Petróleo, la voz oscura de fondo

El petróleo fluye bajo cada párrafo de Voces de fondo, de María Elvira González Llovera. Para aclarar desde el principio por donde va el cuento, el mene aparece ya en el epígrafe de la novela, mancha de negro no pocas de sus páginas, y queda claro, antes de terminar, que es causa última de los eventos que en ella se cuentan.

La autora se ha propuesto unificar dos sucesos claves del siglo XX venezolano. Dos acontecimientos que, si se juzgan por las tendencias políticas en ellos involucradas, podrían verse como separados y casi que opuestos en sus motivaciones: uno, el golpe de estado contra Isaías Médina Angarita, en 1945; el otro, el ejecutado contra Rómulo Gallegos, en 1948. Voces de fondo, en cambio, unifica ambos sucesos y construye una historia impulsada por la capacidad combustible del petróleo.

El mene, pues, ocupa un lugar central en las páginas de esta novela; es el poder en la sombra que todo lo decide y cuya presencia la narradora actualiza periódicamente para recordarle al lector que las peripecias de los personajes, sean épicas o cotidianas, son siempre alentadas por ese motor oscuro que aparece y desaparece, como la cabeza de un nadador en aguas turbulentas.

Novelar la historia es asunto serio. Centenares de páginas se han escrito sobre cómo incorporar los hechos del pasado a la novela, de modo que el resultado no sea un recuento light de lo ya dicho en los textos de historia.

 Si la ciencia histórica tiende cada vez más a la objetividad, tiene sentido esperar que la novela, por el contrario, reconstruya la parte humana, subjetiva del momento temporal en el que ocurren los eventos.

Interactuar de forma verosímil con las figuras del pasado es el gran desafío del escritor de novelas históricas. Hacer posible que esas figuras, usualmente idealizadas por la historiografía, desciendan del Olimpo y se contaminen de las más básicas pasiones humanas.

 González Llovera lo logra en especial con Carlos Delgado Chalbaud y no por mera coincidencia.

Al igual que lo hace el petróleo, y dada su participación en ambos eventos, Chalbaud unifica los dos grandes acontecimientos narrados en la novela, es decir, los dos golpes de estado sucedidos en apenas tres años.

Chalbaud es, de hecho, el único personaje histórico que la novelista alcanza a recrear en toda su múltiple y contradictoria dimensión humana. Un personaje sumido en el dilema de un estadista y, a un tiempo, en el drama del más corriente de los ciudadanos. Un ser que se debate entre mantenerse leal a sus principios, errados o no, o dejarse llevar por la marea política.

El resto de personajes del pasado, todos ellos identificados con nombre y apellido, y de quienes se ubica y analiza su rol en los eventos, no suelen sobrepasar la dimensión propia de los caracteres incluídos en un tratado de historia. Es decir, apreciamos su rol, se nos informa de sus lealtades o traiciones, pero todo hecho desde la atalaya del análisis político. Ni siquiera Rómulo Gallegos, a quien sin dudas se trata en la novela con respeto y simpatía, pierde el carácter lejano e intocado de quien está más allá del bien y del mal.

Delgado Chalbaud, en cambio, forma parte integral del cuarteto de personajes esenciales al relato. Las tres mujeres que junto a él integran ese cuarteto, se reparten dos roles diferentes. Cleotilde y Candelaria fungen como narradoras de los acontecimientos, con una objetividad que no siempre permite distinguir una voz de la otra.

El tercer personaje femenino, Vera, es más un símbolo que un personaje literario propiamente dicho; al menos a lo largo de buena parte de la novela. La V inicial de su nombre no es casual. Ella es la Venezuela que a la vez atestigua y padece los efectos del trozo de historia desplegado en la novela. Cronológicamente, el testimonio de Vera se ubica muchos años después del accionar del resto de los personajes y sus intervenciones suelen recordar el papel del coro en las tragedias griegas. Este recurso clásico, utilizado por González Llovera, da paso a una voz colectiva por medio de textos que incluyen poemas y citas de otros autores, interpreta y cuestiona los acontecimientos y encarna, en fin, la Venezuela violada, gráficamente representada en la violación de la propia Vera.

