La fiesta literaria de la Filven se vive con pasión lectora

Bajo el lema “Leer transforma”, la 20ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) 2024 ha sido un torbellino de cultura, con Sudáfrica como país invitado de honor, trayendo el espíritu del “Ubuntu” o la humanidad hacia otros a cada rincón del evento y con invitados internacionales que han aportado desde su riqueza cultural, imprimiendo una perspectiva global en cada encuentro.

Este 13 de julio, el aire se llenó de magia con la narración oral venezolana, transportando al público a mundos imaginarios con el poder de la palabra hablada gracias a exponentes como Cristina Molinatti, Armando Carías, María Colmenares, Marisa Cabello, Mariangélica Delgado y Yenitza Anseume. Mientras tanto, otro grupo de asistentes se sumergió en las complejidades del Irán post-revolución, desentrañando los hilos de su fascinante historia reciente con la presentación del libro “Sobre la situación de Irán después de la Revolución Islámica”, a cargo del Dr. Reza Sadrolhosseini.

Un momento emotivo de la jornada fue el homenaje a la prestigiosa Biblioteca Ayacucho, que celebra 50 años de trayectoria. En un foro enriquecedor, se destacó la invaluable labor de esta institución en la preservación y difusión de un extenso patrimonio intelectual latinoamericano, celebrando medio siglo de custodiar nuestros tesoros literarios.

Importantes voces afrodescendientes también tomaron la palabra en un conversatorio que exploró las raíces de la identidad étnico-cultural venezolana, resaltando el valor de las bibliografías de los afrodescendientes para el estudio de la diversidad en Venezuela, a cargo del historiador José Marcial Ramos Guédez, representante de la Biblioteca Nacional.

Los asistentes también tuvieron la oportunidad de participar en un homenaje a Cruz Quinal, cultor popular, luthier y genio musical que se sembró hondo en la historia de nuestra música popular venezolana. El escritor y gestor cultural Benito Yrady estuvo a cargo de ello, con la presentación de su obra “El libro de Cruz Quinal”.

Cruz Quinal ha tomado un lugar especial en la Galería de Arte Nacional, donde se encuentra una muestra de los instrumentos musicales que construyó, incluido el singular “bandolín morocho”, y una exposición de las fotografías de Rafael Salvatore que acompañan el libro.

Esta feria, que cerrará el 21 de julio, ha sido un verdadero crisol de culturas, ideas y narrativas, donde muchos rincones del mundo han encontrado su voz en amplias páginas abiertas. Es un evento que insiste en reflejar su lema al ofrecer un abanico de actividades que invitan a la reflexión, al cuestionamiento y al crecimiento personal. Al abordar temas de nuestra identidad, historia y política contemporánea, la feria subraya cómo la lectura puede ser un catalizador para la transformación social y personal.

Así, entre libros y palabras, la feria nos recuerda que, efectivamente, leer no solo nos transporta, sino que nos transforma, dejándonos un poco más sabios, un poco más humanos y, sin duda, con hambre de más historias por descubrir.

FIN/FILVEN/BC/REP

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El libro se hizo voz y vibró este viernes en la 20ª Filven

El sabroso aroma del café, el olor particular de libros nuevos que invitan a la lectura, las miradas curiosas de miles de visitantes, la tensión escénica de quien toma un micrófono para hablar en público y que luego va agarrando confianza y seguridad con la convicción de sus palabras en distintas áreas del conocimiento; todo este cúmulo de sensaciones rodeó la imponente Galería de Arte Nacional (GAN) en la jornada de este viernes en la 20ª Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) 2024.

La Filven viene a ratificar que la importancia de esta fiesta literaria radica en que solo bastan unas horas para convertirse en una cita perfecta para quienes disfrutamos sostener alguna conversación en torno al arte. En la Filven el libro se hace voz a través de la lectura, de discusiones, conversatorios, ponencias, charlas, conferencias y presentaciones de libros. Cada año convergen poetas, escritores, profesores, cultores, estudiantes y amantes de la lectura en general.

En ese contexto, este viernes se desarrollaron actividades que pusieron en relieve temas importantes como la controversia por los límites de la Guayana Esequiba, el fortalecimiento de las relaciones de Venezuela con potencias como China e Irán; así como la diversidad y riqueza cultural de Sudáfrica.

