James Joyce y Walt Withman tiznados de oro negro

Un escritor venezolano metido en la voz de Oscar Lynch, un narrador irlandés, quien a su vez asume el cuerpo y la memoria de David Cody, un norteamericano. Por medio de este último somos testigos de una panoplia de historias, saberes y experiencias referidas al mundo entero como un espacio estrechamente entrelazado. Pese a la amplitud de ese espacio, algo parecido a un reflector elipsoidal proyecta un constante punto de luz sobre un lugar llamado el país del petróleo, sospechosamente parecido a Venezuela. Por si ello fuera poco, el narrador no solo aporta su propia memoria irlandesa, sino que a lo largo de todo el libro, se extiende un variado intertexto en el que concurren sin transición otro irlandés, James Joyce, y otro norteamericano, Walt Whitman.

El párrafo anterior podría ser un intento de resumir la novela Historia del señor Cody de Benito Yrady, pero se trataría, con certeza, de un intento fallido.

Al escribir Ulises, James Joyce se habrá propuesto, seguramente, lograr la novela de todas las novelas. Ese mismo objeto del deseo campea por las páginas de Historia del señor Cody y no es casual que la figura de James Joyce esté presente a lo largo del libro de Benito Yrady encarnando a ese mediador que René Girard se esforzó en describir en su libro Mentira romántica y verdad novelesca.

De allí el porqué de un narrador dublinés; del conocimiento detallado –o cuando menos bien simulado- de las más intrincadas callejuelas de Dublín; y de allí también la presencia ubicua de Joyce, presente en toda la novela de Yrady por medio de una larga lista de citas textuales.

El homenaje a Joyce, entiéndase bien, no es igual a la imitación de Joyce. Ya había establecido Girard que alcanzar el objeto del deseo implica, al mismo tiempo, la necesidad de diferenciarse del mediador. “Cuando escribo escucho su voz. No soy un plagiario, ni un untuoso intruso disfrazado de literato,” aclara asertivamente el narrador irlandés.

Joyce es aquí un paradigma cultural por cuyo medio se expresa el intento de redacción de un texto literario complejo, en su lenguaje y en sus  infinitas referencias, y que sirve, además, para construir el personaje del señor Cody, quien sufre la nostalgia de un mundo que ha perdido justo cuando se enfrenta a otra realidad, la del país del petróleo, que no termina de ensamblarse con lo que trae en su memoria.

Yrady ha escrito una novela de una originalidad inédita entre nosotros, y ello por múltiples razones. En  primer lugar porque, siguiendo seguramente su vocación de crónista, en Historia del señor Cody, se incluye, a medida que se sigue la conversación de los personajes, una mayúscula cantidad de referencias que exigen del lector un cuidadoso seguimiento para no extraviarse en la lectura. Desde los viajes de Américo Vespucci, pasando por el eterno afán independentista de Irlanda, las peripecias de Buffalo Bill en Estados Unidos; la larga dictadura del Benemérito; las cosmogonías y costumbres de los pueblos Warao y Kariña; eso y mucho, mucho más constituye la armazón memoriosa de Oscar Lynch y del señor Cody.

Hay un punto de llegada para toda esta historia, y es que Yrady le da un vuelco al modo como tradicionalmente hemos abordado la novela de tema petrolero.

Confieso que dudo en llamar a este texto novela del petróleo, dada la amplitud y multiplicidad de sus contenidos. Pero no es menos cierto que, como dije arriba, una especie de  reflector elipsoidal apunta de forma reiterada al pedazo de tierra donde se acumula el oro negro. No en balde Oscar Lynch identifica con beatífica inocencia el rol que él y el señor Cody encarnan: “Aquí el señor Cody representa intereses de los Estados Unidos de Norteamérica (…) Yo en cambio he llegado a Maracaibo por la corona inglesa”.

Yrady ha creado dos personajes cuya complejidad anímica se aleja del esquematismo con el que se solía representar a los extranjeros en novelas de tema petrolero; además de disponer que sea uno de ellos quien narre la historia en primera persona.

Una propuesta novedosa merecedora de un extenso análisis que excede, con creces, las posibilidades de esta página.

El escandaloso silencio del crimen

Es antigua la táctica de negar la existencia y resistencia de un pueblo, advierte en un reportaje que publicó hace 50 años Rodolfo Walsh bajo el tituló “La revolución palestina” y comienza así: “Tres millones de palestinos despojados de su patria cuestionan todo arreglo de paz en Medio Oriente”.

