Pérez Issa: El Caracazo aceleró el proceso conspirativo dentro de las Fuerzas Armadas

Entrevista

Pérez Issa: El Caracazo aceleró el proceso conspirativo dentro de las Fuerzas Armadas

Caracas, 28/2/2017. Prensa Cenal.- En conmemoración de los 28 años del alzamiento popular de 27 de Febrero de 1989, nos propusimos entrevistar a algunas personalidades que participaron en esos acontecimientos y sus consecuencias posteriores. Uno de ellos es el Coronel Gustavo Pérez Issa, un tipo demás de caraqueño, perteneciente al grupo de militares que desde finales de los años 70 y principios de los años 80 del siglo XX fueron conformando el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200) que conoceríamos en la insurrección cívico militar del 4 de Febrero de 1992, hecho fuertemente motorizado por los sucesos ocurridos en febrero de 1989, denominados posteriormente como El Caracazo.

En tiempos de asedio imperial, escasez inducida, acaparamiento de productos básicos y especulación delincuencial, empieza la conversación ofreciéndonos un café, lo que deja ver que esa costumbre del “Arañero de Sabaneta” no le es ajena a ninguno de sus allegados, o por lo menos no a él.

Fue compañero de estudios del Comandante Chávez en la Academia Militar y es conocedor de muchas anécdotas de quien luego fuera Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela. Nos cuenta que empezó a conocer a Hugo cuando un día lo invitó a una fiesta y este le confesó que no podía ir por no tener dinero; a la pregunta de “¿Cómo que no tienes dinero si acabamos de cobrar?”, Chávez le respondió: “Todo lo que gano se lo envío a la familia de un compañero, su padre es diabético y le acaban de amputar ambas piernas”. Esa fue la primera referencia para Pérez Issa de que el barinés no era un tipo cualquiera.

Del 27F al 4F

Para finales de los años 80 del siglo pasado las condiciones de la mayor parte de la población venezolana iban desde la pobreza relativa hasta la pobreza extrema; más de 30 años de gobiernos puntofijistas y cerca de 60 años de dictaduras corporativas por parte transnacionales petroleras habían llevado a estos resultados desastrosos.

En diciembre del año 88 gana las elecciones Carlos Andrés Pérez, quien había sido presidente del país en los años 70, cuando la supuesta nacionalización de la industria petrolera nos vendió el espejismo del florecimiento económico e instauró el vicio del “está barato, dame dos” de la clase media citadina. Sin embargo, ese no era el escenario de la segunda presidencia pues los beneficios de la tan cacareada nacionalización ya se habían desvanecido entre la estatización de la deuda privada adquirida por el parasitaje empresarial nacional y la corruptela desmedida de todos los sectores que manejaban el poder en el país.

La miseria impuesta a la mayor parte de la población era insostenible en las principales ciudades y el caldo de cultivo para un estallido social estaba en pleno desarrollo. La profecía de Orlando Araujo en su libro Venezuela Violenta, escrito 21 años antes, estaba a punto de cumplirse: los cerros de Caracas bajarían para arrasar todo a su paso.

Ante lo descrito anteriormente, surge la pregunta de cómo era la situación entonces dentro de las Fuerzas Armadas de la época. Nos cuenta el Coronel que el ambiente en los cuarteles en los años 80 era de intenso debate entre los militares. La descomposición del poder político era palpado por cada oficial; les tocó vivir los tiempos de las secretarias presidenciales y el uso de los militares para resguardar los fraudes electorales, como los que se cometieron en las primeras elecciones de alcaldes, cuando Enrique Mendoza y el partido COPEI ya llevaban las urnas electorales llenas de votos aun cuando las elecciones serían varios días después. Por este hecho Pérez Issa ordenó al entonces Subteniente Eliécer Otaiza Castillo la detención del candidato Mendoza dentro de un baño. Esa era la realidad previa a los sucesos del 4 de Febrero de 1992.