Una novela en cuyas páginas revive una parte esencial de nuestra historia; con una prosa ágil que salta indetenible de un suceso a otro, sin ninguna concesión al aburrimiento.

El mito del “Cartel de los Soles”

El “Cartel de los Soles” es el nuevo invento para atacar a Venezuela. En este libro se expone los resultados de una investigación que desmonta la nueva campaña de los grandes medios de comunicación internacionales en connivencia con los servicios de inteligencia de los EE.UU. contra el Gobierno Bolivariano de Venezuela.

Mediante un análisis de las noticias y líneas editoriales de grandes medios estadounidenses, Fernando Casado demuestra que el “Cartel de los Soles”, organización narcotraficante supuestamente compuesta por militares y políticos venezolanos, es una invención mediática destinada a desacreditar la Revolución Bolivariana.

Cenal promueve en Charallave la lectura entre jóvenes

Como parte de su programación “Había una vez unas vacaciones”, el Centro Nacional del Libro (Cenal) realizó el pasado viernes 5 de septiembre varias actividades en Charallave para fomentar el hábito de leer entre los niños, niñas y jóvenes y además sumar a adultos al aprendizaje de técnicas para la mediación de la lectura.

Se dictó un taller sobre narración oral en el C.E.I. Este niño Don Simón, en la comunidad Los Samares, facilitado por Leonardo Cádiz. Ahí los participantes dieron voz a personajes y compartieron sonrisas.

Asimismo, se llevó a cabo el taller denominado “El arte de crear cuadernos de bolsillo”, facilitado en la Biblioteca Pública Rafael Vicente Egui por la promotora de lectura y gerente de Estrategias del Cenal, Yris Villamizar.

También en el marco de la programación literaria “Había una vez unas vacaciones” impulsada por el Cenal se efectuó en la Biblioteca Pública Rafael Vicente Egui de Charallave el taller “Cómo contar un cuento”, facilitado por Martha González, quien compartió herramientas para poner en práctica el arte de narrar.

En estas actividades se dio vida a personajes y escenarios como una forma de conectar corazones y mentes a través de las letras.

Para esta miércoles 10 de septiembre, a las 10:00 a.m., está programado el taller de Narración Oral en la sede de Librerías del Sur ubicada en Santa Lucía, con Leonardo Cádiz como facilitador.

La programación Había una vez unas vacaciones se extenderá hasta el 26 de septiembre en diferentes espacios del país, como bibliotecas públicas, centros culturales y educativos y sedes de Librerías del Sur. Las inscripciones continúan abiertas.

Las canciones de la muerte

La dimensión del significado de la muerte la comprendí a muy corta edad con poemas y canciones que provenían de poetas y cantautores españoles. Fue así como quedó en mi recuerdo la canción “Si la muerte pisa mi huerto”, de Joan Manuel Serrat.

La canción está en el disco Mi niñez (1970), paradójicamente lo escuché cuando no llegaba a los 10 años y traté de imaginar la muerte y sus complejidades, pero sobre todo comprender qué es un huerto y cómo serían esas pisadas de la muerte.

Una pandereta y el arpegio de una guitarra inician la canción. La voz de Serrat se acopla con “Si la muerte pisa mi huerto, ¿quién firmará que he muerto de muerte natural?”. A partir de allí se despliega un rosario de incertidumbres.

Después supe de la tristeza y amargura de León Felipe. El poema “Vencidos”, también interpretado por Serrat en el disco Mediterráneo (1971) no habla directamente de la muerte, pero la derrota se equipara a ella.

Culmino esta retahíla de poemas hechos canciones con Miguel Hernández y el poema 29 de El rayo que no cesa (1936), que el cantautor catalán tituló lacónicamente “Elegía” al disco con nombre epónimo del poeta.

“En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como el rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería”.

Tanta tristeza puede remover el libro de Olga Merino, La forastera, finalista de XXI Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos con esta obra, que en 2022 fue Premio RAE de Creación Literaria.