Walsh expone en los primeros párrafos la declaración de quien fuera primera ministra de Israel, Golda Meir: “¿Palestinos? No sé lo que es eso”, para dar a conocer “la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia, Vietnam, colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de liberación”.

Parece Un detalle menor, como el título de la novela de la escritora palestina Adania Shibli, hace 50 años nació en Galilea. En 2023 debió recibir en la 75ª Feria del Libro de Fráncfort el premio LiBeraturpreis, pero fue censurada. Detalles a tomar en cuenta.

El eufemismo que utilizan los medios hegemónicos es que está “postergada” la ceremonia, solo que hasta ahora no hay fecha para la entrega del premio.

La autora descree de todos aquellos que están al frente —y detrás— de la organización del premio literario. “Quizás se pueda celebrar la ceremonia de entrega en el futuro. Quizás están esperando a que el libro se haga mejor con el tiempo”, declaró a la prensa durante la reciente Feria del Libro de Madrid.

El uso del lenguaje no ha cambiado y la historia del crimen contra el pueblo palestino no empezó ayer, como quieren hacer parecer. Shibli se hace las mismas preguntas en su novela y saca a relucir la violación y asesinato de una muchacha palestina por soldados israelís durante la ocupación en 1949.

Un detalle menor es la reconstrucción a partir de las nuevas situaciones que no son tan novísimas, pero que el vértigo que han impuesto las nuevas redes de comunicación ha logrado poner la mirada sobre los intereses de los grandes capitales.

Los crímenes son atroces y no merecen comparación, pero tampoco hay canciones al estilo de “We are the world, we are the children”, para las niñas y niños asesinados en Gaza por los ataques militares de Israel. El silencio mundial es escandaloso.

El libro de Shibli usa el lenguaje del colonizador como forma de denuncia para mostrar que los palestinos son tratados como animales, que deben ser eliminados del territorio que los sionistas ocupan con violencia militar.

Ella, el personaje, es palestina. Sus recuerdos se han desdibujados y busca respuestas en un tiempo en que todo es confuso o nos quieren hacer parecer que son otros tiempos y que ha cambiado. Todo comienza por un detalle menor, por lo que parece cotidiano, lo que sorprende y le hace evocar una historia, replantear en su memoria una geografía que ahora es tierra ajena, militarizada. 

Debe vivir y sobrevivir a un aparato político que no comprende porque la anula. Necesita desplazarse, apartar miedos, dudas e indagar.

No es una historia de ciencia ficción pero me lleva a las palabras de uno de los autores fundamentales del género, Philip K. Dick: “Estoy seguro de que no me creen, y de que tampoco creen que creo en lo que afirmo. Son libres de creerme o no, pero al menos crean esto: no estoy bromeando”.

Pensemos por un momento en una ucronía —así como en El hombre en el castillo, de P. K. Dick—, que en vez de entregar a Israel las tierras de Palestina prosperó la tesis de Joseph Otmar Hefter y a los judíos se les dio “un territorio entre la Guyana Británica, Venezuela y Brasil”, es decir, nuestra Guayana Esequiba. 

Los colonizadores se imponen a sangre y muerte. El lenguaje se expresa con la fuerza de sus fusiles y cañones. Las víctimas guardan silencio, resisten. Tienen todas las formas de luchas para la resistencia, entre ellas está la literatura.

La autora en referencia a su libro e incluso a la realidad de su pueblo considera que el lenguaje de las víctimas “está roto, no saben dónde empezar y dónde acabar, están confusas, mascullan. Es un lenguaje típico del contexto palestino”.

Palestina ayer y hoy no es un detalle, mucho menos menor, y urge la comprensión del genocidio que está cometiendo el estado de Israel contra el pueblo palestino.

Simple e impersonal como el asesinato

Puesto en los zapatos Juergen Boos, el director de la Feria del Libro de Frankfurt, y compartiendo su temor de irritar al gobierno sionista de Israel, yo también habría cancelado la ceremonia programada para la entrega del premio LiBeraturpreis a la escritora palestina Adania  Shibli.

Y es que Un detalle menor, la novela de Shibli a la que se le concedió ese premio, es un documento demoledor a la hora de representar la situación del pueblo palestino bajo el régimen neocolonial israelí.