La jornada abordó la filosofía ancestral Ubuntu, propia de la cultura sudafricana, que contempla a la Humanidad como un todo, contraria a la filosofía del individualismo. La Filven también dio espacio a la resistencia cubana frente a la adversidad y esa búsqueda de oportunidades ante el bloqueo criminal de los países imperiales.

Una fiesta multicultural

Además de las delegaciones de Cuba, China, Irán y Sudáfrica como países aliados, la Filven llegó a Caracas acompañada de una gran variedad de expresiones culturales de distintos países. Cada día los asistentes pueden disfrutar de novedosas e interesantes muestras literarias, artísticas y culturales.

Los invitados internacionales aprovechan la ocasión para compartir con el pueblo venezolano un poco de su esencia y gentilicio, aquello que los hace sentirse orgullosos de sus orígenes. En otras palabras, la multiculturalidad viene a llenar de vida y color estas nuevas páginas de la Filven.

Adicionalmente, en la jornada hubo encuentros que giraron en torno a la importancia de las redes sociales y su papel dentro de la comunicación; la responsabilidad que implica el uso de estas plataformas digitales para promocionar la cultura y la literatura, así como también la salud y el reconocimiento e importancia de la mujer como motor fundamental de la sociedad.

Reconocimiento a los niños

En otro espacio se rindió un merecido homenaje al periodista, caricaturista, humorista, escritor, dibujante, pintor y cineasta Rafael Rivero Oramas y su revista Tricolor, en el marco de los 75 años de su fundación. Se recordó al popular “Tío Nicolás” como un insigne artista que dedicó gran parte de su vida y de su obra literaria a los niños.

Tras una hermosa jornada, la invitación es para que este fin de semana se colme nuevamente la Feria con la presencia de todos. La cita con el libro, la lectura, el arte y la cultura es en la GAN, entre diez de la mañana y ocho de la noche. Todas las actividades son gratuitas y los niños y niñas pueden visitar el pabellón infantil, una miniferia concebida con dinámicas divertidas y didácticas.

FIN/FILVEN/MG/MR

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Benito Yrady y la novela del petróleo

Existía la leyenda de que el petróleo no había llegado a la novela venezolana. Las páginas literarias hace más de 50 años atizaban esta ausencia o baja producción literaria frente a las novelas sobre la dictadura gomecista o perezjimenista.

El ensayista Gustavo Luis Carrera en su libro La novela del petróleo de Venezuela, publicado en 1971, afirma categóricamente que cinco novelas petroleras son las “propiamente dichas”: Mancha de aceite (1935), de César Uribe Piedrahíta; Mene (1936) y Casandra (1957), de Ramón Díaz Sánchez; Guachimanes (1954), de Gabriel Bracho Montiel, y Oficina N° 1 (1961), de Miguel Otero Silva.

Algunas otras novelas mencionan el petróleo, su paisaje o las relaciones que se impusieron con las transnacionales petroleras y el gobierno estadounidense, sin embargo no poseían suficientes grados API como para considerarlas de novelas del petróleo.

Antes de finalizar esa década, Benito Yrady, un joven escritor nacido en El Tigre, aparece en la escena literaria con el libro de cuentos, que tangencialmente toca el petróleo, Zona de tolerancia (1978), y luego, prácticamente, el autor desaparece de este escenario para ocuparse en cuerpo y alma a lo que llaman la “gerencia cultural”. Se ganó por un lado, y por otro, se acumularon conocimientos de los saberes de un pueblo tan variado en su cultura.

Pasaron más de cincuenta años, pero la escritura y la literatura siempre estuvieron allí, en Benito Yrady, a la espera de su turno. Hasta que llegó la pandemia y la decisión de contar las nostalgias y sueños de unos personajes foráneos que hablan de sus tierras —en donde intervienen James Joyce, Ernest Hemingway, Walt Withman, entre otros—, y de un “país del petróleo”.

La obra en cuestión es la novela Historia del señor Cody (2024), que aparece en el catálogo de Monte Avila Editores en los días en que Benito Yrady es el escritor homenajeado de la 20.ª Feria Internacional del Libro de Venezuela.

En ella se mantiene una relación lúdica entre el lector y narrador. Nos transporta a una lectura de Joyce como si el escritor irlandés hablara y se paseara por este país del petróleo.

A veces pecamos al resumir una obra con una enumeración o descripción que quizás no dice mucho. Ricardo Piglia diría que cada lectura es una perspectiva del lector.