Celebrada por la revista Forbes y Babelia de El País en 2020 que fue acompañada por una fiesta de elogios que llegaron a catalogar la novela La forastera como “western rural en una Andalucía atemporal” (Ignacio Martínez de Pisón), “vigoroso drama contemporáneo” (Santos Sanz Villanueva), “literariamente exuberante” (Berna G. Harbour), comentarios que dicen mucho o poco, pero la que realmente se acerca con una mirada de lectora es Eva Baltasar: “Leer La forastera, de Olga Merino, es adentrarte en territorio hostil y descubrir que la belleza del lenguaje es capaz de arrancar un personaje duro, noble y solitario de las fauces de una tierra harta de muerte y sedienta de comprensión”.

El asunto es que en la novela los personajes van tras la muerte y se la consiguen, para su desgracia. Así como un pasado de suicidios. Uno tras otro.

Las pistas del pasado le hacen malas jugadas para la imaginación. Incluso para quienes pueden ver su propia muerte y pensar que su sangre está maldita, como la tierra y el viento, los que van trasegando una historia que parece tener un mal sabor, un mal presagio.

Y es así como va contado muerte tras muerte, suicidio tras suicidio. No hay esperanza, sino lenguaje que explica hasta en las sagradas escrituras: “La Biblia no condena expresamente el suicidio, dijo”.

Todo tiene una explicación en La forastera. Los personajes son el medio para exponer lo que se piensa: “Para él es falsa la idea del suicidio como máxima expresión del libre albedrío, porque no existe sujeto más acorralado que quien decide quitarse la vida”.

Merino logra articular historias en donde el crimen es lo de menos. La Guerra Civil Española siempre está merodeando aunque no sea esta vez el eje principal. Sin embargo los personajes la nombran como tampoco pueden dejar de nombrar quienes se han suicidado.

Pero el lenguaje siempre oculta algo y tras esta lógica Merino coloca las causas de muerte de cada uno de los suicidas, pero hace énfasis en el padre de la narradora: “interrupción circulatoria que ocasionó una isquemia encefálica”.

Hay maneras de expresar un ahorcamiento, pero mejor dejemos a La forastera:

“Habría sido más honesto escribir «ahorcamiento», pero los médicos, jueces y curas se parapetan tras la palabrería de alquitrán, apabullan con sus conocimientos para blindar sus dominios: los médicos, el cuerpo; los jueces, la inteligencia y sus posibilidades; los curas, el espíritu, aunque estos prefieren usar un lenguaje para tontos”.

No es un western. Quizás un thriller. Merino hace que el lector se encuentre con la tristeza o la rabia. La forastera, como “Angie”, la canción de The Rolling Stones, lo intentó, aunque tuvo miedo. Y es lo menos.

El pueblo blanco de Olga Merino

Pueblo pequeño, infierno grande reza el refrán. No es un mal punto de partida para leer La forastera, de Olga Merino.

Un infierno grande que permanece en el tiempo, en un país del autodenominado primer mundo, España en este caso; pero esa España despoblada, de la que Joan Manuel Serrat hace un magnífico retrato en su canción Pueblo blanco. Una aldea en camino de desaparecer, como tantas otras que en Europa ofrecen casas a un euro, en un esfuerzo por esquivar el destino de convertirse en pueblos fantasmas.

Poblados que todavía conservan buena parte de la magia propia del mundo rural y que aún sufren la eterna terrofagia del latifundio. La presencia de fantasmas y creencias ancestrales aparece en La forastera no como un simple recurso fantástico, sino para apuntalar una cosmovisión que desafía las categorías racionalistas occidentales y  señalar  una realidad compleja y múltiple.

Merino introduce, además,  el escabroso tema de la soledad del individuo moderno y del suicidio recurrente e intergeneracional como su resultado. Una especie de marca genética de la depresión y el sinsentido de la vida. Lo que podría parecer un dato anecdótico, se transforma en un símbolo poderoso de la desesperanza y el sufrimiento que atraviesan los personajes. La recurrencia de estos actos trágicos sugiere una especie de maldición o destino colectivo que se entrelaza con las creencias y los fantasmas que habitan el imaginario local. El suicidio, en este contexto, no es solo un acto individual, sino una manifestación de las tensiones sociales, económicas y culturales que afectan a la comunidad, y que encuentran en la literatura un espacio para ser expresadas y comprendidas.