Lo curioso, o sería mejor decir lo inteligente, es que la escritora no incluye en esta obra alegatos o denuncias directas contra la ocupación israelí de los territorios palestinos o contra el genocidio continuado que allí se ha estado cometiendo desde al menos 1948.

Por el contrario,  Shibli evita casi por completo todo discurso acusatorio y se concentra, con un depurado realismo, en la descripción de las más simples acciones cotidianas y en un agudo manejo de las emociones.

Dividida en dos partes, la historia transcurre también en dos momentos históricos, separados entre sí por un cuarto de siglo. En ambas partes, la narración sigue de cerca a dos únicos personajes a través de los cuales se despliega el escenario y los eventos que la integran.

En la primera parte, el narrador describe el quehacer de un oficial del ejército israelí al mando de una brigada encargada de limpiar de árabes el territorio que se les ha asignado. No hay otro foco para el narrador que no sea  este oficial cuyos soldados, en su conjunto,  forman la utilería necesaria para desplegar los movimientos de quien da las órdenes. Si la voz que narra se concentra solo en las acciones concretas, físicas del personaje es porque el mismo es incapaz de exteriorizar algún sentimiento.

De hecho, la narración se desenvuelve con una objetividad descarnada, diríase sin alma; y lo que he llamado un agudo manejo de las emociones se concreta aquí, paradójicamente, en la ausencia total de cualquier emoción. Hay, eso sí, una rutina que se despliega mecánicamente, sin juicios de valor, lo que deja de lado la aparición de cualquier emotividad. Nadie se conmueve frente a la realidad que parece haber caído del cielo como un bloque incuestionable. De modo que la ejecución final de una muchacha secuestrada y repetidamente violada se lleva a cabo, sin euforia, sin tristeza, casi sin crueldad. Un episodio propio de la ananké griega y su encarnación de lo inevitable.

Se revela así la existencia de una maquinaria autónoma que asesina, tal vez, sin sevicia, pero, igualmente, sin remordimientos.

En la segunda parte, Shibli da un giro de 180 grados y, manteniendo el esquema de un solo actante, se dedica a la descripción de una peripecia cuya parte esencial sucede en el mundo interior del personaje. En este caso, una periodista palestina que se interna en el territorio bajo control de Israel en búsqueda de información sobre la joven asesinada en la primera parte.

La narración se consume aquí en el recuento de hechos intrascendentes: desplazarse de un lugar a otro, subir o bajar del automóvil, enfrentarse a un puesto militar, preguntar una dirección, ubicarse en un mapa. Solo que, bajo el reinante estado de sitio, esas simples acciones se vuelven increíblemente complicadas, a la vez que se cargan de una impensable violencia.

Lo nuclear aquí es el torrente de emociones que invaden al personaje y que Shibli describe con una maestría capaz de transferir toda la tensión al lector. La ansiedad, el temor, la inseguridad sostienen el relato. Lo exterior solo es trascendente en cuanto provoca este torbellino interior. Un torbellino que, para no alterar el camino que la autora se ha trazado, no se cuenta nunca desde la conciencia de un colectivo, sino desde la perspectiva individual, casi como si fuera una carencia del individuo y no un asunto colectivo.

 En Un detalle menor, Adania Shibli ha encontrado una vía poderosamente original para la denuncia, sin que su discurso pierda un ápice de valor estético; uno de esos raros ejemplos en el que la literatura asume una visión política sin comprometer su capacidad creativa.

Juergen Boos sabía bien lo que hacía al censurar esta novela.

Escritores pueden optar a Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024

El Centro Nacional del Libro (Cenal) ya abrió el proceso de recepción de proyectos de escritores y escritoras venezolanos o extranjeros residenciados en el país que deseen optar a las Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024, orientadas a estimular y fomentar la producción literaria.

La recepción de los proyectos inició el 15 de junio y cerrará el 15 de agosto de 2024.

El Cenal, ente adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, otorgará cinco (5) becas por cada género a evaluar: Narrativa; Ensayos sobre el libro y la lectura; Biografía, testimonios y crónicas; y Literatura para niñas, niños y jóvenes.

Las obras serán recibidas vía digital a través del correo becasdeestimulo@cenal.gob.ve.

Las becas tienen una duración de seis (6) meses y el monto a recibir es de dos mil bolívares (Bs 2.000,oo).