La lectura, y con ella los sueños y la nostalgia, es quizás el recurso literario que nos conduce a historias mínimas que transcurren paralelamente o son causas y consecuencias en la novela Historia del señor Cody. Es “el impulso de tener el hogar en todas partes”, diría el poeta Novalis.

Pero la lectura no es solamente aquella que experimentamos con los libros, sino, también, con historias orales, mitos de nuestros pueblos originarios y, por supuesto, la realidad que enfrentamos constantemente por el simple hecho de vivir. Joyce, uno de los escritores que acompaña toda la novela y a Benito, como lector, se preocupaba por la velocidad en que se lee en los sueños.

“Hay una relación entre la lectura y lo real, pero también hay una relación entre la lectura y los sueños, y en ese doble vínculo la novela ha tramado su historia”, reflexiona Piglia en El último lector para responder en parte “¿Qué es un lector?”.

Pero también existe otra historia, la de la mítica búsqueda de El dorado, que por siglos buscaron colonos de los imperios británicos, españoles y portugueses. La riqueza de variados minerales que no encontraron porque no estaba a simple vista los enloqueció, pero el petróleo, al final, fue el dorado buscado que le dio apellido a un país.

David Cody, según recuerda Oscar Lynch, dijo que “no hay país semejante y tan hermoso” y entre delirios que lo puede confirmar la realidad, exclamó: “¡Como Raleigh también digo que no cubre el sol país tan rico en el mundo! Todo eso lo tiene el verdadero país del petróleo”.

En El hacedor, Jorge Luis Borges incluyó un extenso poema que su comienzo podría ser lo que Benito Yrady logra con la novela Historia del señor Cody: “Nadie puede escribir un libro. Para / que un libro sea verdaderamente, / se requieren la aurora y el poniente, / siglos, armas y el mar que une y separa”.

James Joyce y Walt Withman tiznados de oro negro

Un escritor venezolano metido en la voz de Oscar Lynch, un narrador irlandés, quien a su vez asume el cuerpo y la memoria de David Cody, un norteamericano. Por medio de este último somos testigos de una panoplia de historias, saberes y experiencias referidas al mundo entero como un espacio estrechamente entrelazado. Pese a la amplitud de ese espacio, algo parecido a un reflector elipsoidal proyecta un constante punto de luz sobre un lugar llamado el país del petróleo, sospechosamente parecido a Venezuela. Por si ello fuera poco, el narrador no solo aporta su propia memoria irlandesa, sino que a lo largo de todo el libro, se extiende un variado intertexto en el que concurren sin transición otro irlandés, James Joyce, y otro norteamericano, Walt Whitman.

El párrafo anterior podría ser un intento de resumir la novela Historia del señor Cody de Benito Yrady, pero se trataría, con certeza, de un intento fallido.

Al escribir Ulises, James Joyce se habrá propuesto, seguramente, lograr la novela de todas las novelas. Ese mismo objeto del deseo campea por las páginas de Historia del señor Cody y no es casual que la figura de James Joyce esté presente a lo largo del libro de Benito Yrady encarnando a ese mediador que René Girard se esforzó en describir en su libro Mentira romántica y verdad novelesca.

De allí el porqué de un narrador dublinés; del conocimiento detallado –o cuando menos bien simulado- de las más intrincadas callejuelas de Dublín; y de allí también la presencia ubicua de Joyce, presente en toda la novela de Yrady por medio de una larga lista de citas textuales.

El homenaje a Joyce, entiéndase bien, no es igual a la imitación de Joyce. Ya había establecido Girard que alcanzar el objeto del deseo implica, al mismo tiempo, la necesidad de diferenciarse del mediador. “Cuando escribo escucho su voz. No soy un plagiario, ni un untuoso intruso disfrazado de literato,” aclara asertivamente el narrador irlandés.

Joyce es aquí un paradigma cultural por cuyo medio se expresa el intento de redacción de un texto literario complejo, en su lenguaje y en sus  infinitas referencias, y que sirve, además, para construir el personaje del señor Cody, quien sufre la nostalgia de un mundo que ha perdido justo cuando se enfrenta a otra realidad, la del país del petróleo, que no termina de ensamblarse con lo que trae en su memoria.