La forastera construyeuna anécdota en la que resuenan viejos temas de la novelística latinoamericana, especialmente aquellos  que exploran la ruralidad, las creencias populares, el latifundismo y las tensiones sociales que emergen de estas realidades. Temas que en este continente es posible rastrear desde la novela de la tierra hasta los textos que cultivan lo real maravilloso. Y no es casual que, como si quisiera pagar una deuda, Olga Merino haga alusión explícita a Juan Rulfo. Al fin y al cabo, escribe una novela cuya narradora regresa a su pueblo para desentrañar la muerte de su padre. De modo que, curándose en salud, se adelanta al lector y aclara ella misma la evidente relación de su historia con la de narrador de Pedro Páramo: “En la pared del desván, de punta a punta, he copiado con lechada de cal, letra por letra y con caligrafía de palo, el arranque del último libro que me prestó el cura: ‘Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera’. Me gusta mucho. En cambio, yo no fui consciente de que había llegado a la aldea precisamente para saber quién era mi padre.”

La forastera, en su construcción narrativa, dialoga de manera evidente con lo real maravilloso latinoamericano, una corriente literaria que se caracteriza por la integración de lo mágico y lo extraordinario en la realidad cotidiana, sin que ello suponga una ruptura con la lógica o la verosimilitud. Como suele suceder,  la naturaleza, la historia y la cultura se entrelazan para dar forma a una realidad  multifacética.

Este despliegue de tensiones anímicas, presencias que permanecen en el claroscuro entre lo racional y lo mágico, y la aparición de una naturaleza cuya función excede con creces el rol de mero paisaje, son todos elementos que exigen no poca poesía en su entramado verbal.

La forastera es una novela cuyo lenguaje se complace en la morosidad. Todo en ella avanza lentamente, puesto que sin descuidar los acontecimientos externos, a la narradora le interesa de manera primordial pasearse por el ánima y el ánimo de sus personajes.

Una novela, en fin, que  borda con lentitud un lienzo en el que convergen solo personajes dolientes. Un concentrarse en detalles que son a la vez extraños y poéticos: la rareza de un paisaje rural que resuena a éxodo; el abandono de los lugares donde hasta no hace mucho se originaba la vida y hoy sirven apenas de escenario a unas cuantas figuras fantasmales.

Un retrato de la ruralidad europea de hoy, contemporánea y triste.

Afinan estrategias para impulsar la lectura

Los ministerios de Educación y Cultura trabajan en conjunto para impulsar la lectura y escritura de los estudiantes de educación primaria, especial y bachillerato a propósito del llamado del presidente Nicolás Maduro Moros a crear una misión para revolucionar el libro, la lectura, escritura y la formación de un pensamiento crítico y descolonial.

La viceministra de Educación Inicial, Primaria y Especial, Magaly Muñoz de Pimentel, y el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, sostuvieron una reunión para coordinar estrategias orientadas a promover la lectura en los estudiantes y la formación de docentes como mediadores de la lectura.

El encuentro, efectuado en el Cenal, forma parte de las sesiones de trabajo que se realizan para la concepción de la nueva misión que convierta a Venezuela en una sala de lectura.

Coincidieron en que los libros deben ser una arma de incitación y provocación de la lectura.

“El propósito es despertar la conciencia de los niños, niñas y jóvenes con imaginación, fantasía, mitos y nuestra historia”, sostuvo Cazal, quien detalló que la colección incluirá literatura nacional, latinoamericana y universal.

Subrayó que el objetivo no es solo entregar libros, sino formar a maestros y profesores como mediadores de lectura. “La idea de este encuentro es también lograr las formas para que los docentes se integren”, dijo.

Entre la selección de libros y autores se propone que se aborde variedad de temas, entre ellos aquellos valores antipatriarcales, ecológicos que han expuesto en nuestra literatura nacional escritores como Teresa de la Parra, Gustavo Díaz Solís, Aquiles Nazoa, entre otras y otros.

La viceministra Muñoz adicionó que, además de buscar que los estudiantes disfruten la lectura, la idea es que “entiendan el valor de la lectura como herramienta para saber, para indagar, para conocer”.

El presidente Maduro en la clausura del Congreso Pedagógico de Maestros Bolivarianos anunció que al inicio de octubre de este año se lanzará la Gran Misión dedicada al libro y la lectura, la escritura y el pensamiento crítico.