Los proyectos de creación literaria deben ser originales e inéditos, escritos en castellano o en alguna de las lenguas originarias del país.

Pueden participar quienes no hayan sido beneficiarios de esta beca anteriormente.

Las bases completas de las Becas de Estímulo a la Creación Literaria 2024 y los requisitos para la recepción de las obras están disponibles en el sitio web www.cenal.gob.ve.

Leer bases AQUí

César Franco presentó “A las nubes en un velero” en la 19.ª Filven Nueva Esparta

A las nubes en un velero es un libro con 12 cuentos infantiles que le valió a su autor, César Franco, el premio de la I Bienal Nacional de Literatura Carmen Delia Bencomo en 2023.

La obra fue publicada por Monte Ávila Editores y está disponible con Librerías del Sur en las sedes de la 19.ª Filven Nueva Esparta abiertas en la plaza Luisa Cáceres de Arismendi de La Asunción y en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado de Juan Griego, donde fue presentada por César Franco.

El autor explicó que el texto trata de la vida de los niños, de la poblaciones y además refleja valores, como la amistad y la cooperación. Para ello presenta a tres niños en búsqueda de las nubes a través de un velero por el Golfo de Cariaco.

El autor indicó que también se resalta la importancia de cuidar el medio ambiente, por cuanto los personajes se preocupan por el impacto que pueden tener en el entorno natural.

“La literatura infantil es una herramienta maravillosa para estimular la mente de los pequeños”, dijo Franco Rivero, autor de poemas, cuentos, obras de teatro y cultor popular nacido en Manicuare, quien invita a fomentar el amor por la lectura desde temprana edad.

Franco fue escritor homenajeado en la 19.ª Filven Sucre y también fue ganador de la VI Bienal Cruz Salmerón Acosta, mención literatura infantil, con su poemario El cayuquito de Chucho, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana (2022).

Aprovechó la ocasión para invitar a los escritores y escritoras de Venezuela y extranjeros residenciados en el país a participar en las bienales nacionales de literatura de 2024 convocadas por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, cuyas bases están publicadas en el sitio web del Centro Nacional del Libro (Cenal): www.cenal.gob.ve.

Además, mostró su satisfacción por la celebración de la Filven, un espacio que, destacó, permiten el reencuentro en el marco del libro y la lectura.

La 19.ª Filven Nueva Esparta abrió el jueves 13 de junio y cierra este domingo 16.

Presentaron “Musas de Margarita” de Eva Cristina Franco en Filven Nueva Esparta

Eva Cristina Franco conforma junto a Pedro Perucho Aguirre y José Francisco “Chelías” Villarroel el trío de escritores homenajeados en la 19.ª Filven Nueva Esparta. Ahí se presentó su más reciente libro Musas de Margarita, publicado por Ediciones Madriguera, editorial dirigida por el también escritor merideño Ennio Tucci, invitado nacional a este encuentro con las letras instalado en la isla de Margarita, en La Asunción y Juan Griego.

Tucci, quien presentó el libro, comentó que la publicación reúne parte de un compendio de obras literarias inspiradas en las riquezas naturales, históricas y humanas que dan vida a la entidad insular.

Franco, para quien Margarita -una de las islas de Nueva Esparta- es una tierra mágica con una historia impregnada de tradiciones, llegó a esta región proveniente de Caracas hace más de veinte años.

“La vida, con sus extraños juegos y circunstancias, me trajo junto a mi familia, para bañarnos con la bendición de sus aguas, pigmentadas de historias bravías, con una belleza inigualable, que difícilmente no sean inspiración de algún verso”, señala la escritora.

En ese sentido, Franco expone en su libro parte de sus obras que han emergido en Nueva Esparta, tierra que adoptó como propia.

“Son parte de cada uno de mis latidos, que ahora comparto a través de mi sentir, para que se difumine en el mundo la grandeza de esta tierra mágica, de un pueblo valiente”, refiere.

Eva Cristina Franco, docente universitaria retirada, ha publicado también Getsemaní y el misterio del cóndor, La pluma del fantasma y otros cuentos infantiles.

Ha colaborado con la revista Matices Contraste Cultural de Margarita y otros medios. Participó en las antologías Falsaria, Perbirtud, Caracas en 100 palabras.