Yrady ha escrito una novela de una originalidad inédita entre nosotros, y ello por múltiples razones. En  primer lugar porque, siguiendo seguramente su vocación de crónista, en Historia del señor Cody, se incluye, a medida que se sigue la conversación de los personajes, una mayúscula cantidad de referencias que exigen del lector un cuidadoso seguimiento para no extraviarse en la lectura. Desde los viajes de Américo Vespucci, pasando por el eterno afán independentista de Irlanda, las peripecias de Buffalo Bill en Estados Unidos; la larga dictadura del Benemérito; las cosmogonías y costumbres de los pueblos Warao y Kariña; eso y mucho, mucho más constituye la armazón memoriosa de Oscar Lynch y del señor Cody.

Hay un punto de llegada para toda esta historia, y es que Yrady le da un vuelco al modo como tradicionalmente hemos abordado la novela de tema petrolero.

Confieso que dudo en llamar a este texto novela del petróleo, dada la amplitud y multiplicidad de sus contenidos. Pero no es menos cierto que, como dije arriba, una especie de  reflector elipsoidal apunta de forma reiterada al pedazo de tierra donde se acumula el oro negro. No en balde Oscar Lynch identifica con beatífica inocencia el rol que él y el señor Cody encarnan: “Aquí el señor Cody representa intereses de los Estados Unidos de Norteamérica (…) Yo en cambio he llegado a Maracaibo por la corona inglesa”.

Yrady ha creado dos personajes cuya complejidad anímica se aleja del esquematismo con el que se solía representar a los extranjeros en novelas de tema petrolero; además de disponer que sea uno de ellos quien narre la historia en primera persona.

Una propuesta novedosa merecedora de un extenso análisis que excede, con creces, las posibilidades de esta página.

El escandaloso silencio del crimen

Es antigua la táctica de negar la existencia y resistencia de un pueblo, advierte en un reportaje que publicó hace 50 años Rodolfo Walsh bajo el tituló “La revolución palestina” y comienza así: “Tres millones de palestinos despojados de su patria cuestionan todo arreglo de paz en Medio Oriente”.

Walsh expone en los primeros párrafos la declaración de quien fuera primera ministra de Israel, Golda Meir: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”, para dar a conocer “la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia, Vietnam, colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de liberación”.

Parece Un detalle menor, como el título de la novela de la escritora palestina Adania Shibli, hace 50 años nació en Galilea. En 2023 debió recibir en la 75ª Feria del Libro de Fráncfort el premio LiBeraturpreis, pero fue censurada. Detalles a tomar en cuenta.

El eufemismo que utilizan los medios hegemónicos es que está “postergada” la ceremonia, solo que hasta ahora no hay fecha para la entrega del premio.

La autora descree de todos aquellos que están al frente —y detrás— de la organización del premio literario. “Quizás se pueda celebrar la ceremonia de entrega en el futuro. Quizás están esperando a que el libro se haga mejor con el tiempo”, declaró a la prensa durante la reciente Feria del Libro de Madrid.

El uso del lenguaje no ha cambiado y la historia del crimen contra el pueblo palestino no empezó ayer, como quieren hacer parecer. Shibli se hace las mismas preguntas en su novela y saca a relucir la violación y asesinato de una muchacha palestina por soldados israelís durante la ocupación en 1949.

Un detalle menor es la reconstrucción a partir de las nuevas situaciones que no son tan novísimas, pero que el vértigo que han impuesto las nuevas redes de comunicación ha logrado poner la mirada sobre los intereses de los grandes capitales.

Los crímenes son atroces y no merecen comparación, pero tampoco hay canciones al estilo de “We are the world, we are the children”, para las niñas y niños asesinados en Gaza por los ataques militares de Israel. El silencio mundial es escandaloso.

El libro de Shibli usa el lenguaje del colonizador como forma de denuncia para mostrar que los palestinos son tratados como animales, que deben ser eliminados del territorio que los sionistas ocupan con violencia militar.

Ella, el personaje, es palestina. Sus recuerdos se han desdibujados y busca respuestas en un tiempo en que todo es confuso o nos quieren hacer parecer que son otros tiempos y que ha cambiado. Todo comienza por un detalle menor, por lo que parece cotidiano, lo que sorprende y le hace evocar una historia, replantear en su memoria una geografía que ahora es tierra ajena, militarizada. 

Debe vivir y sobrevivir a un aparato político que no comprende porque la anula. Necesita desplazarse, apartar miedos, dudas e indagar.