Experiencias de talleres literarios con niñas, niños y jóvenes contribuyen a conformación de la nueva misión del libro y la lectura

“Amenazan con invadirnos, pero aquí estamos con las niñas, niños y jóvenes en el taller de incitación a la lectura y escritura ‘Había una vez una vacaciones”, destacó este jueves 28 de agosto el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal.

El viceministro Cazal, también escritor, editor y periodista, participó como facilitador en el Liceo Fermín Toro, en Caracas, con el poema “Florentino, el que cantó con el Diablo”, de Alberto Arvelo Torrealba (1904-1971), una de las piezas fundamentales de la poesía popular venezolana donde se presenta la eterna dialéctica entre el bien y el mal, representados por Florentino, habitante de la sabana, y el Diablo, forastero de estos parajes, quienes se debaten en un contrapunteo.

El taller de incitación a la lectura y escritura a cargo del viceministro Cazal contó con el acompañamiento del cuatrista Enrique Morgado, de Misión Cultura.

“Nos enseña sobre el mal y el bien (…) pero siempre tenemos que tener presente que Dios es quien lleva la batuta”, resumió la joven Adrianyeli Balanquez la esencia de “Florentino, el que cantó con el Diablo”.

El viceministro Cazal señaló: “De esta manera hacemos registro para las estrategias de la nueva misión del libro y la lectura”.

Una de las premisas de esta nueva misión, convocada por el presidente Nicolás Maduro, es precisamente derrotar la guerra cognitiva en redes sociales con la que, advirtió el jefe de Estado, el imperialismo y empresas transnacionales buscan colonizar y destruir las mentes y emociones de los jóvenes y el pueblo.

El programa literario del Cenal para niñas, niños y jóvenes “Había una vez unas vacaciones” inició el 18 de agosto y se extenderá hasta el 26 de septiembre con talleres gratuitos en narrativa, poesía, teatro, libros artesanales, identidad y memoria y otras áreas relacionadas con la literatura.

Las actividades se realizan en bibliotecas públicas, centros educativos, comunidades y sedes de Librerías del Sur.

Las inscripciones continúan abiertas AQUÍ. Hay disponibilidad para 20 participantes por actividad. Se entregará certificado digital.

En el sitio web del Cenal www.cenal.gob.ve y su cuenta oficial en Instagram @cenal_ve puede encontrarse información sobre la programación literaria “Había una vez unas vacaciones”.

Novela negra con surrealistas

A los surrealistas se les puede culpar de muchas cosas, quizás de todo, fue la conclusión a la que llegó el poeta Antonio Trujillo cuando le pregunté desde cuándo existe la percepción generalizada entre los escritores de que la poesía es el género mayor de la literatura.

La razón de la interrogante viene a propósito de que en la novela finalista del Rómulo Gallegos Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, del mexicano Martín Solares, los surrealistas forman parte del entramado policial para resolver un crimen y una desaparición.

Solares plantea algunas de las posturas de los surrealistas que asistieron a una reunión en un lugar al norte de Francia —que en 1927 no aparecía en mapas—. Se alojaron en un hotel en donde aparecen fantasmas —solo en un sector— y por los alrededores merodea un perro con nombre de un cuento de Guy de Maupassant. 

Esto último tiene mucho sentido, cuando se habla de delirios, terror y fantasía, y es que Maupassant nació cerca del sitio de reunión convocado por André Bretón en la novela de Solares. 

También hay que destacar que el detective Pierre Le Noir, quien es el relator y protagonista de la novela, lee un texto del pintor Giorgio de Chirico, quien en una oportunidad le mandó un telegrama a Breton, de acuerdo con la novela de Solares y que se explica por sí sola:

“Adiós, Breton, ¡hasta nunca! Que el fantasma de Apollinaire, a quien dices apreciar, venga a reclamarte tu actitud hipócrita; que la poesía, que nos ha dado tanto, corte todo lazo que tiene contigo; y que los versos, que eran para ti como el aire que respirabas, se resistan a salir de ti y no puedas escribirlos de nuevo; que la prosa de la novela, que tanto detestas, se convierta en tu forma de vida. Adiós, Breton, fue un placer conocerte mientras fuiste un poeta”.

