe ser capaz de evitar el pensamiento crítico y la duda si realmente se dispone a disfrutar lo que lee.

Solo con esa condición debe ingresarse a El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu. Aunque el original chino se publicó en 2006, se le considera aun hoy como un hito en el desarrollo de la novela de ciencia ficción. Hagamos la salvedad de que quienes juzgan este tipo de novela son, en su mayoría, adeptos –o adictos– al género, lo que obliga al resto de los mortales a tomar tales juicios cum grano salis, como decían los latinos.

Primer libro de una trilogía titulada El recuerdo del pasado de la Tierra, El problema de los tres cuerpos alcanza las 400 páginas, y es bastante probable que en sus lectores se repita la sensación de que no todas son indispensables.

Un elemento que funciona bien en El problema de los tres cuerpos es la estrategia metaficcional, es decir la ficción dentro de la ficción.

El relato, a pesar de ser ciencia ficción, adopta, en su estructura general, el modelo de la novela policial, en el sentido de que hay un misterio y un conjunto de crímenes cuyas motivaciones y detalles no se descubren hasta el final. Las dos primeras partes de la novela sirven, pues, para dar fundamento al origen y las motivaciones de lo que ocurra a final de la narración.

Todo en esas dos primeras partes resulta excesivo. La primera, por ejemplo, tiene como función esencial poner en duda si la especie humana merece sobrevivir. El narrador se apoya para ello en una larga referencia a la Revolución Cultural en China y a la crueldad por ella ejercida.

Se ha dicho de esta novela que está construida para complacer el gusto de los lectores de Occidente. La larga referencia, enteramente negativa, a un periodo del transcurrir político de la revolución china, sin dudas no el más agradable, abona con creces esa sospecha; especialmente porque para dar pie al resto de la anécdota habrían bastado muchísimas menos páginas. A partir de la Revolución Cultural se afianza una visión negativa de la humanidad y del universo en el que se mueve. Hay dos amenazas paralelas: por un lado la humanidad misma en su incapacidad ética y moral y la amenaza del propio universo encaminado a su destrucción.

En lo relativo a complacer el gusto occidental, resulta imprescindible destacar la figura del detective Da Shi. Este personaje responde milimétricamente al estereotipo del detective excéntrico reconocible, por ejemplo, en Sherlock Holmes y llevado al extremo por series de televisión como Columbo o Monk. Da Shi es, pues, irreverente y desmañado; apesta a cigarrillo y es visto con ojeriza por sus superiores, quienes, sin embargo, no pueden prescindir de él por su talento como sabueso. Nada que ya no supiéramos. A pesar de todo, Da Shi, gracias a su pragmatismo, le sirve al narrador para darle una salida concreta a ciertas situaciones que el resto de los personajes no alcanzan siquiera a entrever.

Un elemento que funciona bien en El problema de los tres cuerpos es la estrategia metaficcional, es decir la ficción dentro de la ficción. Para ello, Cixin Liu se vale de un juego virtual que permite a uno de los personajes principales experimentar una realidad paralela y así trasmitir al lector información decisiva para el desenlace de la anécdota. Puesto que el juego es creación de una civilización extraterrestre para comunicarse con los terrícolas, resulta interesante que no alcancemos a saber en ningún momento, ni siquiera al final, si la representación que los alienígenas hacen de sí mismos es fidedigna o forma parte de una simulación encaminada a lograr sus fines.

Como toda serie, está novela aporta solamente soluciones parciales a los enigmas planteados. El lector debe decidir, una vez finalizada la lectura, si está dispuesto a atacar las más de 700 páginas de la segunda y casi 600 de la tercera parte.