No es una historia de ciencia ficción pero me lleva a las palabras de uno de los autores fundamentales del género, Philip K. Dick: “Estoy seguro de que no me creen, y de que tampoco creen que creo en lo que afirmo. Son libres de creerme o no, pero al menos crean esto: no estoy bromeando”.

Pensemos por un momento en una ucronía —así como en El hombre en el castillo, de P. K. Dick—, que en vez de entregar a Israel las tierras de Palestina prosperó la tesis de Joseph Otmar Hefter y a los judíos se les dio “un territorio entre la Guyana Británica, Venezuela y Brasil”, es decir, nuestra Guayana Esequiba. 

Los colonizadores se imponen a sangre y muerte. El lenguaje se expresa con la fuerza de sus fusiles y cañones. Las víctimas guardan silencio, resisten. Tienen todas las formas de luchas para la resistencia, entre ellas está la literatura.

La autora en referencia a su libro e incluso a la realidad de su pueblo considera que el lenguaje de las víctimas “está roto, no saben dónde empezar y dónde acabar, están confusas, mascullan. Es un lenguaje típico del contexto palestino”.

Palestina ayer y hoy no es un detalle, mucho menos menor, y urge la comprensión del genocidio que está cometiendo el estado de Israel contra el pueblo palestino.

Simple e impersonal como el asesinato

Puesto en los zapatos Juergen Boos, el director de la Feria del Libro de Frankfurt, y compartiendo su temor de irritar al gobierno sionista de Israel, yo también habría cancelado la ceremonia programada para la entrega del premio LiBeraturpreis a la escritora palestina Adania  Shibli.

Y es que Un detalle menor, la novela de Shibli a la que se le concedió ese premio, es un documento demoledor a la hora de representar la situación del pueblo palestino bajo el régimen neocolonial israelí.

Lo curioso, o sería mejor decir lo inteligente, es que la escritora no incluye en esta obra alegatos o denuncias directas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos o contra el genocidio continuado que allí se ha estado cometiendo desde al menos 1948.

Por el contrario,  Shibli evita casi por completo todo discurso acusatorio y se concentra, con un depurado realismo, en la descripción de las más simples acciones cotidianas y en un agudo manejo de las emociones.

Dividida en dos partes, la historia transcurre también en dos momentos históricos, separados entre sí por un cuarto de siglo. En ambas partes, la narración sigue de cerca a dos únicos personajes a través de los cuales se despliega el escenario y los eventos que la integran.

En la primera parte, el narrador describe el quehacer de un oficial del ejército israelí al mando de una brigada encargada de limpiar de árabes el territorio que se les ha asignado. No hay otro foco para el narrador que no sea  este oficial cuyos soldados, en su conjunto,  forman la utilería necesaria para desplegar los movimientos de quien da las órdenes. Si la voz que narra se concentra solo en las acciones concretas, físicas del personaje es porque el mismo es incapaz de exteriorizar algún sentimiento.

De hecho, la narración se desenvuelve con una objetividad descarnada, diríase sin alma; y lo que he llamado un agudo manejo de las emociones se concreta aquí, paradójicamente, en la ausencia total de cualquier emoción. Hay, eso sí, una rutina que se despliega mecánicamente, sin juicios de valor, lo que deja de lado la aparición de cualquier emotividad. Nadie se conmueve frente a la realidad que parece haber caído del cielo como un bloque incuestionable. De modo que la ejecución final de una muchacha secuestrada y repetidamente violada se lleva a cabo, sin euforia, sin tristeza, casi sin crueldad. Un episodio propio de la ananké griega y su encarnación de lo inevitable.

Se revela así la existencia de una maquinaria autónoma que asesina, tal vez, sin sevicia, pero, igualmente, sin remordimientos.

En la segunda parte, Shibli da un giro de 180 grados y, manteniendo el esquema de un solo actante, se dedica a la descripción de una peripecia cuya parte esencial sucede en el mundo interior del personaje. En este caso, una periodista palestina que se interna en el territorio bajo control de Israel en búsqueda de información sobre la joven asesinada en la primera parte.

La narración se consume aquí en el recuento de hechos intrascendentes: desplazarse de un lugar a otro, subir o bajar del automóvil, enfrentarse a un puesto militar, preguntar una dirección, ubicarse en un mapa. Solo que, bajo el reinante estado de sitio, esas simples acciones se vuelven increíblemente complicadas, a la vez que se cargan de una impensable violencia.