Era la época en que la novela estaba en su momento de crisis debido al auge del cine, según Ricardo Piglia. Pero hay que tomar en cuenta que cada cierto tiempo los narradores revisan las formas de contar. De allí que los poetas surrealistas consideraran a la poesía como el género literario por excelencia.

Al final, Bretón tiene repercusiones por los manifiestos y paradójicamente por la novela Nadja, que tiene los elementos germinales de sus manifiestos y de su relación con el personaje. Guiño de Solares.

Apartemos ahora la poesía, porque cuando de surrealistas se trata, la historia de Solares tiene una originalidad dentro del canon de novelas de detectives que, apegado a la literatura latinoamericana, en específico, mexicana, resulta humorística. El solo hecho de suponer que unos poetas y artistas plásticos podrían formar parte de un plan criminal, nos dice que todo es posible en literatura.

Los surrealistas sospechosos son —y se mencionan en estricto orden alfabético—: Aragon, Breton, Buñuel, Crevel, Dalí, Drieu, Duhamel, Éluard, Ernst, James, Masson, Magritte, Naville, Péret, Tanguy y Tzara.

También en la novela de Solares está presente el género fantástico, incluso el surrealista, que mediante espiritismo e hipnosis, uno de los personajes de las obras de René Magritte, “La Mujer Desnuda”, pasa a ser la principal sospechosa.

Los investigadores no sólo están dentro de la obra de Martín Solares. También están los lectores. Uno de ellos, Cósimo Mandrillo, dio con la obra de Magritte gracias a la “Inteligencia Artificial”. Pero la obra está de más si se muestra, ya que Solares hace una viva descripción. 

“Magritte había escrito dos frases en el cuadro: ‘Yo no veo a la’, luego venía el cuerpo desnudo de la mujer, y al final añadía: ‘escondida en el bosque’. Es decir: ‘Yo no veo a la mujer escondida en el bosque’”.

Solares no solo sabe “mirar”, también “ver”, de acuerdo con las teorías de John Berger, sino que además sabe escribir con maestría al no necesitar mostrar gráficamente lo que ve o mira. Ganancia para la escritura y para el lector.

También da otras pistas el detective Le Noir, entre ellas que un tal Martin Solares ha escrito otros dos libros sobre sus memorias—Catorce colmillos y Muerte en el Jardín de la Luna— y que el lector debe consultar.

Latinoamérica renueva la novela negra constantemente, más cuando tiene entre sus personajes a Duhamel, autor intelectual de la colección en Gallimard, y Martín Solares le sigue las pistas.

Las fuerzas más profundas

Novela híbrida, pastiche, fusión de géneros o divertimento; cualquiera de esos conceptos, y con seguridad muchos otros, vienen bien para caracterizar a Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, del escritor mexicano Martín Solares.

Que la novela contemporánea recurre regularmente al intertexto es un hecho comprobado; autores, obras y personajes de esas obras terminan engrosando el inventario de presencias en escritos de otros narradores.

Solares ha llevado el recurso a un extremo notable por sus excesos, lo que tal vez sea la clave para una lectura acertada —si tal cosa existe— de su novela.

Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque es excesiva por el cúmulo de referencias literarias que contiene y por la cantidad de lenguajes que incorpora. A un tiempo relato policial, historia de ultratumba y revisión histórica novelada del surrealismo, de la vida de André Breton y demás miembros de su movimiento; con el añadido de que a lo largo de toda la novela campea un tono irónico, que atenúa y pone en entredicho la esencia y la funcionalidad de cualquiera de esos paradigmas literarios.

Solares ha venido perfeccionando este animo de desacralizar sacralizando desde sus dos novelas anteriores, Catorce colmillos y Muerte en el jardín de la luna,que conforman, junto a Cómo vi a la Mujer Desnuda cuando entraba en el bosque, su trilogía fantástico-policíaca. Novelas todas en las que la presencia del surrealismo define y orienta el estilo narrativo de Solares, la organización de su mundo ficcional y la descomposición de cualquier asomo de lógica, razón o normalidad a la que algún personaje, o el propio lector, quiera aferrarse. Solares responde así a lo que Bretón dejó bien establecido, que solo lo maravilloso da vida “a géneros inferiores, tal como el novelístico”.