Sobre la Filven, destacó: “Es importante leer para compartir y seguir creando. La imaginación no tiene límites y la Filven es una puerta abierta para expresar lo que cada uno de nosotros siente”.

La 19.ª Filven Nueva Esparta estará abierta hasta este domingo 16, con el lema Leer nos reencuentra.

Reconocen legado poético y musical de Perucho Aguirre y Chelías Villarroel en la 19.ª Filven Nueva Esparta

Francisco Perucho Aguirre y José Elías “Chelía” Villarroel son dos de los homenajeados en la 19.ª Filven Nueva Esparta por sus trayectorias artísticas y sus aportes a la cultura nacional a través de las letras, la poesía y la música. Ambos recibieron un reconocimiento en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado de Juan Griego en el marco de la inauguración de este encuentro con las letras en la isla de Margarita.

Perucho Aguirre nació en el pueblo margariteño La Otra Banda, cerca de Asunción (1949). El fundador del grupo musical Collar de Perlas (1970) es considerado un símbolo de la resistencia cultural del pueblo neoespartano por su obra y amor hacia su tierra, costumbres y valores.

En esta edición regional de la Filven se encuentra su libro Cartitas de Volador bajo la edición de El perro y la rana, originalmente publicado vía digital por el Diario el Sol de Margarita con una compilación de sus artículos.

El libro de Aguirre, autor de canciones populares como El bote, El milagro de la virgen y Las tetas de María Guevara, recoge la cotidianidad de Margarita y el sentir del oriente del país con el sencillo lenguaje del poeta de pueblo.

Los textos compilados son “pequeños relatos que describen aquellos cuadros costumbristas
insulares que, narrados con el apego y el tributo a la margariteñidad, buscan la reflexión y el asomo de conciencia acerca de valores y tradiciones autóctonas, tesoros en franco deterioro con el paso de las décadas, como producto de las
inevitables ‘zona franca’ y ‘puerto libre’ que le dan vía al comercio y al turismo local”, se expone en el libro.

Homenaje a Chelías

Asimismo, se hizo reconocimiento en Juan Griego a Chelías Villarroel, conocido como el decano del folklore oriental y patrimonio cultural viviente de Venezuela, por sus cien años de vida que cumplió este año, el pasado pasado 16 de febrero. Villarroel nació en Los Millanes, municipio Marcano.

Desde joven, de forma autodidacta, el autor de El coconoto estudió arte, historia, poesía y se interesó por los cantos y la tradiciones margariteñas, especialmente el Velorio de Cruz y la décima espinela.

Junto a ellos también es homenajeada la escritora Eva Cristina Franco, quien presentó su reciente libro Musas de Margarita, publicado por Ediciones Madriguera.

La 19.ª Filven Nueva Esparta, que este año se instaló en Juan Griego, en el Complejo Cultural Francisco Larez Granado, y La Asunción, plaza Luisa Cáceres de Arismendi, con el lema Leer nos reencuentra, cierra este domingo 16 de junio.

Biografías que alumbran con luz propia

Las biografías nos permiten acercarnos a personajes para comprender ciertos momentos históricos a la luz de su protagonismo. Las hay de todo tipo y no existe una forma exclusiva, narrativamente hablando, de escribirlas. 

Existen obras de ficción sobre ciertos personajes históricos que dicen mucho más que cualquier biografía. Pondremos por caso tan solo la obra de teatro Galileo Galilei, de Bertolt Brecht, solo que se cuenta una parte de la vida de este inventor y astrónomo. Al fin de cuentas, podemos excusar al autor; es una obra dramática.

Entre las lecturas por las que guardo predilección están las novelas. La ficción, las historias o la forma en que están escritas son determinantes para adentrarnos en otras vidas, imaginarias o no. Fue así como llegué a Giordano Bruno, que forma parte —como teoría o tesis— de esos mundos paralelos o infinitos en la novela Un hombre en la oscuridad, de Paul Auster.

Busqué una biografía sobre este personaje histórico que intentó eludir a la Inquisición y conseguí Giordano Bruno, el hereje impenitente, de Michael White. Con esta, no solo puedes adentrarte en la vida del monje sino en cómo el conocimiento sobre la Tierra y el universo tomó otra visión debido a que las élites políticas y religiosas —católicas, para ser precisos— tomaron posturas en favor de la tesis geocentrista de Aristóteles.