El Mayor Pérez Issa es un profundo conocedor de los intríngulis del 4 de Febrero, las delaciones y rajaduras, el conocimiento exacto de las ambiciones personales de quienes luego comandaron el alzamiento del 27 de Noviembre y se negaban a reconocer el liderazgo del Comandante Chávez, historia suficiente para escribir libros, novelas y hacer películas.

A través de un ejemplo lapidario nos describió el profundo desagrado que había dentro de las Fuerzas Armadas de esa época por el entreguismo de los políticos hacia el imperio.

– Mire, si Rafael Caldera, Jaime Lusinchi o Carlos Andrés Pérez decían “Voy hacer el ferrocarril” no los llamaba el presidente de los Estados Unidos o su embajador, los llamaba el gerente de la Ford en Venezuela y les decía “Les ordeno que no hagan el ferrocarril” y de aquí para allá la respuesta era “Sí, mi patroncito”. Así era el entreguismo y eso lo veíamos a lo interno del Ejército, ellos eran unos serviles de los Estados Unidos.

– ¿Esos mismos entreguistas son los sujetos que ordenaron la masacre del Caracazo porque no pudieron controlar al pueblo alzado?

– Yo estaba encargado de llevar el conteo de los muertos de esos días y cuando a mí me ordenaron detenerme, ya llevábamos cuatro mil setecientos muertos. Fue una mortandad, cuando la policía no pudo detener al pueblo, la burguesía a través de los políticos le ordenó a las Fuerzas Armadas llevar a cabo la operación Ávila y quienes ejecutaron esa operación estaban entrenados para el combate, no para el orden público. El General Heinz Arpúrua nos ordenó a 14 mayores montarnos en los edificios del Valle para que le disparáramos a la gente y la orden fue “Mañana van a cazar marginales”. Así pensaban de la gente que se alzó aquel febrero del 89. Nosotros estuvimos disparando al aire porque después venía un coronel a revisarnos los fusiles para ver si habíamos disparado.

Y como por ahí dicen “de qué sirve echarle cuento al que sabe de historias”, le pedimos a Pérez Issa que nos hablara del asesinato de Felipe Acosta Carles en los sangrientos y aciagos días de 1989.

– Felipe Antonio Acosta Carles era el jefe de Servicio de la Academia Militar, ese día le quitaron la guardia y lo mandaron para El Valle, para Las Mayas. Se dice, y yo creo que fue así, que a él lo mato la DISIP (Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención) de esa época. A mí me toco informarle a Chávez porque él estaba enfermo, estaba de reposo, eso fue como si le hubiese dado un infarto a Chávez, muy doloroso. Esa masacre duro tres días, nos mandaron a asesinar; claro te decían “a controlar” pero la orden era asesinar, cazar marginales. Ahora imagínese, el himno de nuestro ejército dice “nuestra sangre es la savia del pueblo”; nos dieron la orden de matar a nuestra sangre. Todo esto encendió aún más el debate dentro de las Fuerzas Armadas. Y mientras eso sucedía, la mayor preocupación de Carlos Andrés Pérez era qué iba a pensar George Bush padre, presidente de Estados Unidos para ese momento.

– ¿Cual sería según usted la razón o las razones del estallido social del 27 de Febrero de 1989?

– El 27 de Febrero la gente salió por arrechera, eso se venía acumulando y el paquetazo de Carlos Andrés fue el disparador, todo lo aumentaron de manera desmedida. De lo que no hay duda es de que El Caracazo aceleró el proceso conspirativo dentro de las Fuerzas Armadas.