Los surrealistas se representan en las novelas de Solares como geniales delincuentes. Delinquere, el verbo latino que da origen al término delincuente, señala la acción de apartarse, faltar o abandonar lo que se considera correcto o legal. Por esa vía basta un paso para concluir que los surrealistas eran unos delincuentes negados a acatar nada que apuntara a convertir el arte en un conjunto de reglas inapelables. Y no solo del arte, sino de la propia forma de vivir. El manifiesto surrealista promueve “la voluntad de saltar por encima del control que ejerce en nosotros la razón” y aclara que su movimiento es “ajeno a toda preocupación estética o moral”.

–¿Qué tipo de poetas son estos? —Pregunta el detective Pierre Noir.

–De los peligrosos —le responden.

La última novela de Solares, y también las dos anteriores, son un amoroso homenaje al surrealismo, que se despliega a través de la detallada reconstrucción histórica de personajes, temperamentos y eventos ligados al grupo. Lo policial, el misterio y lo irreconocible, son nociones que aportan a la creación de esa realidad otra que solo tiene sentido a la luz de los principios surrealistas, y dejan abiertos todos los accesos que comunican lo concreto con lo imaginario, lo desconocido y lo sobrenatural.

Solares juega a descolocar al lector desde la primera página de su obra. El título de la novela, por ejemplo, asoma las mayúsculas de Mujer Desnuda solo para aclarar, muchas páginas después, que tal mujer desnuda no hace referencia a un ser de carne y hueso sino a una pintura de Magritte, que a su vez representa el supuesto fantasma que acosa a Bretón.

También, y como si se tratase de una obra de teatro, Solares inicia la novela con un dramatis personae que elimina los signos de puntuación exactamente donde termina lo correspondiente a uno de los personajes y se da inicio al siguiente: “Rachel Kahn; editor de la revista Revolución Surrealista; fundador y líder del grupo Buñuel, cineasta español, amigo cercano de Dalí Crevel, poeta y ensayista…”

Se rompe con la lógica en pro de la fusión de inteligencia y creatividad promovidas por técnicas como la escritura automática y el cadáver exquisito. Se trata, en definitiva, de poner a trabajar el inconsciente porque, como lo dijo el propio Bretón: “Si las profundidades de nuestro espíritu ocultan extrañas fuerzas capaces de aumentar aquellas que se advierten en la superficie (…) es del mayor interés captar estas fuerzas.”

La 21.ª Filven iniciará recorrido nacional desde Guayana Esequiba

En reunión que sostuvieron el viceministro de Fomento para la Economía Cultural y presidente del Centro Nacional del Libro (Cenal), Raúl Cazal, y el secretario de Gobierno del estado Guayana Esequiba, Julio Rojas Velásquez, comenzaron a definir detalles sobre la organización del capítulo regional de la 21.ª Filven en esta entidad territorial.

De acuerdo con las autoridades, se prevé que espacios de Tumeremo, capital administrativa de Guayana Esequiba, se conviertan en sede de la Filven entre el 18 y 20 de septiembre próximo como una reafirmación de la soberanía de la República Bolivariana Venezuela sobre la región históricamente en disputa con Guyana.

En el encuentro, efectuado en la sede del Cenal, también participó la directora de la Oficina de Misiones y Grandes Misiones del estado Guayana Esequiba, Jessika De León, a propósito del trabajo que viene realizándose desde la Plataforma del Libro y la Lectura del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (MPPC) para la concepción de la Gran Misión dedicada a la promoción de la lectura, escritura y pensamiento crítico, que estará en marcha en todo el país desde el inicio de octubre, como ha instruido el presidente de la República, Nicolás Maduro.

Guayana Esequiba es una entidad territorial creada por mandato del pueblo venezolano expresado en el referendo consultivo de 2023. En mayo de este año se eligió su primer gobernador, Neil Villamizar, quien ha afirmado que “el objetivo es claro: recuperar nuestros derechos históricos en honor a Bolívar y a nuestra Patria”.

Los escritores homenajeados de la Filven 2025 son Judith Valencia, Gonzalo Fragui, Esteban Emilio Mosonyi, Marc de Civrieux y Juan Calzadilla, cuya literatura se difundirá con el lema Leer Humaniza.