Similar lectura tuve con Maja mía, la biografía que el periodista Ernesto Villegas Poljak escribió sobre su madre a propósito de cumplirse este año, el 12 de marzo, el centenario de su nacimiento. 

Digo similar porque a través de la vida de Maja Poljak, Villegas hace un contexto, pormenorizado, del tiempo que le tocó vivir a su madre y, con ella, a la humanidad, en primera instancia, por los crímenes que se llevaron a cabo con la II Guerra Mundial, los antecedentes tanto de croatas, como yugoslavos y alemanes. La migración de estos últimos a Venezuela en el siglo XIX y XX y su participación con el partido Nazi.

Todo lo relatado está fielmente referido con fuentes que buscó en periódicos y libros, impresos y digitales. Cada dato y posiciones políticas son el retrato de una época que cruza con los cumpleaños de Maja, Yanka, la hermana menor, o de su madre Klara.

No escatima en colocar los escritos de Maja publicados bajo el seudónimo de María Vera en el semanario Aquí está, órgano propagandístico del Partido Comunista en la década de los 40. Allí  publicó los avances de la URSS y aliados sobre el fascismo en Europa y parecía que escribía desde el lugar de los acontecimientos. 

El biógrafo retrata en esta obra a su madre con su brillo de luz propia como militante comunista y periodista forjada en las salas de redacción. También aparece retratado su padre Cruz Villegas con sus posiciones políticas, su militancia y el humor característico de estas tierras.

Ernesto Villegas Poljak considera que lo que mejor lo define es la palabra periodista. Así se presenta en privado, en público y en los libros que ha publicado. Considera que la de escritor no le calza porque hace periodismo a través de entrevistas, crónicas y reportajes.

Sin embargo, quien escribe biografías desde el ámbito del periodismo incursiona en el género periodismo literario. Lo literario estriba esencialmente en que se usan las técnicas narrativas, que también comparte con el periodismo. Es una “invitación hecha al escritor para que abrace la fascinante tarea de perpetuar los recuerdos y la trayectoria de un personaje famoso o anónimo”, plantea el periodista brasileño Francisco de Assis, en un ensayo publicado en la revista Quórum académico de la Universidad del Zulia.

La biografía es la “parte del periodismo literario que trata de la narrativa sobre un determinado personaje. El es el hilo conductor de toda la trama. Los sucesos, por más importantes que sean, son apenas satélites. Todo gira en torno de la historia de una vida”, afirma Felipe Pena.

Sin embargo, sin teorizar, Ernesto Villegas Poljak con su biografía Maja mía,  confirma que a través de la vida de su madre, los “satélites” son fundamentales para entender pasado, presente y futuro de la humanidad.

Crónica de todos los tiempos

En Maja mía, Ernesto Villegas cuenta la historia de una migración que puede ser leída tanto desde la experiencia individual, como la de un colectivo nacional o, incluso, la de la humanidad entera.

Se migra casi siempre por necesidad. Atrás queda una rémora de recuerdos que se niegan a desaparecer puesto que, alcanzada cierta edad, el lugar de nacimiento se hace parte esencial de la psiquis del individuo. Allí permanece como un sustrato inamovible, incluso si el resto de su vida transcurre muy lejos del lugar de origen. Esa añoranza, paradójicamente, no obstaculiza la capacidad de compenetrarse en profundidad con un nuevo entorno físico y cultural.

Sucede así con Maja Poljak, madre del autor de este libro, de quien se narra la odisea que la llevó de su Croacia natal hasta Venezuela. Aquí se involucra en el devenir político del país con un compromiso poco común entre los inmigrantes. A pesar de ello, cíclicamente el narrador describe lo que podría equipararse con un brote de nostalgia, el interés por un presente que ocurre en otro lugar. El ciclo se cierra mucho tiempo después con un viaje a la Croacia de origen, como quien recoge los pasos antes de la transición definitiva.

Frente a un libro como Maja mía, es normal que el lector se disponga a abordar una crónica familiar con los detalles, a la vez curiosos y conocidos, propios de ese tipo de crónica; es decir, una saga familiar contada desde el apego y la pertenencia.

Pues no, junto a lo familiar teñido de afecto, Villegas ha trazado un fresco que desborda con creces ese espacio inicial y esperable. Lo que ha hecho es, simplemente, insertar a sus ancestros en el contexto histórico de cada etapa de sus vidas.