Lo nuclear aquí es el torrente de emociones que invaden al personaje y que Shibli describe con una maestría capaz de transferir toda la tensión al lector. La ansiedad, el temor, la inseguridad sostienen el relato. Lo exterior solo es trascendente en cuanto provoca este torbellino interior. Un torbellino que, para no alterar el camino que la autora se ha trazado, no se cuenta nunca desde la conciencia de un colectivo, sino desde la perspectiva individual, casi como si fuera una carencia del individuo y no un asunto colectivo.

 En Un detalle menor, Adania Shibli ha encontrado una vía poderosamente original para la denuncia, sin que su discurso pierda un ápice de valor estético; uno de esos raros ejemplos en el que la literatura asume una visión política sin comprometer su capacidad creativa.

Juergen Boos sabía bien lo que hacía al censurar esta novela.

Escritores pueden optar a Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024

El Centro Nacional del Libro (Cenal) ya abrió el proceso de recepción de proyectos de escritores y escritoras venezolanos o extranjeros residenciados en el país que deseen optar a las Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024, orientadas a estimular y fomentar la producción literaria.

La recepción de los proyectos inició el 15 de junio y cerrará el 15 de agosto de 2024.

El Cenal, ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, otorgará cinco (5) becas por cada género a evaluar: Narrativa; Ensayos sobre el libro y la lectura; Biografía, testimonios y crónicas; y Literatura para niñas, niños y jóvenes.

Las obras serán recibidas vía digital a través del correo becasdeestimulo@cenal.gob.ve.

Las becas tienen una duración de seis (6) meses y el monto a recibir es de dos mil bolívares (Bs 2.000,oo).

Los proyectos de creación literaria deben ser originales e inéditos, escritos en castellano o en alguna de las lenguas originarias del país.

Pueden participar quienes no hayan sido beneficiarios de esta beca anteriormente.

Las bases completas de las Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024 y los requisitos para la recepción de las obras están disponibles en el sitio web www.cenal.gob.ve.

Leer bases AQUí

César Franco presentó “A las nubes en un velero” en la 19.ª Filven Nueva Esparta

A las nubes en un velero es un libro con 12 cuentos infantiles que le valió a su autor, César Franco, el premio de la I Bienal Nacional de Literatura Carmen Delia Bencomo en 2023.

La obra fue publicada por Monte Ávila Editores y está disponible con Librerías del Sur en las sedes de la 19.ª Filven Nueva Esparta abiertas en la plaza Luisa Cáceres de Arismendi de La Asunción y en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado de Juan Griego, donde fue presentada por César Franco.

El autor explicó que el texto trata de la vida de los niños, de la poblaciones y además refleja valores, como la amistad y la cooperación. Para ello presenta a tres niños en búsqueda de las nubes a través de un velero por el Golfo de Cariaco.

El autor indicó que también se resalta la importancia de cuidar el medio ambiente, por cuanto los personajes se preocupan por el impacto que pueden tener en el entorno natural.

“La literatura infantil es una herramienta maravillosa para estimular la mente de los pequeños”, dijo Franco Rivero, autor de poemas, cuentos, obras de teatro y cultor popular nacido en Manicuare, quien invita a fomentar el amor por la lectura desde temprana edad.

Franco fue escritor homenajeado en la 19.ª Filven Sucre y también fue ganador de la VI Bienal Cruz Salmerón Acosta, mención literatura infantil, con su poemario El cayuquito de Chucho, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana (2022).

Aprovechó la ocasión para invitar a los escritores y escritoras de Venezuela y extranjeros residenciados en el país a participar en las bienales nacionales de literatura de 2024 convocadas por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, cuyas bases están publicadas en el sitio web del Centro Nacional del Libro (Cenal): www.cenal.gob.ve.

Además, mostró su satisfacción por la celebración de la Filven, un espacio que, destacó, permiten el reencuentro en el marco del libro y la lectura.

La 19.ª Filven Nueva Esparta abrió el jueves 13 de junio y cierra este domingo 16.

Presentaron “Musas de Margarita” de Eva Cristina Franco en Filven Nueva Esparta

Eva Cristina Franco conforma junto a Pedro Perucho Aguirre y José Francisco “Chelías” Villarroel el trío de escritores homenajeados en la 19.ª Filven Nueva Esparta. Ahí se presentó su más reciente libro Musas de Margarita, publicado por Ediciones Madriguera, editorial dirigida por el también escritor merideño Ennio Tucci, invitado nacional a este encuentro con las letras instalado en la isla de Margarita, en La Asunción y Juan Griego.