La unión cívico militar

Los medios y políticos de la época vendieron el relato de que los alzados en armas en las insurrecciones cívico militares de 1992 eran aventureros, cara pintadas, gorilas, remanentes de la cultura caudillista del siglo XIX, pichones de dictadores; en fin, no se midieron a la hora de emitir calificativos en contra de los alzados en armas pero la realidad es que los protagonistas de esta etapa de nuestra historia son los primeros oficiales militares profesionales con dos y tres carreras universitarias, sus superiores los llamaban de forma despectiva “los humanistas”. Incluso les correspondió inaugurar la cátedra de liderazgo, les tocó formar a los subtenientes, tenientes, capitanes y mayores que luego comandarían a la tropa aquella madrugada de parto del 4 de Febrero de 1992. Y es en este punto, como quien no quiere la cosa, que el Coronel Pérez Issa deja caer esta contundente afirmación:

– Algo a destacar es que los todos comandantes del 4 de Febrero éramos los primeros de nuestra promoción, todos los oficiales alzados en esa fecha teníamos la mayor ascendencia en la tropa. Además teníamos una concepción de la realidad y de la geopolítica muy bien establecida tras largas discusiones entre nosotros. Incluso subtenientes para ese momento como Eliécer Otaiza eran sujetos muy formados, muy preparados. Por eso nuestras diferencias con la izquierda y el cómo hacer las cosas eran evidentes. Ellos hablaban de la Revolución Cubana o de la gran marcha de Mao, es decir, desde la periferia hacia la capital pero aquí eso no aplicaba, aquí no existía el campesinado; en los pueblos ya no hay población, aquí el caldo de cultivo no es el campo. El ejemplo era Puerto Páez, donde yo comandé cuando era capitán, tenía 523 habitantes y mas de un millón veintitrés mil hectáreas de territorio. El caldo de cultivo no eran las universidades tampoco, hay muchos sifrinos. Ahora, ¿cómo pensábamos nosotros? Bueno, ¿quienes servían en Venezuela?, ¿quiénes pagaban servicio militar? Los pobres, ¿y de dónde venían?, de los barrios de Caracas y las principales ciudades del país. Ahí esta el caldo de cultivo, o sea que donde había que conspirar era en los cuarteles. Nosotros éramos líderes naturales, es por eso la efervescencia de la tropa en esa fecha, pero no así la izquierda, quienes eran los encargados de la parte civil. El 4 de Febrero no hubo unión cívico-militar por 3 razones: uno, estaba aún muy viva la brutal represión del Caracazo; dos, las diferencias que teníamos con ellos (la izquierda) pues no reconocían al Comandante Chávez. Pablo Medina y Andrés Velásquez son unos de muchos, ellos tenían sus propias ambiciones, ellos se comprometieron y después no salieron ni el 4 de Febrero ni el 27 de Noviembre. Y tres, porque ellos en verdad no tenían liderazgo real sobre la población.

Muchos años después y más chavista que nunca, nos cuenta sobre su paso por el gobierno del Comandante Chávez:

– Fui responsable de la salida de la meritocracia de PDVSA (Petróleos de Venezuela) porque me correspondió ser el gerente corporativo de la Gerencia de Protección y Control de Pérdidas (PCP). Boté a 19 mil conspiradores y luego de que eso nos costó un golpe de Estado, volvieron a meter a 7 mil de los que ya habíamos botado, de los que pararon la empresa. Yo me fui y le dije a Chávez “Yo me voy, yo no trabajo así; cuando sea de echar tiros, me llamas”.

Antes de irnos nos lleva a ver un cuadro que atesora, uno que pintó el Comandante Chávez mientras estaba en prisión. El cuadro es de Ezequiel Zamora, una de las tres raíces del MBR200:

– Este cuadro no lo vendo ni por todo el dinero del mundo.

En tiempos en donde el enemigo pretende derrotarnos arrebatándonos el poco don de gente que nos queda y donde nos han hecho creer que en medio de esta guerra todo, absolutamente todo es corruptible, comprable y vendible, esta afirmación de no vender esa pintura es un poco de agua fresca para poder aguantar el camino que nos toca andar todavía.

Cuadro-Zamora-Chavez 012

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