Lo de “simplemente” es pura ironía. No hay nada simple en la enorme investigación que respalda el libro de Villegas; una extraordinaria panorámica del siglo XX y los primeros años del XXI que desborda información y análisis sobre los hechos centrales de ese lapso de tiempo.

En paralelo al devenir de bisabuelos, abuelos y padres, el autor se pasea, con conocimiento de causa, por un largo período histórico que va desde los acontecimientos que en Europa dieron paso al nazismo y la segunda guerra mundial, pasando por la conflictividad partidista de la Venezuela de Medina Angarita, hasta hechos aún tan actuales como la disputa por el territorio esequibo.

El mérito primordial de Villegas reside en el armado de esa especie de rompecabezas en el podría convertirse el amplio material historiográfico manejado en paralelo con la historia familiar. La imbricación de ambas narrativas se resuelve gracias a la estrategia del narrador de asociar en cada capítulo pequeños, y no tan pequeños, eventos familiares con los macro eventos históricos como si fueran un solo.

Así, por ejemplo, los capítulos comienzan siempre con algún hecho familiar —un traslado a otra ubicación, un cumpleaños, el inicio de una nueva actividad laboral— lo que establece una concatenación con los eventos macros desplegados como un escenario en el que discurre el devenir de los personajes familiares.

A pesar del rigor del discurso histórico, Villegas no pierde en ningún momento un tono narrativo, cuasi novelesco, reforzado por el uso de un narrador mayormente en tercera persona, lo que promueve un necesario distanciamiento de la voz que narra con el acontecer de esos personajes que son su familia más cercana.

Solo en la última parte del libro el Villegas narrador se permite aparecer abiertamente como personaje. Esta última parte se torna más intimista, más concentrada en lo familiar. Se trata de un homenaje final antes de encarar la muerte de quienes hasta ahora han sido caracteres a quienes la cotidianidad tocaba solo tangencialmente, tan involucrados estaban en la dimensión macro de la historia.

Así pues, Maja mia puede ser leído desde la intrahistoria de una familia cuyo destino estuvo marcado por la actividad política y las consecuencias propias de esa militancia; o como una revisión de las grandes ocurrencias marciales y políticas del Siglo XX, en Europa y en Venezuela. Aunque, a decir verdad, resulta casi imposible, además de poco provechoso, separar un ámbito del otro.

Alexis Fernández presentó “Relámpago del Sur” en Filven Zulia

El escritor regional homenajeado de la 19° Filven Zulia , Alexis Fernández, presentó este jueves su obra Relámpago del Sur, en la que a través de su voz poética concita a los artistas Ángel Peña, Ender Cepeda, Luis Cuevas, Nubardo Coy, Hilario Atienzo, Edgar Queipo para rendir homenaje al relámpago del Catatumbo,
fenómeno meteorológico que se desarrolla en la cuenca del lago de Maracaibo, principalmente en la zona sur y en la cuenca del río Catatumbo.

Al concierto de voces y trazos en acrílicos, tizas de colores y propuestas digitales que enaltecen este singular homenaje se suman un repertorio de fotografías memorables, que vienen a enaltecer este inusitado pentagrama, que se convierte en un aporte poético y visual en la reconstrucción de uno de nuestros más notables patrimonios naturales.

Los textos se multiplican al estar traducidos al
wuayunaiki por el antropólogo wayúu José Ángel Fernández Uliana y al inglés por el biólogo e historiador zuliano Ángel Luis Viloria, voces que hacen de este libro una singular edición trilingüe ilustrada por reconocidos artistas de la plástica nacional, donde conjugan maestría y esplendor, figuración y simbolismo que recrean la belleza y el misterio del Relámpago del Catatumbo.

Un fenómeno natural que ostenta el Récord Guinness por poseer el “Mayor Promedio Mundial de Relámpagos por kilómetro cuadrado al año”: 250 relámpagos por km2.

Esta fiesta literaria continúa durante todo este fin de semana, en la que los zulianos pueden disfrutar de novedades literarias, presentaciones de libros, charlas, conferencias, talleres, representaciones teatrales, conciertos, recitales de poesía, exposiciones de arte y mucho más, en un horario de 10 de la mañana a seis y 45 de la tarde.

La cita es en los espacios de Pdvsa La Estancia, en Maracaibo.