Tucci, quien presentó el libro, comentó que la publicación reúne parte de un compendio de obras literarias inspiradas en las riquezas naturales, históricas y humanas que dan vida a la entidad insular.

Franco, para quien Margarita -una de las islas de Nueva Esparta- es una tierra mágica con una historia impregnada de tradiciones, llegó a esta región proveniente de Caracas hace más de veinte años.

“La vida, con sus extraños juegos y circunstancias, me trajo junto a mi familia, para bañarnos con la bendición de sus aguas, pigmentadas de historias bravías, con una belleza inigualable, que difícilmente no sean inspiración de algún verso”, señala la escritora.

En ese sentido, Franco expone en su libro parte de sus obras que han emergido en Nueva Esparta, tierra que adoptó como propia.

“Son parte de cada uno de mis latidos, que ahora comparto a través de mi sentir, para que se difumine en el mundo la grandeza de esta tierra mágica, de un pueblo valiente”, refiere.

Eva Cristina Franco, docente universitaria retirada, ha publicado también Getsemaní y el misterio del cóndor, La pluma del fantasma y otros cuentos infantiles.

Ha colaborado con la revista Matices Contraste Cultural de Margarita y otros medios. Participó en las antologías Falsaria, Perbirtud, Caracas en 100 palabras.

Sobre la Filven, destacó: “Es importante leer para compartir y seguir creando. La imaginación no tiene límites y la Filven es una puerta abierta para expresar lo que cada uno de nosotros siente”.

La 19.ª Filven Nueva Esparta estará abierta hasta este domingo 16, con el lema Leer nos reencuentra.

Reconocen legado poético y musical de Perucho Aguirre y Chelías Villarroel en la 19.ª Filven Nueva Esparta

Francisco Perucho Aguirre y José Elías “Chelía” Villarroel son dos de los homenajeados en la 19.ª Filven Nueva Esparta por sus trayectorias artísticas y sus aportes a la cultura nacional a través de las letras, la poesía y la música. Ambos recibieron un reconocimiento en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado de Juan Griego en el marco de la inauguración de este encuentro con las letras en la isla de Margarita.

Perucho Aguirre nació en el pueblo margariteño La Otra Banda, cerca de Asunción (1949). El fundador del grupo musical Collar de Perlas (1970) es considerado un símbolo de la resistencia cultural del pueblo neoespartano por su obra y amor hacia su tierra, costumbres y valores.

En esta edición regional de la Filven se encuentra su libro Cartitas de Volador bajo la edición de El perro y la rana, originalmente publicado vía digital por el Diario el Sol de Margarita con una compilación de sus artículos.

El libro de Aguirre, autor de canciones populares como El bote, El milagro de la virgen y Las tetas de María Guevara, recoge la cotidianidad de Margarita y el sentir del oriente del país con el sencillo lenguaje del poeta de pueblo.

Los textos compilados son “pequeños relatos que describen aquellos cuadros costumbristas
insulares que, narrados con el apego y el tributo a la margariteñidad, buscan la reflexión y el asomo de conciencia acerca de valores y tradiciones autóctonas, tesoros en franco deterioro con el paso de las décadas, como producto de las
inevitables ‘zona franca’ y ‘puerto libre’ que le dan vía al comercio y al turismo local”, se expone en el libro.

Homenaje a Chelías

Asimismo, se hizo reconocimiento en Juan Griego a Chelías Villarroel, conocido como el decano del folklore oriental y patrimonio cultural viviente de Venezuela, por sus cien años de vida que cumplió este año, el pasado pasado 16 de febrero. Villarroel nació en Los Millanes, municipio Marcano.

Desde joven, de forma autodidacta, el autor de El coconoto estudió arte, historia, poesía y se interesó por los cantos y la tradiciones margariteñas, especialmente el Velorio de Cruz y la décima espinela.

Junto a ellos también es homenajeada la escritora Eva Cristina Franco, quien presentó su reciente libro Musas de Margarita, publicado por Ediciones Madriguera.

La 19.ª Filven Nueva Esparta, que este año se instaló en Juan Griego, en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado, y La Asunción, plaza Luisa Cáceres de Arismendi, con el lema Leer nos reencuentra, cierra este domingo 16 de junio.